El gato negro que habita en mi azotea no es mío, ni de mi madre o hermanos. Es un gatucho de Nadie. Y se comió a la gata. Así que, como es negro, le decimos "El viudo negro". No pica pero sí araña muy feo, deja marcas. Yo sugiero a mis padres que nos comamos al gato en venganza de que él se comió a su novia gata. Pero ellos dicen que no, los gatos no se comen.
-¿Y por qué el gato se comió a la gata? –pregunto.
Mi madre explica:
-El gatito del techo no puede bajar porque no tiene dos patas. Le dio hambre y se comió a la gata.
-¿Y qué tiene que no tenga dos patas? Puede comer pajaritos. ¿Por qué se comió su novia?
-No sabemos si los gatos consideran a las gatas como sus novias –dijo mi papá riendo-, pero un gato sin dos patas no es buen cazador de pájaros ni de ratones.
-¿Y por qué no le dan whiskas o leche? –pregunto.
Mi madre responde:
-Porque es un gato de nadie.
Y así he pasado estos días, esperando que venga Nadie y alimente al gato que se comió a la gata que era su novia aunque papá dice que no. Me da tristeza que no tenga dos patas y nomás se arrastre por el techo en las noches, llorando. Estoy seguro que sus lágrimas son por la gata que se comió, ha de ser feo eso. A lo mejor le hicieron daño los pelos.
Me encanta, es divertido y disparado, como el autor.
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