Expresión Libre
domingo, 7 de septiembre de 2014
Venenito de manzana
Juan Amador Gaya
Sin buscarle la encontré,
sin pensarlo abrimos puertas,
puertas encendidas, nuevas y transitadas
edificamos senderos multifacéticos,
los contemplamos y palpamos sin prisas,
recorrimos buena distancia sin pies en tierra.
Sin buscarle le encontré entre mis venas
y yo me encontré entre sus piernas,
transpiraba a ese olorcito
de manzanita roja en grado madurez
que acostumbré a comerme
casi a diario de su mano.
Sin buscarle le amarré
a mis pupilas,
impregné su piel con mis labios
sin saber que me quemaba,
me acostumbré a la intensidad
de sus inconsumibles fuegos,
venenosa manzanita.
Aprendí a arder fuera del camino,
me extravíe en nuestro laberinto
de puertas, escondites y cárceles.
Perdí mi luz a pesar de vivir en primavera,
caminé como ciego entre espinos,
como buey que corre al matadero.
Deambulando con ese venenito letal
dentro de mí, con esa agonía ferviente
y creciente en mis carnes.
Mi alma enfermó, los huesos
comenzaron a rechinar y reprocharme.
Lloré profunda y amargamente,
me abandoné, me tumbé en medio de nada.
Cuando perdí mi saber descansé,
minutos después volví en sí.
Fue así que encontré el árbol de la vida
él alivió mi alma, mi carne e intimidades.
Delicioso fruto amargo.
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