Juan Amador Gaya
Estar despierto es un juego,
casi juego a despertarme.
Intentemos extraviar la vergüenza
vayamos sobre machuelos angostos,
ramilletes, signo de bebernos a besos.
Por la tarde en esa zona de ancho camellón
de incontables lugarcitos de gente no común
donde llueve e inundan las nuevas banquetas
improvisemos ahí,
sólo vos y yo en público escenario.
Juguemos a la inmadurez
dejaré las flores,
subamos aquella vieja azotea
las nubes suelen bajar,
se visten de frío para cobijarnos en piel.
Gritemos con equivoco talento,
inmaculada gratitud gocemos,
fluyan nuestras descompuestas carcajadas así,
sí, al sonoro desafino previo al asomo la de luna.
¿Escondidillas?
¡Va!
Juguemos en las grutas de nuestros recuerdos
árbol de verano con fruto verde
arropado con sombra intangible
fulgor enterrado en dichas grutas
vivencias escondidillas tras la frente
nos juega, toquetea sin tregua alguna.
Jugando cartas como el mal de amores
perder por la reina de corazones.
Juguemos nuestra nueva partida,
tú toca, después yo.
Barajeala una y otra vez.
La vida me quitó las espadas,
sólo me queda tu flor.
Al final del día
seguimos en la jugada.
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