También en mí hay algo tuyo a lo que deberían llevarle flores
José Carlos Becerra
I
Llevo en la sangre una niña.
Alguna vez vistió mi piel
y me llevó de la mano
a jugar en el ombligo de la Tierra.
Alguna vez, mas no ahora.
Un día
asumió la soledad
II
¿Cuándo
volveremos a cantar
una de esas rondas
de piecitos incasables?
Salida la cabeza del vientre,
el tiempo abre sus fauces
y comienza a devorar
poco a poco
todo el canto.
¿Cuándo volveremos siquiera
a cantar un verso?
III
Desde el fondo de mis venas
la niña que llevo en la sangre
abre sus ojos
y observa:
El féretro de mi madre
comienza su descenso.
Se traga la tierra el féretro de mi madre
y ella puede ver
cómo su cuerpo se desploma ahí dentro,
cómo truenan sus roídos huesos,
cómo se deforma su incólume figura
como las bolsas de mandado al tocar el suelo.
IV
Algún día se cubrirán de flores
todas las casas abandonadas.
Algún lejano día
(siempre queda lejos cualquier día).
Les saldrán
flores
a todos.
A las casas, las bodegas,
las hojas, los zapatos:
los cuerpos abandonados
les saldrán muchas flores
¿Algún día?
V
Mi madre cruzó la Vía Láctea.
Ahora le toca ser la estrella
que apuntaba con su etéreo dedo índice
ante los ojos de la niña que vestía mi piel.
Mi madre cruzó la Vía Láctea
y se llevó consigo las alas de ángel
que la niña tejía
para acompañarla
VI
Préstame el rumor de tu aleteo,
pidió la niña,
préstame aunque sea
el rumor de cualquier aleteo
...
Pero Dios estaba ocupado
VII
Tengo una niña en la sangre,
sin cobijas ni ropa,
a b a n d o n a d a
Tengo una niña en la sangre
que canta, que gime
una niña en la sangre
que escribe poemas bañados de sol
a los oídos ausentes.
Una vez más
tengo una niña acunada en mi sangre
y es posible que yo muera
de tanta vida
agolpada en las venas
…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario