Llevaba tiempo soportando a mi supervisor
de la casa de empeño, el compa al que me refiero era una patada en los huevos
siempre me estaba mal vibrando, no me decía como hacer las cosa y luego se
paraba el cuello regañándome frente a los clientes. Era un día atareado en la
casa de empeño dando patadas en el culo por las pendejadas que me llevaban a
empeñar y me estaba arriesgando porque ni eso valía lo que me llevaban los
húngaros. En el momento de más trajín a
don Cagastian se le ocurrió ponerse nena
y empezar de lucidito con los clientes y me dijo:
-
Wey, pon el código.
-
No me sé el código.
-
Estás bien pendejo ni los pinches códigos te sabes.
-
¡A mí no me estés pendejiando cabrón, vas y chingas a tu
madre! siempre andas de pinche lucidito cuando están los clientes.
-
Cálmate, wey, no es para tanto.
-
¡Ni madres puto, sigue chingando y te voy a romperla madre!
Cagastian estaba paniqueado porque nunca
me había visto encabronado, pero ya me tenía hasta la madre y decidí que ya
estaba bueno de pendejadas, minutos más tarde fui al baño y sopló la rosa de
Guadalupe o no sé qué pedo, pero en el baño encontré los cigarros de Cagastian
justo cuando terminaba de cagar y dije de aquí soy y procedí a pasármelos por
el culo cuidando de que no se vieran manchas de cagada muy visibles, terminé de
pasarme uno a uno los cigarros y espere mi momento de redención. Vi como uno a
uno se los fumaba y me decía:
-
Saben poquito raro
los cigarros.
A
lo que yo le respondían:
-
¡Me vale madres tus pinches cigarros, ojala y te de
cáncer!
Resistí estoicamente el día sin reírme,
pero llegando a la casa le conté a mis compas el Mayo y el Piccolo, que casi se
mearon de la risa cuando les conté, pero ya no me dejan estar cerca de sus
cigarros, ahora Cagastian debe de tener cólera espero y eso lo mantenga un rato
lejos del empeño para yo poder seguir arriesgando con los cinco pesos y un zape
que les pienso dar a los húngaros por sus prendas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario