Expresión Libre

miércoles, 30 de octubre de 2013

Tatoo Lobo







 

AMO LO IMPOSIBLE.

 
Saturnino Ruiz Roque


Amo lo imposible, lo intangible, lo etéreo y lo infinito.

he acallado a mi alma cuando pase por el sufrimiento

a las agrestes llanuras y ríos sentí acariciar el viento

de las noches en aquellos inmensos lagos viví silencio

todo quieto, mudo, solo canto y la superficie sombrío

una luz muy lejana junto a la orilla allá un castillo.



Y con más fuerza azotando de brisa el circulante viento

a través del inmenso lago iluminado en argentífera luz

aquella soledad inmensa y callada surge la melancolía

y se abandona mi alma en el concierto de voces efímero

sin ataduras, lucen cuerpos celestes novilunio otra vez

que inalcanzable es mi alma aún con este vasto silencio.



E inextinguible el viento riza pequeñas olas y las encalla

y en su incesante vaivén todas va depositando a la orilla

acaricia sus ondulantes y espumosas cabelleras de luna

alrededor todo enmudece, todo quieto y sombrío suena

solo leves luciérnagas posan de luces en negra espesura

al volar dejan huellas como pequeños faroles de joyería.



Mi alma busca desbordar ese fuego de amor tan intenso

que a medida que transcurre la noche, el tiempo y vacío

solo lo va llenando una mujer de voz dulce, acariciando

el corazón en que siempre vive y del cuál nunca ha salido

le amaré como dios me ama, con brasa en el alma y fuego

con su afecto, a ella por tenerla en el corazón clavado.



Capítulo inconcluso

 

Ricardo Lupercio
 
 
Lo había olvidado prácticamente por completo. Los partidos de futbol, la cerveza en el bar, la cerveza derramada en el cuerpo, el auto estampado en un poste, los gritos de Rogelio en mi oído y las risas, las risas de dos amigos que corren entre carteles y anuncios publicitarios con vendas en los ojos y con los pies atados. En una esquina un mendigo soplando burbujas de jabón, yo las veía elevarse alto y tu estirabas la mano para alcanzar una, luego otra y parecían reventarse en tu rostro, entonces reías cuando el jabón tocaba tu piel y yo observaba como las pompas bailaban alrededor tuyo. Nunca vi una cosa más hermosa en toda mi vida. Me tomabas de la mano y escapábamos calle abajo hasta desaparecer en un sucio callejón, en un sucio cuarto. Y no importaba porque sabía que Rogelio nos buscaba. Me importaba poco tirarme en una cama dura, con resortes duros, me importaba poco aquel cuarto y su suciedad. Me había acostumbrado a las paredes y al piso, al moho que se apretaba entre los espacios del azulejo, en esa delgada línea que los separa uno del otro; ahí se escondían todos apretados. A veces me arrojaba y desaparecía viéndote recargada en la ventana, te gustaba estar ahí, contemplando la nada, quizá preocupada por Rogelio, pensando dónde estaría, si rompería la puerta y nos descubría… si. Alguna vez lo pensé también. Tenía la certeza de que un día lograría escapar de él. Que digo escapar, desaparecer. Como una hormiga en el césped, entre la tierra, y junto conmigo un reloj de arena sin arena, un reloj que no sea reloj sino todo lo demás. Todos los días era un plan nuevo. Aquel cuarto era mi laboratorio de ideas, mi taller, y las piezas y los engranes eran todas esas imágenes de ti y de mi, de Rogelio, del cuarto, del moho, de la ventana, de la calle, las burbujas y el anciano.
 
Pasaban un par de horas y entonces salíamos. El cuarto, la puerta, las escaleras de caracol hasta el primer piso, la entrada al edificio y luego los autos y la avenida. Ahí te detenías por completo. Me mirabas y te marchabas en dirección contraria, lejos del vagabundo y las burbujas que tanto me gustaban. Que más daba. Me alejaba intentando borrar tus pasos, comenzaba de la punta al talón, devorando las marcas del suelo hasta perderme en un callejón muerto y ahí me quedaba tirado. Ya no pensaba, porque habías consumido todos mis pensamientos, ahora me dejaba caer y nada más… Y nada más.
Estaba acostumbrado a este tipo de situaciones, no me extrañaba que salieras corriendo después de haber pasado toda la noche juntos, que salieras sin despedirte y sin darme una explicación. Realmente no importaba. No tenía ganas de escuchar una ridícula explicación de tu miserable vida conyugal. Me importabas, eso era todo. Me gustaba pasar el tiempo contigo. Realmente disfrutaba cada partícula de tu cuerpo, como una pequeña termita atrapada en el ámbar, que en un intento desesperado expira su último aliento contemplando el final de su vida… Y me asombraba como cada pequeña partícula, como cada pedacito de piel podía contener tanto. Si. Una pequeña porción de piel, de dedo, de brazo, puede sentir más que el cuerpo completo. Y lo descubría cada vez que recorría tu abdomen con las yemas de mis dedos, no con los dedos, sino con la pequeña superficie de ellos. Y aprendía a besarte. Al principio, te besaba como cuando se besa a un fantasma; eran besos al aire, dibujando tu boca para alcanzarla, haciendo círculos por todos lados. Si, tu boca, tu cuello, tus manos. Entonces nos sumergíamos en una burbuja de jabón y el mundo desaparecía ante nosotros como morusitas de pan en un plato sucio.
 
Para dar con la simetría de nuestros cuerpos, de nuestras mentes, era necesario comenzar por borrar todo recuerdo tuyo. Comenzar desde un punto cero. Como un pequeño astro rodeado de miles de esferas luminosas que esperan su turno, como una bolita de papel que se aprieta en nuestras manos. Me di cuenta que para llegar al meollo de nuestras vidas era necesario remontarme a cuando éramos dos partículas subatómicas. En ese entonces jugábamos
 
 
 
 
 
a crear infinidad de formas en la pared, siempre creyendo haber encontrado entre todas esas formas la figura perfecta. Cuando al final, la única forma perfecta era la de una rueda de la bicicleta
 
tuya que usabas para ir de la escuela al trabajo. Incluso la bicicleta se convirtió en algo más. Fue la naranja que dividía nuestras vidas. El mundo se centraba en esa bicicleta hasta el punto en que me llevabas colgado de la parte trasera. Tu girando en una rueda y yo sosteniéndome de ti para no caerme. Rodando en cualquier dirección. Lo que Rogelio no entendía era precisamente eso. Que nuestras vidas estaban destinadas a rodar juntas.
 
Yo lo sabía bien. Después de tirarme todo el día con las cenizas de un cigarrillo sobre mi ropa con las hojas cayendo desde lo alto de las copas y las gotas mojando mi rostro. Sabía bien que esas burbujas subirían alto hasta el punto de no resistir la presión y reventarse y deshacerse en otras burbujas más pequeñas desbaratando todos los sueños en pequeños capítulos hasta perderse en el aire y el viento. Entonces fingí estar muerto. Y en ese momento me sentí completamente vivo, como si la realidad fuera parte de un sueño que había soñado tiempo atrás y que ahora se destapaba en medio de la lluvia. Quizá eso paso contigo. No estabas consiente de todo lo que sucedía a nuestro alrededor, como en un sueño. Solo eran formas y figuras en un cuarto, en una calle, en lo profundo de un beso, en la mano de un anciano que sopla sin detenerse a pensar en lo que hace.

Nancy Alvarez

 
 
¿Cómo serás en unos años?

Cuando tu pelo haya encanecido

Y tu piel sea el mapa de los años transcurridos.



¿Cómo serás en un lustro?

Con tu carne deshojada,

Con los huesos florecidos.



¿Cómo serás en un siglo?

Cuando hayas desaparecido de los labios,

Cuando el recuerdo sea un viento errante, sin latidos.



¿Cómo serás entonces?

Cuando seas polvo, alma, luz, olvido…

Todos flotan

 
Jesús Alfonso Silva Iñiguez




Cuantos tokines he presenciado, no sé, alrededor de treinta. Y Siempre hay algo que vuelve memorable un tokin. Típicamente la música las charlas y las sensaciones son lo que más se impregna en el pensamiento. Y uno de esos momentos es el quiero recordar hoy. Lo recuerdo con claridad llegué a la casa de mi amigo para ir a ver tocar a mis primos, la música que ellos tocaban no era ni remotamente convencional se trataba de más ruido que otra cosa, pero era un caos musical que me calmaba. En esos pequeños conciertos había más músicos que público, pero la energía era mucho mejor que en un concierto lleno hasta el tope. En el día que todos flotaron yo llegué al tokin con mi amigo y uno de sus compañeros de casa. El estado de ebriedad del rumi de mi amigo era bastante grave y en términos de ebriedad yo diría que llegaba al nivel de bastardo sin gloria. Pero la anécdota que me ocupa se refiere a un episodio bastante curioso que nos sucedió a los tres. Llegando al bar, uno de los porteros nos dijo.
Tu amigo no puede pasar.

Nosotros nos miramos uno al otro y un poco impertinentes preguntamos la razón.
¿Y por qué no?
Tu compa está demasiado pedo y se va a caer de las escaleras.
No se cae -dije, un poco molesto-.
Eso dices, pero ya anda muy mal.
Chale, danos chaza nosotros lo cuidamos – dijo mi amigo para persuadir al guardia-.
No, la neta no se arma.
Cámara carnal te digo que no se cae.

El portero parecía que no estaba dispuesto a dejarnos pasar y en ese momento bajo mi primo para ver por qué no subíamos.
Wey , no nos quieren dejar pasar.

Mi primo vio con insistencia al guardia que no se inmutaba.
Jefe déjelos pasar.
No se puede su compa esta muy pedo.
No hay fijón allá arriba casi todos andan bien pedos ni modo que este sea un bar libre de borrachos.


El guardia vio enfadado a su compañero y con un movimiento de cabeza se hicieron a un lado y nos dejaron pasar. Yo no entendía muy bien a que se refería el guardia con que se va a caer, pero ya que puede ver las escaleras más de cerca pensé que si a mí que estaba totalmente sobrio me costaba mucho trabajo subir a mi compa le iba a ser bastante más difícil. Mi compa estaba en calidad de bulto apenas entre Garibay y yo lo pedíamos subir. Pero me sentí mucho más tranquilo cuando por fin llegamos a la parte superior del bar que dicho sea de paso era una casona vieja del centro de tres pisos, en la que se encontraban tres bares que en esos momentos estaban vacíos, la única parte con gente era la azotea que se hacía llamar Gore bar. En la entrada te ponían un sello y te hablaban de la promoción que existía de una chala gratis pagando el cover, eso nunca me a parecido una promoción porque para empezar el cover es casi siempre el precio de una chela, entonces la promoción debería ser entras gratis en la compara de una chela, pero lo importante es que ya estábamos dentro del bar y que el tokin empezaba.



Vimos tocar a mis primos mientras que mi Mario el compañero de cuarto de mi amigo trataba de ligar con insistencia a una gordita en su ropa de metalera el fin de semana. El teléfono de Mario sonó toda la noche se iba por momentos de la azotea para poder responder. Mientras que mis primos se presentaban después de dos canciones, entre sus agradecimientos me mencionaron porque pensaban cantar una canción qué me compusieron por incidente que me pasó en una borrachera, la canción por su puesto se llamaba "Manchando paredes", y tuvieron la delicadeza de dedicármela, claro que eso me dejo un poco mal parado pues me la compusieron después de que tuvieron que limpiar toda la vomitada con la que me sentí muralista una noche de borrachera.




Garibay me miró y me dijo:
No mames carnal hasta inspirante una canción, eres una musa muy extraña.

Yo no pude hacer otra cosa que asentir con la cabeza y reírme. Tras otras cuatro canciones melodiosas de "tuta tuta" terminó la actuación. Vimos dos bandas más y Garibay se me acercó para decirme:
Carnalin, me voy yendo.
Cámara te alcanzo al rato.

Mario y Garibay se fueron y yo me quede a ver otra banda más. Terminó el tokin y me fui a la casa de Garibay pues me daría acilo esa noche, pero ya que me retiraba note algo raros a los de la entrada del bar. Caminé unas cuadras y n la plaza que está frente a la casa de Mario y Garibay vi unos dogos que me llamaron y pues tuve que hacer el sacrificio de comérmelos. Entré en la casa sin mayor problema para encontrarme con la novedad de que Mario ya estaba dormido y me esperaban en la casa los otros inquilinos junto con Garibay por fin abrí la boca y dije:
¿Y el Mario?
Ya se durmió pero ¿qué crees que pasó?
Nel, pos no sé.
Ya ves que al entrar nos dijeron que el Mario se iba a caer, pues ya para llegar a la entrada él quiso demostrarles que no se había caído y bajo hecho la chingada, y trastabilló y que les cae en las puras patas a los cadeneros.
¡No mames! ¿neta?
Simón y el de la puerta que nos dice: "ves te dije que se iba a caer".
Chale ni pedo como dice Eso: "Todos flotan" y el Mario también floto.

Todos nos reímos y seguimos cotorreando unas horas más.







QUE GANAS

Carmen Ayala e Ivonne Núñez


Que ganas de acercarme,

Que ganas de abrazarte,

Que ganas de besarte,

Que ganas de a tu lado quedarme.

Si tan solo pudieras enterarte

De como late mi corazón tan solo con mirarte,

Tu cara, tus ojos,

Tu voz, tu sonrisa.

Ese cabello que se aloca y toca suavemente tus mejillas,

Sueño con tus labios lentos, agradables.

Ancio adherirme a ti, mirar tras tus ojos;

Amor, pasión y en el viento estemos juntos,

Volar a la posibilidad de lo imposible

Dedicarte mis poemas,

Que me cantes tus canciones,

Olvidarnos de todo, volvernos uno solo.

Que se rompan los mares en tus ojos,

Que estallen frente a mí,

Es que estoy loca, intensamente loca

¿Qué hago ahora?...dímelo te necesito...

Necesito el calor de tus brazos,

La paz de tu mirada,

Esa energía que emanas,

Y tus piernas cerca, a la altura que mi corazón late que se desborda.

Si, se desborda igual que el rio después de una tormenta,

La tormenta de tu infinita pasión,

De tus alocados besos ¡oh! cuanto los deseo,

De arriba a abajo, que corra la sangre, que se pierda en tu cuerpo.



De pianos

Génesis Jezabel

Siempre sin paraguas, siempre a merced del aguacero.

J.S.

 

Bip Bip. La tierra se alborota, provoca un espeso nubarrón, cubre rocas y cuevas, plantas y cielo. Ya pasa corriendo el ave de largas patas, de mueca tierna y amigable; no suda ni parpadea. Pobre coyote, que persigue erguido a la presa, a la comida, a su propósito. "Tú lo vas a enloquecer y en el desierto lo vas a matar de sed". Quizás mejor hubiera sido para el villano de la escena que el burlesco correcaminos lo hubiese asesinado de cansancio, de hambre o de lo que fuera. Lamentablemente para Coyote, su cena, además de resultar imposible de alcanzar, también se comportaba maquiavélicamente; levantando la carretera del suelo o dejando boquiabierto al cazador. Jamás mató de sed al can, prefirió perturbarlo con sus trampas imposibles de esquivar. Bip Bip. La escopeta falla cuando Correcaminos atraviesa la cuerda unida al gatillo. ¿Por qué fracasó de nuevo el impecable plan? Coyote jala del hilacho roto y la bala es disparada. Lleno de tizne y decepción, el colmilludo mamífero observa directamente al espectador, luego al piso, luego al círculo negro que se forma debajo de él, cada vez más grande y amenazador. El piano le ha caído al coyote otra vez, dejándole dientes blanquinegros de marfil. No te escondas, desdichado; es tu destino, la visión de Tiresias, tu círculo vicioso, la tragedia que es tu vida, tu mala suerte, la bofetada que te regala la espalda de tu dios.  

 

"Y ni a base de golpes quiere entender…Si sigue con sus tontas trampas se va a matar". Es verdad, los hambrientos personajes siguen siempre sus instintos, no les importa mentir con tal de conseguir su más sincera ambición. Pero Jerry también disfruta la desdicha de Tom y Piolín no se guarda reproches para Silvestre, cuando éste es acorralado terriblemente entre un par de bandidos fuma-puros o abuelitas cuatro-ojos. Y qué decir del sonidillo bufo que hace el correcaminos cada vez que Coyote presiente la venida de ese instrumento musical tan delicado y tan pesado a la vez. Bip Bip. ¿Es posible escapar de aquello que crees es tu propósito en la vida? 

 

Es casi como afirmar que el hombre puede vivir sin amor. Amamos hacer ciertas cosas: danzar, leer, escuchar, comer –sobre todo comer-, sobrevivir. Seguir instintos es, en una buena manera, aferrarse a la vida. Ni siquiera se trata de ser egoístas y buscar lujos; más bien es amar primero y hacer cualquier otra cosa después. Lo dice San Agustín, no el gato de nariz roja que está debajo de la viga ni el felino otro cuya cara ha tomado la forma de una ratonera. Buscamos atiborrarnos de objetivos y metas, de ocupaciones que mantengan nuestra existencia en una línea bien marcada. No podemos escapar de la curiosidad que salta a nosotros en forma de binoculares, de observatorios. Nos gusta tener bien en claro lo que hay al final del sendero. Llenar de gozo el camino, sí, pero también tener la completa certeza de que hay un mensaje oculto por descifrar; más camino luego por recorrer y muchos muchos más rompecabezas que le hagan preza su nombre.

 

"La vida no podía ser esa cosa que se nos imponía y que uno asumía como un arriendo, sin protestar. Pero ¿qué podía ser?" (J. Ramón Ribeyro) Una meta. Bip Bip. La Vida es solo el medio que usa Coyote para atrapar a Correcaminos, que es el Propósito. El Propósito es lo que lleva a Coyote a seguir su Instinto. Y el Instinto se transforma en Tragedia para Coyote, el sujeto que intenta huir de su Destino (marca ACME). El enunciado de la desgracia. La fórmula que le ha servido a Metro Goldwyn Mayer, a Warner Brothers y a los Dioses que niegan con labios pero confirman con acciones su favoritismo hacia algunos.  

 

La tragedia conforme dicen algunos ha de alcanzar hasta al que menos se lo espere. Según las Santas Escrituras, por ejemplo, el infortunio juega roña con todos. No excluye. A los veloces los toca, a los poderosos y a los sabios. Pero eso no puede ser cierto. Al canario Piolín jamás le dio sarna ¿o sí? 

 

Entonces lo que quieren decirnos las caricaturas es que no debemos confiar demasiado en nuestro instinto. No se dan cuenta de que ese instinto va más allá de un simple antojo, una seducción por poseer algo, un capricho. Jerry no se distrae con la ratonera. En vez de ponerse a comer, usa las trampas para pellizcarle la cola a Tom. Pero esas comparaciones "villano-víctima" son injustas. El pedazo de queso no representa el propósito de vida de Jerry, es solo una tentación fácil de evitar. Tom se puede poner a régimen para adelgazar, pero no le pidan que olvide la razón por la que abre los ojos todos los días, aun sabiendo que su fatal destino lo espera al fondo de un pasillo o en la casita del Bulldog.  

 

No me opongo a que sus presas no se dejen atrapar. Probablemente sería peor. Algo así como descifrar el mensaje oculto de nuestro camino, cumplir nuestro mayor objetivo y no saber qué hacer después. Les llegaría "la melancolía de morir en este mundo y de vivir sin una estúpida razón" (Páez). Con lo que no estoy de acuerdo es con el destino. No me convencen sus modos de elegir a quién le caerán los pianos. No hay razón por la cual Instinto sea un imán para Tragedia. 

 

La constancia no tiene por qué ser llamada terquedad. No debe de haber culpa ni desaliento después de haber intentado cumplir nuestro más ferviente deseo. Naturalmente, nuestro instinto por buscar la felicidad nos llevará a tomar decisiones apresuradas, pero, después de todo; es el consejo que todos han recibido o recibirán:

 

 

 Sigue tu corazón. A eso mismo se refieren. Un impulso que nos mantenga con vida. Un instinto que quizás esté peleado con ese que decide lanzarnos pianos desde las alturas.

Y a fin de cuentas puede que un adivino nos advierta que jamás encontraremos eso que estamos buscando; que el mensaje que intentamos decodificar parezca más difícil de comprender que uno escrito en chino o en morse; que el Bip Bip se escuche cada vez más lejano mientras que el silbido del piano cayendo nos resulte familiar y cotidiano. Al término del día no es que los coyotes sean masoquistas, es más bien que no pueden dejar escurrírseles por los dedos la razón de su existir. 

 

Ya se muere de miedo Coyote por estar a punto de estampar su cara contra el suelo. Ha fallado una vez más, pero rápidamente idea otro boceto en su caballete. Algo en su interior le dice que va a terminar muy mal. Un golpe, una explosión y un círculo negro que se forma debajo de él, cada vez más grande y amenazador. No importa, no mientras lo siga escuchando. Bip Bip.



Embrujo

Alejndro Farias
 
 
Nunca calculé el eco

que definiría las formas

de las medusas que danzan

entre estivales afónicos

y periscopios de bruma.

Nunca en silencio

dimití a la noche

su poder de infancia

que en recelo terciaba

con mis sueños de hojarasca.

Nunca en vida

mi desaliñado fantasma

abandonó el juego

que yo juzgaba de vida o muerte.

Nunca entonces me desprendí altanero:

De las cosas que me tocaban como si se salieran de su empaque y se introdujeran por mis poros hasta extenderse inevitables dentro de mis deseos más enraizados.

Jamás solté la pelota sin la certeza de que rasgaría el viento antes de perderse tras una azotea.

Por ende me convenzo día a día de que las brújulas que enterré la mañana anterior se elevarían al cielo en forma de suspiros áureos.
Dorados como los charcos que me resultaban la gloria después de que la lluvia nos mostraba impávida su retirada.

Por eso jamás solté la canica que me llevó a la tierra de las quimeras donde la luna me respiraba estrujándome hasta desaparecer en la niebla que se colaba por las grises chimeneas.
Y es por lo tanto y por lo dicho que las remembranzas suelen ser un artefacto que te eclipsa encantando los puentes que la bruma devora.

Ante el pasmo de la mirada inválida. Ante el fruto roído que te llevaste a la boca antes de cerrar los ojos y darte cuenta que todo se reducía a correr hasta desfallecer y caer embelesado ante el profundo y delicado aroma que despide el horno de la cocina, contigua.

A pesar de todo cruzaste los mil mares que se te echaron encima cuando abandonaste el hogar primero, no el formado por ladrillos y cemento sino el que te reguardaba de la luz ¿primigenia?
Jamás se saldarán las dudas.

Las cosas son sólo guijarros que el tiempo escupe gustoso y altivo, creando senderos ruidosos y húmedos, entre los que nace lo que esta detrás del cielo que hoy de nuevo decide abrir sus manos deshiladas y acuosas.

Esas manos que ahora añoran ser más pequeñas y no poder sostener el vaso de whisky que mi mano no esta cargando por estar enfundada en dedos que saltan entre los vagones del tren

 
 
 
 
 
que parece no querer detenerse, nunca.

Nunca, sólo en el embrujo que resuena fresco e instantáneo cada vez que se reproduce desperdigado.

En efluvios de trigo que chisporrotean en la hoguera.

En caramelos de lengua que desorbitan mis bolsillos apretujados.

En el sin saber de la consciencia que se derrite a cuentagotas.

En tristezas que hacen erupción sin el aviso oportuno que se esconde adormilado entre sonidos prehispánicos.

Es el horizonte que se ensancha aminorándonos sin pudor alguno.

Son los insectos que devoran mi despertar anquilosado.

Es el río que fluye agónico y desventurado.

Es el tuerto que recoge del suelo la moneda extraviada.

Es la pesadilla intacta que se encarama en tu cuello de paquidermo abstraído.

Es la voz que se alza para caer en el papel que es
flamígero resuello.
 

Horizonte

Amilcar Meneses
 
 
La distancia no es la misma al irse
que al regresar; es progresiva y mortal,
venérea.

La distancia se mide en ilusiones,
que poco a poco, por su propio bien,
se alejan.

Se alejan horas por metro cuadrado,
horas cuadradas por metro,
en metro, sobre el metro,
bocarriba, bocabajo, y de lado.

Van muriendo lenta y dolorosamente,
hasta que, al voltear,
se dan cuenta que la distancia
sigue siendo la misma,
si acaso se movió una hoja,
crujió una rama, o c’ calló la volsa d’ valores;

pero nunca estuvieron
más lejos que al principio,
y entonces, el dolor
desaparece.
 

Te vas…

Carlos Islas II

Una vez más te vas…

dejas pasar el tiempo,

regresas en silencio

y te escondes en los rincones

para después irte otra vez.

Me dejas solo, sólo con la luna,

con el viento, con las estrellas,

con tu recuerdo a media luz

en la fría noche que abraza mi soledad.

Gustavo Miramontes

No cambies de amo mejor deja de ser perro



martes, 10 de septiembre de 2013

FUJIYAMA


Vocaur

¿Cómo saber si eres tú

 o la mañana fresca y límpida de agosto

lo que mi boca muerde hasta el agotamiento

 y me hace sangrar los labios...?

 

  Ayer viajabas de incógnito.

 Te revelaste flor entre vientos,

ofreciendo tu indiferencia a mi frágil voluntad,

a mi desatino de amor,

a mi estupor de idiota renombrado...

Te revelaste blanca entre las blancas cumbres del Fujiyama,

girando caprichosa desde el oído derecho de la hermosura

hasta la oreja izquierda de la locura.

 

Te revelaste...

y yo patético te abrasé, te adoré... te idolatré...

soy pusilánime lo sé...

 y si te soy sincero,

no sé distinguir entre la mañana fresca y límpida de Agosto

y las notas de un sax melancólico.

CUANDO ME FUI.



Rocío Romero Méndez.

 

     El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.

                                                                  Aldous Huxley

 

Mucho antes de irme del pueblo, una noche cualquiera, nos encontrábamos recostados en la cama de mi habitación cobijados bajo la misma manta de algodón mientras una tenue luz entraba desde la ventana.

Viéndonos frente a frente fui la primera en hablar y le dije que era imposible que fuese conmigo ésta vez. Para que no sufriera comencé a explicarle que no quería que fuéramos juntos a la ciudad  porque de ser así no podría hacer todas las cosas que había planeado y mucho menos conseguir todo lo que yo quería para mi futuro así que lo mejor para ambos sería que él se quedara con todos los demás en el pueblo ya que de cualquier manera no me haría falta.

Cuando termine de hablar no dijo ni una sola palabra, solo se quedo mirándome con los brazos cruzados sobre su pecho tratando de comprender la situación pero se notaba que estaba herido y después de un instante en silencio, salió por la ventana con el viento y por semanas no volví a sentirlo ni a verlo.

Paso un mes y llegó el día de mi partida. Me sentí feliz de dejarlo atrás, al fin era libre, capaz de hacerlo todo, sentí que era indestructible y cuando recién llegué a mi destino comencé por hacer lo necesario para llevar a cabo mis planes sin detenerme a extrañarlo ni a pensar para nada en aquella noche en la que lo vi por última vez.

El tiempo transcurrió como de costumbre y no supe nada de él por meses, incluso creí ingenuamente que no volvería jamás hasta que un día, mientras me encontraba perdida en algún lugar desconocido, note su peculiar aroma e inmediatamente un escalofrío recorrió por completo mi cuerpo. Mire alrededor tratando de buscar su figura entre la gente que transitaba por la ruidosa calle pero no había señales de él por ninguna parte.

Rápidamente comencé a avanzar intentando buscar un sitio seguro donde esconderme pero era demasiado tarde, me había encontrado sin esfuerzo alguno a pesar de que jamás le dije a donde iría. Antes de que pudiera reaccionar me ataco de frente tomándome por la muñeca y me arrastro hasta un sitio apartado del bullicio en donde nadie pudiera vernos.

A pesar de mis intentos por soltarme no pude hacerlo, quise pedir ayuda pero parecía que mi boca no emitía sonido alguno, quise correr pero no podía moverme y fue así como el miedo volvió a mí luego de tanto esfuerzo por dejarlo atrás, luego de tanto empeño por comenzar una vida nueva ya sin él, ahora me había vuelto a poseer y no dejaba que me moviera.

 Mi miedo me congelo, vendando mis ojos y mi boca, llenando mi cerebro con temor por las cosas que aun no sucedían, dándome inseguridad, aprisionándome dentro de un mundo relativamente seguro pero muy pequeño y vacío, predecible, confortable pero lleno de temores.

Comencé por gritar y pedir ayuda. Al principio la mayoría de las personas solo me miraron sin hacer nada pero al cabo de un rato salió de entre la multitud de curiosos alguien que llegó a mi rescate. A pesar de eso todavía faltaba la parte más difícil, aprender a enfrentarme al miedo yo sola, con mis propias armas, con mis propios métodos, con mi propia fuerza y fue lo que más trabajo me costó, es lo que más trabajo me cuesta hasta la fecha.

Hay días que al caminar por la calle o cuando tengo que tomar alguna decisión se aparece. A veces lo veo, otras veces solo siento su presencia pero intento ignorarlo. Odia que yo haga eso, pero tengo que aceptar que en ocasiones intento hacerle caso sobre todo porque sé que hay cosas de las que me previene.

Aprendí a vivir con él, siempre va detrás de mí caminando precavido pero ya no intenta detenerme mientras avanzó, mucho menos controlar mi vida. De cuando en cuando me detiene pero también de cuando en cuando lo venzo y sigo igual que siempre. Es parte de mi vida y no puedo dejarlo ir, pero es seguro que tengo que superarlo a la hora de reaccionar para que no me inmovilice, para que no me convierta en un ser temeroso de vivir.

Carboncillo sobre papel


Engel Islas

 

El negro rondó mi cabeza muchas noches, como pesadilla, como cortina de funeraria. Me dije que no era malo, nada malo. Miré venir, del techo de mi cuarto, una negrura de muerte, de cementerio a media noche, y temí. Lloré lágrimas negras como carbón extraído de alguna mina colombiana. ¿Quién teme a la noche? ¿Quién?

            Madre me dijo, alguna vez, que la tumba era de carboncillo. Que un pintor desconocido dibujaba, con eso, con mi muerte, con la de ella, un destino jamás trazado o imaginado. Y cuando murió mi abuelo imaginé su cara negra, sus arrugas frías dibujadas en papel blanco, blanquísimo, con pequeños trazos oscuros, temibles. Luego, cuando mi padre tocó la caja de madera con su espalda y su cuerpo frío fue para mí un objeto, le miré como una fotografía, gris, desprotegida y a la intemperie, esperando ser destrozada por un viento gélido, horrible.

            Y ahora, ahora, ahora que la noche cae sobre mí como una espesa tierra de cementerio, como costal de arena fría, pienso en el carboncillo, en el papel, en la muerte, en esta tumba mía que no es de nadie. Recuerdo la frase de mi hermana burlona: “Cuando te mueras, tú serás el muerto”

Armisticio


Gene Jezabel

Siempre me cayeron mal los “tapos” en los juegos de correr y atrapar al otro. Quizás se debía a que me parece muy frustrante parar una actividad que te exige ánimo, agitación y adrenalina para hacerla bien y disfrutarla. Cortar de golpe la inspiración y el trote mientras “la traes”, además de darle tiempo al cuerpo para sentir el cansancio que antes ni notabas, da la sensación de que el juego es eso nada más: un juego.

 

Comprometerse con la actividad es no dejar que algo sea más poderoso que conseguir el resultado. La cosa no se debe parar antes de haber encantado a todos, antes de haber atrapado a los ladrones o antes de haber dejado a tus contrincantes con suficientes taches para volverte el mejor contador de pasos largos y cortos. Por eso, cada vez que algún cobarde paraba el juego para ir a hacer pis o abrocharse la agujeta, todo tomaba otro ritmo y la pausa bajaba definitivamente el volumen de las risas de antes. “Tapo” es restar importancia, es creerte más fuerte que la situación y no tomar en serio tu rol de salvador de ti y de todos tus amigos.

 

Entonces si se vale llenar de paréntesis el juego, también se debería valer pararlo para siempre, tener la oportunidad de cambiar las reglas o emigrar de bando; incluso hacer válida la existencia de un solo equipo, donde todos tuvieran encima la roña. Es algo así como olvidar el motivo por el que has dejado de hablar con alguien, como ya no saber ni por qué haces algo, simplemente seguir con lo mismo. Se pierde la credibilidad y el “Lobo, Lobito” se convierte en “niña, niñita”.

Que yo recuerde rompí todos los espejos.

 
 
 
Sergio Vidal Uribe González
 
 

 

¿Por qué te escondes? 

¿Por qué te escondes en el espejo, Alicia?

¿No ves que Narciso se ahogó?

¿Por qué te escondes de la realidad, Alicia?

Una realidad inconsciente

Realidad insípida

Realidad incolora

Realidad indecente

Realidad insignificante

Resiste, Alicia

Llena el vacío espiritual 

con poesía

con éxtasis

Llena el vacío espiritual

con sexo

pero no con amor

Sal, Alicia, allá afuera hay vida y sueños

Fue parte de mi sueño, pero también

es cierto que formo parte del tuyo

No mires la realidad, Alicia

¿No ves que Medusa se petrifico?

No huyas, a Blancanieves la mató el espejo 

egolatra de su madrastra

Busca, pues, en el espejo, reyes, caballeros, cartas parlantes

pero si encuentras un Aleph, dile, convéncelo de que te proteja.

No hay mundos felices, solo reflejos, y sombras, sombras perseguidoras, imitadoras

Alicia, ¡No te quedes ahí en el espejo!, por favor

vuelve a comenzar

¿Por qué mejor no me miras a mi? 

¿Por qué no prefieres mirar las estrellas?

Ellas para que veas, su único reflejo, son tus ojos.

Adiós anunciado.


Alejandra Torres de Moira.

 

La cabeza te da vueltas en una esférica danza de tortuosa adrenalina inyectada en los músculos traseros de los muslos, catástrofe, furia, maldición, deseos de la  nada, de gritar dejándote caer a una oscura habitación donde el sonido no tiene lugar. Aplastante realidad que te colma de deseos de sucumbir en un aleteo anticipado de retardadas conclusiones de muerte anhelada.

 

          Bajar del autobús de regreso a casa para desgarrarte la garganta en gemidos completos, sin tapujos o tormentos disfrazados, tumbarte en la acera de una gasolinera perdida en un abismo que tu mente creó al momento de colapsar las rodillas, raspar tus aún no sanadas heridas,  hundirte en las letras que forman “desgracia”  para después contemplar con la mirada vacía la calle repleta de autos y peatones que pasan sin observar…

 

Llegar a tu cama y esperar… esperar, y esta desdichada huesuda que no quiere llegar…

 

Sin razón eufórica das vueltas estrepitosas en sombras marchitadas por las tardes jamás reguardadas en la locura de la quinta curvatura de los ojos color miel que pertenecientes a tus glóbulos estallan en un inconsciente manto sin cordura, la duda que se desintegra en la praxis de tus anhelos, esos que se llevan junto al seno firme que se alza orgulloso y vanidoso, haciendo menos a la extensión de los suyos que llevas puestos tras ese vestido arrugado de ensoñaciones, maldecido por las pasiones que llevas entre ellas, húmedas, estilando deseos de sábanas enredadas en estrechas cinturas, en truncos nudos de extremidades perdidas entre amor y juicio nulo.

 

Y luego escuchas el resonar de mis pasos en el pabellón que da a tu cuarto, mis pies descalzos alzándose en una danza de perfecta resonancia, cultivando sueños desde antes de abordar el suelo que ciñe bajo tu torre lánguida, antes de tocar las intrépidas paredes que te tienen cautivo mis manos destrozan la desnudez que aqueja a tus mantos acuosos sin fondo ni sentido.

 

          Nuestras bendecidas pieles destrozadas por el paso de los años en tus ya cansados y suculentos hombros, se encuentran allí, allí se encuentran nuestras ganas, esas ganas que se han desvanecido por la espesura de tu terquedad y mi silencio, ese callar que se ha resuelto en un adiós que te robo el aliento, tu sagaz aliento jamás encontrado, nunca devuelto y siempre recordado como construcción benigna de cordura que se esconde en nuestra luna.

 

          Y hoy separas tu camino del mío en una intrínseca despedida que desgarrara tu alma en tiras de carne y hueso, corriendo entre ríos de incompletas vanidades, te quieros inconclusos y peleas repugnantes. Miras vuestra helada piel remarcada por la palidez de mi partida, soñando con el rubor de mis mejillas. Y has de amarme por siempre, condenado a seguir escalando por el oscuro recuerdo del pasado, dolido por la falta de mi silueta frente al mar y de mis curvas vacías en una colchoneta de memorias carcomidas. 

         

          Ahora que me obligas a marcharme a un mundo de vestidos y castillos, sueños y sabores, te has de quedar aquí frente al espejo, viendo los restos de tu cuerpo sin la esperanza de verme tras de ti, sin esperanzas de verme sonreír…

 

          Te suplico que ahora no preguntes, solo lee un adiós anunciado por la invisibilidad de una dama que decidiste dejar ir.