Una lujosa camioneta aparcó
en medio de un camino maltrecho, que atravesaba el cerro del T… Sus ocupantes
esperaron, sin salir siquiera a echar un vistazo al derredor. Al cabo de media
hora un carro deportivo apareció en dirección contraria a la Cheyenne. Se acercó lentamente. Detuvo
su marcha a escasos metros. Dos sujetos salieron de la camioneta. Uno de ellos
era viejo y de baja estatura, con un bigote blanco poblado pero sin pelo alguno
en la barbilla. Su sombrero era blanco y limpio, pero desgastado y decolorado
por el uso; señal de que se trataba de una preciada reliquia para este
capo, “buscado” por ser uno de los
líderes de la zona occidente del país y lugarteniente de E… , : el narco más
poderoso del mundo, o por lo menos el más famoso. El otro sujeto era su guardaespaldas personal, compañero de
guerras y amigo de toda la vida: A … , pero todos le decían Archi. Así lo llamaban sus amigos
familiares, camaradas y socios de confianza. Pero el resto del mundo lo conocía
por su segundo apodo: “el Birriero”. Sin embargo, este
siniestro personaje no era más que un asesino común y corriente, de pistola
fajada al cinto, pero con la gallardía y la astucia de un zorro, junto con la
rapidez de un duelista. Las atrocidades
cometidas a sus víctimas eran realizadas por profesionales en la materia… bajo
sus órdenes, por supuesto.
Del automóvil deportivo bajaron otros dos
sujetos: el primero era gigantesco, con
una complexión exageradamente delgada y ligeramente encorvado hacia el lado
izquierdo. Su figura era siniestra por sí misma y su rostro, siempre inmutable, obligaba a sacar todo tipo de conclusiones acerca de
su condición mental. Sin embargo se trataba del asesino a sueldo más letal de
la región, puede que del país entero. A
sus escasos treinta y dos años tenía un curriculum bastante nutrido: desde
homicidios vagos hasta magnicidios. Los dos alcaldes que “ visitó”, palabra que él mismo usa
para hacer referencia de sus objetivos, fueron victimados dentro de sus
oficinas, a plena luz del día, ¡ sin que nadie se diera cuenta de nada! Todos lo conocían como el Flaco, pues su nombre, al igual que su
origen e historia personal siempre han sido un misterio.
La otra persona era un joven de por lo menos
veintisiete años, con ropa de diseñador,
tenis deportivos, peinado moderno y una apariencia demasiado inusual para la
ocasión, o más bien para la clase de
personas que se encontraban ahí reunidas.
Sin embargo se le conocía como Güichito,
diminutivo de Güicho, apodo de su recién “asesinado” padre, señor del Bajío y
el Pacífico Sur, líder del segundo
cartel más poderoso del país: los Colorados.
Esta naciente corporación criminal era lo
suficientemente peligrosa como para negociar una alianza, en lugar de iniciar
una masacre entre ambos bandos. Por esa razón don M… se encontraba en ese
remoto lugar, a esa hora del día, esperando a que el nuevo “rey” bajara de su
”carruaje”, para renovar los acuerdos y los negocios concretados con el monarca
anterior.
Güichito descendió de su Charger sin apartar la mirada del celular y no fue hasta que
terminó sus quehaceres virtuales que se dignó a mirar a don M… y estrecharle la mano, para abrazarlo con
efusión posteriormente. Se trataba de una “nueva generación”, pensaba don M...
mientras terminaban los respectivos saludos.
Durante la reunión se habló de malentendidos
territoriales, sobornos para altos mandos policiacos y castrenses, ganancias y
pérdidas económicas en diferentes estados, ejecuciones irremediables y
estrategias para impedir el crecimiento de un nuevo cártel… Todos estos asuntos
tomaron horas. Ya por último, se limaron
asperezas surgidas entre miembros de las dos agrupaciones y se vaciaron una o
dos botellas de whisky… fue aquí cuando
comenzaron los problemas.
La eterna lucha entre la osadía de la juventud
y la mesura de la experiencia fue la verdadera razón de esta riña; sin embargo,
todo comenzó por una nimiedad: un pleito
de faldas. Comentarios mordaces pronunciados fuera de lugar hicieron que don M…
arrojara su trago y amenazara a Güichito de “cerrarle la boca a plomazos”, por
sus calumnias… o verdades insoportables, tal vez. Por su parte, Guichito, era el orgulloso
heredero del mando de los Colorados, pero también heredero del explosivo
carácter de su padre:
-
No se enoje viejo, si
la culpa es de usted por casarse con putas.
-
Mira mocoso pendejo,
si te sientes muy huevudito y te vale
vergas todo lo que tu padre, en paz descanse, hizo… pos a mí me vale todavía
más verga, ¿cómo ves?
-
Que lo que tiene de
viejo, lo tiene de hocicón. Si de querer a los dos pinches rucos se los carga
la verga, o más bien el Flaco.
-
Pos si,
¡ qué vas a saber tú del negocio! siempre has sido un mocoso consentido. Además
si tú crees que éste puede con el Archi,
se nota que también eres un pendejo.
-
¿Quién es el Archi?, ¿Ese cabrón que huele a muerto?
-
Pos
este cabrón de un putazo manda a los dos a chingar a su madre.
-
A poco muy vergas.
-
A poco no, ¡órale mi
Archi! Pártele su madre a esa pinche “tripa”.
Ambos guardaespaldas se miraron por un
momento. Archi dio un paso y el Flaco rápidamente llevó su mano a la cintura
para sacar su pistola. Pero esto no asustó al consumado gangster, el cual se
acercó a su patrón con decisión y le dijo:
-
Patrón, yo puedo
matar a quién usté me diga, no importa que tan cabrón esté la cosa ,usté lo
sabe. Pero la verdá es que yo nunca he sabido alzar los puños. De chiquito me
traían con la punta de la bota, ¡todos! Hasta que empecé a despachármelos. A
uno por uno les fue cargando la chingada… pero pelear, con las manos… pos no,
Patrón. La verdá , yo no me doy un tiro.
Una carcajada aguda y sonora irrumpió la
excusa del temido Birriero, quién
lanzó una mirada de rabia al autor de semejante falta de respeto hacia su
persona: Güichito. Pero nada pudo
hacerse para detener las burlas, ya que inmediatamente don M… tomó a su viejo
amigo de la solapa con una mano y con la otra el rostro:
-
No me vengas con
chingaderas ahorita, Archi.
Mientras tanto, las risas de Güichito
empeoraban la situación:
-
¡No puede ser que…
ja! , El capo más temido del país no sepa defenderse…
-
Yo tampoco sé pelear…
Las risas de Güichito se
detuvieron, incluso el regaño de don M… cesó. El Flaco no era un criminal
popular entre los medios, pero sí en entre los carteles, precisamente por su
capacidad de pasar inadvertido. Era casi inaudito creer que esa leyenda de los
bajos mundos tampoco fuera el fiero guerrero que todos creían que era.
-
La primera persona
que me golpeó fue la primera persona que “visité”. Desde entonces siempre he
resuelto todo con balas, Luis …
Güichito tuvo menos tacto que don M… para
lidiar con esta declaración. Por ello optó por lanzar el dorso de su mano
contra el rostro del sicario con todas sus fuerzas.
-
¡No me tutees cabrón,
que no somos iguales! ¡Cómo que no sabes pelear, pendejo! , ¡Para qué chingados
te pago!
Don M… y Güichito se miraron por unos segundos,
antes de continuar con su respectiva reprimenda. Archi bajaba la mirada, mientras que el Flaco miraba a Güichito sin
dejar de tocarse la mejilla. Las ofensas, groserías y amenazas eran el único
sonido que se escuchaba por aquellos lares, hasta que dos balazos callaron todo
de golpe.
Don M… fue el último en morir. La bala entró
en su pecho y destruyó sus pulmones por recibir el disparo a quemarropa. El Birriero
no se atrevió a rematarlo. Güichito
murió al instante; la bala entró exactamente en medio de sus ojos y destruyó
toda su nuca. Fue la primera vez , y quizás la última, que el rostro del Flaco encarnó el miedo en su más genuina
expresión. Ambos sicarios se miraron a
los ojos y se apuntaron mutuamente. La escena, que duró, apenas unos cuantos
segundos, fue toda una eternidad para ambos, hasta que el Birriero bajó su arma
y habló:
-
Las cosas quedan como
los patrones las arreglaron. Usté dé sus razones con los suyos y yo lo haré con
los míos. Usté sabe que la gente tomada dice y hace pendejadas, don…
-
Don G… don Archi. Ese
es mi nombre.
-
Pos, bueno, don G… lo
veo dentro de un año aquí mismo, o antes si hay fallas.
Se despidieron con una
sonrisa. Cada quien metió a su “patrón” a su respectivo vehículo y avanzaron
hacia lados contrarios.
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