El sabor de tus propuestas aladas y celestes viven
enclaustradas en huelga de hambre. Tienen por consigna la solicitud de mi
cabeza en una bandeja antes de volver a la cama. La abstinencia de tus labios
me deshidrata y lleva la piel hasta mis huesos, me faltas.
Causaste la adicción sutil y necesaria para que mi
cuerpo no quiera estar lejos de tus sueños pedestres para que mi dejavú
recurrente de cada amanecer, me atormente, despertar para tomarte por la
espalda, asirme a tus pechos, anclado a tus muslos.
Nuestra cama, esta bestia apolillada que nos pesca
con anzuelos brillantes de deseo, sus sabanas claras parecen alas que nos
elevan casi al punto de tocar el techo, las rígidas almohadas nos estorban al girar
por los lienzos de un Dalí efímero que pintaba tantas caricias como relojes
carentes de manecillas.
Extraño la extrañeza de extrañar tu cuerpo y de tu
cuerpo tu pubis adicción eterna de mis poemas.
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