Yo no creo en el erotismo
mismo padecer de luces,
olvido trasnochado en llamas,
fatídico.
No creo en la sirenas,
ni en Los Angeles,
en las piedras,
no creo en las esfinges
Creo en el murmullo adolorido
de los árboles, en la piel macilenta
de la naranja, en el canto hilarante
del Bere Lele, en la angustia fría
de los días sin sombra, en el sexo
sin condón, desenfrenado, en la mañana
desgarrada, en las flores
Yo no creo beber nalgas
con las pupilas; no creo comprar tangas,
aceites ni anillos vibradores,
lencería, yo no creo en la poesía,
creo en el sonido.
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