Expresión Libre

domingo, 7 de septiembre de 2014

Pintura: JAIPA


Foto: Davo López


Foto: Maribelle Ocegueda


Dibujo: Luis Briones


 

 

 

Consumirse

Vocaur

Espiar es sólo una tarea insignificante
del que desea consumirse.
Yo no deseo otra cosa que no sea la lejanía;
la enfermedad insondable
de verte compartida por todos,
como la luna que infinitamente
se fragmenta finita
a todos los costados cardinales
de la noche.
Sentirme solo como los locos.
Y no digo que los locos sean solos;
sólo digo que los locos son unos locos.
Es por eso que digo
que espiar es solo una tarea insignificante
del que desea consumirse.
Consumirse... ser más astuto que el mismo camaleón,
más inválido que el ácaro,
más torpe que el humano
para cuando el hombre lo pesque
piense que es un mono.
Y no digo que los monos sean torpes;
sino que los monos sólo son monos.
Consumirse así mismo
comerse a tramitos, solo cuando tenga hambre.
Masturbarse cada veinticuatro horas
por prescripción médica.
Y no digo cada veinticuatro horas
sino cada que lo necesite.
Espiar es solo una tarea insignificante
del que desea consumirse.
No me preocupo...
los deseos son como el pan para famélico
si no lo tiene lo roba... y ya...

Creando mundos - 14.07.20


   Elena Aguilar

Al final, él yacía agotado sobre mí, mientras, yo trazaba con la punta de mis dedos infinitas historias sobre la blanca piel de su espalda.
Entonces vi, sobre su hombro una pequeña constelación. Ese esplendido grupo de siete lunares perfectamente posicionados. Supe en ese momento que no necesitaba ver más estrellas que esas, que en toda la galaxia no existiría jamás algo tan simple y bello como aquella formación tan singular, tan tímida, tan hermosa.
Me di cuenta, poco después, cuando al oído me dijo “Te quiero”, que no deseaba ya probar otros labios, ni sentir otra piel o siquiera mirar otros ojos que no fueran los suyos. 
Creo que de eso se trata el amor,  de deseo, de apreciación callada y momentos simples. Estoy segura de que esa noche, más que entregarnos mutuamente al placer de los cuerpos, nosotros fabricamos amor.

Silencio Visual


José Ildefonso Ruiz Esparza
 

Cierto día  de lluvia, cuando el cielo redactaba con gotas una historia nueva, miraba el color amarillo y rojo que hacia el sol sobre las nubes como a eso de las seis de la tarde. Torneaba ligeramente un color rojizo en la ventana. En aquella lánguida panorámica, no había ruido. El silencio de lo que miraba era más callado que el cielo, y pensé detenidamente en componerle una sinfonía. Pero dejó de llover, y el cielo abrió, y noté, que seguía reinando el silencio en la superficie mojada, en el aire y en el cielo. Llegué a la conclusión que a cada momento, en cada lugar, reina ese espantoso sonido del silencio, que aturde y que podría volver loco a cualquiera, pero en lo visual, el silencio es una obra musical, siempre y cuando se mire con los ojos y se deleite con el alma.

El reencuentro

Jesús Alfonso Silva Iñiguez

Otro día de escuela, es ya casi la hora de ir a clases y como siempre voy muy temprano. No sé por qué tengo esa maña de llegar a todas partes 2 horas antes. Tomé el camión afuera de mi casa y al llegar a la puerta tuve un presentimiento. Pagué mi pasaje y al dar la vuelta, la vi, era una de mis ex – novias, tenía años sin verla; la saludé sin pensarlo mucho, me pareció lo más lógico aunque ya no me removía las entrañas, como cuando la veía poco después de terminar. Sé que la relación no fue tan intensa como las historias de los libros, pero para mí fue importante, a final de cuentas fue la primera novia que tuve y la plática siguió así:
-¡Hola!
-¿Qué tal Juan?
-Todo muy bien, tú ¿cómo estás?
-Muy bien, ¿qué has hecho?
-Pues no mucho estoy estudiando.
-Órale que bien, yo me casé.
Esas palabras me taladraron el cerebro.
-No pues felicidades y ¿ya tienes bebé?
-Sí, tengo una hija.
-¡Qué chido!, me gustaría conocerla.
-Sí, está muy bonita.
-Claro me imagino, y tus hermanos ¿qué cuentan?
-Pues Héctor está estudiando  y Eva está viviendo con su pareja.
-Siempre me acuerdo de ustedes.
-Buenos tiempos aquellos.
-Por su pollo.
-Y ¿qué estudias?
-Estudio para ingeniero civil.
-Mira, quien te viera.
-Sí, ya sé.
-¿Hasta dónde vas?
-Me bajo aquí en la estación del tren.
-Te bajas pronto, yo voy hasta el centro, bien lejos.
-Sí, le cuelga un rato.
-Y ¿por dónde vives?
-Ahí donde me subí.
-¡Qué loco!, yo vivo a unas cuadras antes, en la terminal.
-Somos vecinos.
-Sí, nos vamos a ver seguido.
-Yo creo.
Voltee rápidamente hacia el frente y me percaté de que ya casi me tenía que bajar. Regrese  la vista a donde estaba ella y le dije:
-Ya me voy a bajar nos estamos viendo.  Cuídate mucho – me agache para despedirme de  ella con un beso en la mejilla  –.
-Adiós, luego nos vemos.


Acto seguido caminé hacia atrás del camión y me bajé.  En todo el día no dejé de pensar en ella y en aquellos tiempos locos  de inexperiencia,  de la alegría cuando me dijo que sí y la terrible tristeza de la ruptura. Pero también pensé  que de haber seguido con esa relación  yo sería padre de esa niña; muy probablemente no estaría estudiando, la vida es quizás una línea recta bien marcada, que es la que seguimos o lo que vivimos, pero hay otras líneas  punteadas de lo que pudo ser. Y todo esto  me pasó por la cabeza con aquel reencuentro.

Vanidoso Amor.


Elizabeth Altamirano
 
 
No había amor más dependiente y enfermizo que el que tenía el mar hacia la luna. Cada noche, la seguía y la admiraba, deseando sólo poder tocarla, rozarla, que la luna la notara.
Y la luna, fiel a su naturaleza ególatra y vanidosa, gozaba de ver a la marea enloquecida por ella, le gustaba posarse en el punto más oscuro de la noche y observar con sus ojos brillantes y malévolos todas las destrucciones que su fanática era capaz de hacer por ella. Disfrutaba de saber lo mucho que la amaba, a tal grado de elevar sus aguas tan alto como poseída por la gravedad y el universo. Pero era solo la fuerza del amor obsesivo y demoledor, y la luna la manejaba a su antojo; era su poema, su brillo, su belleza.
La luna brillaba no por el sol, sino por la admiración y amor que la marea le tenía: amaba sus cráteres, su prepotencia, su fuerza.
Y a pesar de que todos los océanos se sabían víctimas de una cruel superficialidad, la marea seguía creciendo cada noche, añorando tan solo bañar con la brisa a la luna… tan solo un poco.
La luna no lo permitía, porque tenía miedo de perder a su única fuente de luz al momento en que la marea, por sí sola, se diera cuenta de que ella no era más que un satélite lleno de imperfecciones y defectos, y no el hermoso astro que el mar imaginaba.

Ven amada mía

Saturnino Ruiz Roque
 
Ven amada mía, inspiración de mis poesías, quédate aquí te lo pido.
Anoche, no pude contemplar la luna, ni  una  sola  estrella  lejana.
Me despertó la intensa lluvia, las nubes  con un borrascoso paisaje
inagotables gotas sin fin, de mi jardín contiguo anegado con rocío
intenté dormir y el sueño me venció apenas hasta en la madrugada
sin embargo mi descanso nocturno contigo soñé pero fue tan breve
 
y  desperté por la mañana al tañer las campanas de iglesia, a lo lejos
el bullicio de la gente, jalar  de mochilas sobre ruedas la banqueta
amena plática de niños con su madre contándoles con gusto cosas
el jardinero podando ramajes, muy afanado en dar  exquisita forma
a las flores,  cortando retoños, por embellecer el jardín  pensando
en renovarlo  cada planta, cada rosal y el trino de pájaros volando.
 
Soy un soñador  que ama la vida los detalles, los paisajes, las fuentes
el mar, sus impetuosas olas, las solitarias noches junto a las lagunas
el hallar en un silencio el inmenso vacío de mi alma, amo a una mujer
que fue para mi es y será un imposible, pero le amo con el amor de dios
me refugio en la oscuridad de la noche y para meditar siempre a solas
del infinito las colosales distancias, y en la aurora el mejor amanecer
 
te amo porque en cada alborada, la pradera de silvestre alta montaña 
deja un aroma de fragancia  al ambiente, sus vasos lacustres, sus pinos
te encuentro en todas las cosas que perciben mis sentidos, eres  cumbre
eres alborozo, piel de alabastro, rama y fuego que incendió mi hoguera
mujer amada y  delicada desafías ataduras, bruma  en que me envuelves
eres diamante, arco iris, infinito que en mi corazón queda para siempre.
 
Eres lágrima que se vierte en mis ojos y fluyen lentamente a mis mejillas
eres amor que duele intensamente en mi alma, algo que no comprendes
hallé  en mi interior gran vacío, sin embargo sentir quiero  ese mi dolor
me envolvió tu encanto y nunca pensé que en mis noches frías,  sombrías
una espina pasaras en mi corazón clavada, te escribo y con  estas poesías
el amor es así y  se está consumiendo en la hoguera ¡pero  prefiero sufrir!

Paraíso en Llamas

La Guerra de Paraguay (1864-1870)
Joel Eliasib López Velasco
Parte III
 
La guerra para la cual Don Carlos se había preparado no estalló durante su gobierno, sin embargo sería su hijo y sucesor el que tendría que enfrentar finalmente la embestida de Ares, dios de la guerra.
La muerte del segundo hombre fuerte paraguayo esta vez no dejó un vacío de poder como lo había hecho su antecesor. Don Carlos un hombre sagaz y ambicioso soñaba con consolidar una dinastía que gobernara Paraguay al estilo de las antiguas monarquías, por esta razón nombró a su hijo Francisco como su sucesor. Este movimiento sagaz resulto ser “beneficioso”  tanto para Paraguay como para el presidente López o mejor dicho la familia López. “Beneficioso” para la nación guaraní, debido a que se eludió el terrible peligro de la ingobernabilidad y la anarquía. Al poner en las manos de un hombre fuerte, adiestrado desde joven en las artes de la diplomacia y la guerra, el gobierno de Paraguay se pretendía asegurar la supervivencia de la nación. Por otro lado el colocar a su hijo en el “trono” guaraní y por ende consolidar una dinastía que llevara su nombre, denotaba cierto aire de vanagloria y egoísmo por parte de Don Carlos. El Excelentísimo buscaba que su nombre y el apellido de su familia perduraran como el de los antiguos reyes y emperadores. Sin embargo, el carácter de su sucesor no era lo que Paraguay necesitaba. Don Francisco Solano López era un hombre valiente, hábil en combate y estrategia pero carecía de las virtudes de la paciencia y la diplomacia. Era un hombre impulsivo, con un temperamento volátil, iracundo y sus contemporáneos lo describían como tirano y cruel. Al subir al poder el tercero y último gran dictador paraguayo se puede resaltar un peculiar fenómeno de los tres hombres fuertes. Al estudiar el carácter y genio de los tres se puede apreciar un decrecimiento de estas cualidades de un dictador al otro. Para demostrar este punto analizaremos las aptitudes de cada autócrata. El primer gran dictador, José Gaspar Rodríguez de Francia, demostró ser un hombre severo hasta intransigente sin embargo esto era compensado por su dominio de las artes diplomáticas y la realpolitik. Fue un hombre que amaba a su nación y buscó en todo momento proteger a Paraguay y los más desamparados sin embargo esto no significó que no hiciera uso de cualquier método necesario para doblegar a cualquiera que se consolidara como una amenaza para el bienestar de su nación, por más cruel que fuera esta. Aun así fue un hombre que supo consolidar a Paraguay como una nación soberana y mantuvo a raya tanto a Brasil como a Argentina por medio de la diplomacia. Al pasar al segundo hombre fuerte encontramos una notoria disminución en sus habilidades diplomáticas y por lo tanto una confrontación más agresiva con las potencias brasileñas y argentinas. Don Carlos fue un gran militar sin embargo, carecía de una agudeza política ni táctica diplomática la cual era esencial para poder tratar con dos naciones agresivas que lo único que necesitaban era una provocación para atacar Paraguay. Finalmente Don Francisco Solano, el ultimo gran dictador guaraní, resultó carecer totalmente de la sagacidad del zorro maquiavélico, era un león de eso no hay duda pero en el arena política se necesita la sagacidad para evadir las trampas que tienden los rivales. Tal como lo hizo su padre, Francisco respondió a la agresión argentina y brasileña por medio de la intimidación armada. Esto como lo veremos más adelante traería un inevitable colisión entre Paraguay y sus vecinos.
La Inevitable Guerra
Las ya difíciles relaciones entre Paraguay, Brasil y Argentina para 1864 se había vuelto un triangulo de seria confrontación a punto de explotar. Paraguay comenzó a tomar mayores precauciones ante los acontecimientos que se sucintaban en la región, especialmente las movilizaciones militares brasileñas en la frontera uruguaya y su influencia sobre los asuntos políticos y económicos de esta misma nación, las cuales eran alarmantemente más constantes. Para finales de 1850, el gobierno uruguayo se enfrentaba a una situación crítica ya que más de 20,000 migrantes brasileños junto con sus esclavos se habían asentado en el territorio de Río Grande do Sul perteneciente a Uruguay. Cuando el partido “blanco” asumió el poder de Uruguay se estremeció al ver el increíble poder que los colonos brasileños sostenían en el país. Y no era injustificado el gran temor del gobierno uruguayo ante los inmigrantes brasileños ya que conformaban el diez por ciento de la población total de Uruguay y poseían el treinta por ciento de las tierras, las cuales cabe destacar, eran de las mejores para cultivar. El gobierno “blanco” se dio cuenta de la precaria situación que enfrentaba la nación uruguaya ante el poderío brasileño que ya no solo amenazaba sus fronteras sino que se encontraba dentro de ellas. Los gobernantes uruguayos trataron de contrarrestar la amenaza brasileña al restringir la inmigración de más colonos y esclavos procedentes de Brasil e imponer aduanas e impuestos que le permitieran recuperar el control sobre su nación. Sin embargo, pronto se darían cuenta que el poderío brasileño era demasiado poderoso para detener y a esto se sumó la insurrección de los rebeldes colorados. El mes de septiembre de 1864 el Imperio de Brasil decidió intervenir personalmente en la guerra civil uruguaya a favor de los rebeldes “colorados” en contra del gobierno del partido “blanco”. Argentina secundó a Brasil y dio su apoyo a los colorados uruguayos aunque se abstuvo de enviar tropas. El gobierno de Uruguay pidió el auxilio de Paraguay, el cual se había convertido desde hacía unas décadas en una formidable potencia a la altura del Imperio de Brasil o de la Unión de Provincias de Río de la Plata . Paraguay favoreció al gobierno uruguayo y protestó violentamente ante la movilización militar brasileña que prestaba ayuda a los rebeldes colorados en contra del gobierno uruguayo. Don Francisco Solano les recriminó a Brasil y a Argentina sus movimientos, como imperialistas y perjudiciales al balance de poder de la región. La intervención brasileña en Uruguay se convirtió en una alarma para la Republica de Paraguay ya que amenazaba no solo el delicado balance de poder en el Río de la Plata sino su propia seguridad. Por esta razón, Don Solano López se dio a la tarea de mantener independiente Uruguay, pues su independencia era imperativa para el futuro de Paraguay como nación soberana. La absorción de Uruguay a la esfera de influencia brasileña sería desastrosa para los guaraníes pues perderían los únicos puertos amigos que le permitían un comercio con Europa, además fortalecería la ya poderosa posición del Imperio Brasileño. Si Paraguay había de sobrevivir, debía intervenir militarmente a favor de Uruguay.  Haciendo un uso final de la diplomacia, el gobierno paraguayo le envió un ultimátum al Imperio de Brasil, a través del cual dejaba claro que una invasión a Uruguay sería considerada por Paraguay como una deliberada declaración de guerra. El orgulloso gobierno imperial seguro de su posición como potencia regional y con claro menosprecio a la nación paraguaya hizo caso omiso al ultimátum, haciendo sus movimientos militares más descarados en señal de desafío. Don Francisco Solano entendió el mensaje brasileño y preparo a su ejército para el inevitable desenlace. Finalmente el 16 de octubre de 1864 el Imperio de Brasil encendió la mecha que haría estallar a toda la región en llamas, invadió Uruguay.
                                                                                                                                           Continuará...

Una noche más


Luis Mario Chávez Aceves  “Cuervo”


Hoy, como casi todas las noches donde puedo recordar
perpetuaba mi agonía  y ésta no sabía cómo evitar
aquella oleada de sueños errantes que corrían de par
en par ¿Cuánto más tendría que esperar? era mi pregunta habitual
deseaba dormir para olvidar, encontrarme mañana tal cual
o no volver y rendirme  no me quería privar.

Para esas ocasiones cuando la luna se escondía
era está jaula mía, pues de un manto negro me cubría la vista
no era la cortina, era algo más y creo sabía que yo lo merecía
¡Oh sorpresa mía! la voz del reloj comienza  su osadía.

Estaba haciendo algo mal, las luces dijeron  antes 
permanecí atrapado, esperando  sin querer apartarme
miré hacia afuera y todo era igual aún no llegaba el día.
Eso era justamente lo que debía recordar, ¿Y si no volvía?
Una noche como cualquier otra, que se quedó conmigo más
era algo memorable aunque difícil de recordar
púes no me había dado cuenta que este no era mi hogar
esa noche, la noche que me podría ahogar.

La que debía pasar y no pasó, mi decepción llegó.
Estaba  tan confiado que mi sueño se apagó
se descompuso mi reloj, el tiempo no pasó
no se detuvo tampoco más bien me rebasó
me dejó un puñado de dudas, ¿Qué fue lo que ocurrió?

Venenito de manzana


Juan Amador Gaya

Sin buscarle la encontré, 
sin pensarlo abrimos puertas,
puertas encendidas, nuevas y transitadas
edificamos senderos multifacéticos,
los contemplamos y palpamos sin prisas,
recorrimos buena distancia sin pies en tierra.

Sin buscarle le encontré entre mis venas 
y yo me encontré entre sus piernas,
transpiraba a ese olorcito
de manzanita roja en grado madurez 
que acostumbré a comerme
casi a diario de su mano.
Sin buscarle le amarré 
a mis pupilas,
impregné su piel con mis labios
sin saber que me quemaba,
me acostumbré a la intensidad
de sus inconsumibles fuegos,
venenosa manzanita.

Aprendí a arder fuera del camino,
me extravíe en nuestro laberinto
de puertas, escondites y cárceles.
Perdí mi luz a pesar de  vivir en primavera,
caminé como ciego entre espinos,
como buey que corre al matadero.
Deambulando con ese venenito letal
dentro de mí, con esa agonía ferviente
y creciente en mis carnes. 
Mi alma enfermó, los huesos
comenzaron a rechinar y reprocharme.
Lloré profunda y amargamente,
 me abandoné, me  tumbé en medio de nada. 
Cuando perdí mi saber descansé,
minutos después  volví en sí.
Fue así que encontré el  árbol de la vida
él alivió mi alma, mi carne e intimidades.

Delicioso fruto amargo.

(4)


Alejandro Farías

La negra madre
eximia destierra
en pétalos de aserrín
las ínfulas de su sosiego
las cáscaras del pantano
en la fruición del movimiento
urbano
que en su frenesí desconcierta
a los tuertos que deambulan
entre bandadas de humos
entre bocanadas de gente
traga fuegos despostillados
en sereno equilibrismo
de taludes danzantes
en cabriolas abismales
sentadas en los percheros matinales
donde nos arrancamos los sueños
de malabaristas celestinos
que en retruécanos giran
deteriorando mi bombín
y en semejante truco
separarme del mundo
en barcazas de lirios

1.


Samuel Rodríguez

Mientras suena de fondo la rola de amores perros: (a manera de close-up) a un
amigo le apuntan con una pistola por 40 minutos, el ojo derecho me tiembla,
#ABrasilConCorona lidera los trending topics del “gran corral”, el pasaje de San
Juan 3 se le atora en la cabeza a toda la humanidad y jugando poetomancia,
Ernesto Cardenal me repite con su voz volcánica : “Mi deber es ser interprete
vuestro deber (y el mío) es nacer de nuevo.” Todos, pero TODOS tiran
la primera piedra y se retiran con sus pecado(te)s
Amanece el alma, atardece en ti ♫ ♪ ♫ (Fade out)

Esta noche...

Carlos Islas


Esta noche estoy ausente,
de tus sueños e ideas
que quieres transmitirme,
de las estrellas que
penden del negro cielo,
de la luna sonriente
que pretende entrar
por la ventana
y que no la dejo.

Estoy ausente de tus besos.
No es enojo ni molestia,
sólo estoy ausente
de las cosas que me rodean,
lo que está dentro
lo que está fuera
o en medio.

No, tampoco estoy triste,
entiende que estoy ausente,
que es como estar detrás
de la vitrina sin mirar
lo que miras.
No estoy aquí
pero tampoco estoy allá,
sólo estoy ausente.

El tío de Samuel


Hugo Medel Gómez

Es un caluroso domingo y el señor Fabricio,  como todos los días  por la tarde, salía de su jacalito   para sentarse en su vieja silla a ver  el tiempo pasar en la placita de su pueblo, pero esta vez también iba preparado para degustar  unas deliciosas calabazas  cocinadas  por doña Chole, su esposa  desde hace 66 años. Hoy había una gran algarabía en la plaza, la gente se remolineaba  alrededor  del quiosco  y  el señor  no sabía por qué. En  aquel momento pasaba don Pedro por la calle indiferente a aquel bullicio.
    -buen día Pedro.
    - buen día don Fabricio.
   -oiga ¿no sabe usted  porque hay  harto relajo  hoy?
    -Pues que anda ahí  un gringo,  un tal tío de Samuel, se supone que se va echar   un discurso sobre libertad, progreso y no sé qué otras falacias más.
    -y ¿no más pa´ eso viene?
    - dizque también  va abrir una fábrica o un restaurante, de esos en los que sale  en la tele vestido de payasito, “grandonals” o algo así. Aun que  fíjese que no me da buena espina el güerito  canoso, no parece que le guste  el trabajo honrado, el otro día le vi echándole el ojito a cosas que no son suyas y ni se preocupaba mucho en disimular   cuando veía a las chamacas,  sabrá Dios  cuáles serán sus pretensiones aquí.
    -¡Chale!...y ¿no supistes donde ira abrir sus negocios el buitre ese?-
    -allá, al lado de los terrenos del señor Vicente-
    -¡A chinacos!, pero ¿qué no se pidió que se hiciera una escuela allí?
    -pos ya ve don Fabricio, este gobierno  vende hasta lo que no es suyo por unos cuantos dólares.
    -con que así están las cosas don Pedro. Uno que ya es viejo no comprende por qué estas nuevas generaciones le hacen tanta fiesta, si después de todo  sólo es un forastero.
Al finalizar su conversación  con aquel buen hombre, el señor Fabricio decidió comenzar a comer sus calabazas mientras se preguntaba qué clase de comida venderán  en la fonda que abrirá  aquel frívolo extranjero tan ajeno a su pensar.

“Siempre amigos”

Romiro

No tengo miedo a morir
estoy consciente
que thanatos, me acompaña siempre
como consecuencia
desde antes de ver la luz, sentir el agua, el viento y conocer la tierra
pude morir
thanatos, con su  guadaña
puede hacer
hoy o mañana, en la tierra
mi cama perpetua
que lleve mi cuerpo a la oscuridad
de esta manera seremos eternos amigos
como tales
viajaremos por el espacio y el tiempo infinitos
visitaremos planetas inimaginables
donde otros camaradas, nos esperan
para iniciar una nueva senda
a su lado,...