Invoqué a la
paz,
cuando caía
lentamente al precipicio.
Justo cuando me
sentía cansado
de tanto
recorrer sin encontrar
el verdadero
camino.
Un poco
perturbado por el estrés,
decepción y
preocupación.
Su silencio me
hizo dudar y reflexionar,
porque su voz de
esperanza
me lo revelaba
todo inesperadamente.
Inhale repetidas
veces para agarrar impulso
e intentar luchar, mientras que en cada exhalación,
los liberé a
todos...
A los viejos y
nuevos sentimientos,
a las emociones
que paulatinamente
detienen mis
pasos,
a los miedos que
generan ruidos internos,
a las sombras
del pasado y al coraje, entre otros...
No sé cuánto
tiempo pasó,
pero me pude
encontrar a mí mismo;
acaricié mis
ojos y les agradecí
por las
maravillas que me permiten ver,
besé mis manos y
con ellas bendije mi cuerpo.
Por primera vez,
abracé mi esencia,
que me hace
único y especial en esta tierra.
Pude sentir los
latidos de mi corazón,
mientras mi alma
actuaba.
Renací. Volví.
Me amé y me acepté tal y como soy,
con defectos, virtudes y talentos.
Al final, una
chispa iluminó mis pasos
y me condujo
nuevamente a la luz,
a la fe, a la esperanza y a la fortaleza.
Reconocí mi
nombre, el olor de mi sangre
y la importancia
de mi lugar en este espacio.
Hoy mi espíritu
se ha renovado
y elevado su
potencialidad.
Ahora soy otro,
ahora me amo
y me reconozco.
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