Dos cuerpos en noche cerrada
Una camisa sobre otra y música atrapada en plástico.
Él, espécimen digno de admirarse, muestra los músculos y sonríe al cristal.
Ella, simple como siempre, canta en silencio sin parar
Rodeados de cuerpos indiferentes y aire frío.
Ella trastabilla en su sitio y sonríe, la música cambia y lo vuelve a mirar.
Gestos y sonrisas diluidos en fibra de carbono, miradas interrumpidas por un brazo o por un timbre.
Risas sordas que se escapan por las ventanas abiertas y una mirad directa, sin el rebote del reflejo nocturno.
Romance de vía rápida pagado con papel rosa y tolerancia.
Treinta minutos de risas, gestos e impresiones, basta presionar el botón rojo para que todo desaparezca y la fibra de carbono atrape otros reflejos.
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