Los 90´s, la llegada de nueva tendencias alternativas
alrededor del mundo. Géneros musicales como el grunge eran la nueva voz de unos
jóvenes furiosos, políticamente incorrectos e irreverentes. La contracultura a
las miradas conservadoras de la sociedad. Grupos como Nirvana, Pearl Jam,
Radiohead y su canto melancólico y oscuro con “creep” surcaban las mentes de
estas personas que buscaban ser identificadas, pertenecer a una manada que
tuviera los mismos gustos que ellos. Insultar sus orígenes católicos inculcados
por las familias, con sus valores y leyes era su pan de cada día. ¿El medio?
Espacios culturales, recintos abandonados o en decadencia, bodegas, en fin,
cualquier lugar donde pudieran profetizar los inicios que marcarían a una
generación llamada como la “X”.
Guadalajara, Jalisco México no fue la excepción. Con pesar
en sus decisiones el Ayuntamiento de esa ciudad autorizaba que espacios como el
Teatro Alerife, el Teatro Degollado o El Foro de Arte y Cultura albergara a
estas subculturas y su rock. Lugares míticos como La Concha Acústica abrían sus
puertas. No fue suficiente, Guadalajara necesitaba una catedral que no
estuviera ligada a la religión, un recinto con magia propia, aquel lugar donde
pudieran ser uno mismo los jóvenes sin miedo a las etiquetas de ser
pertenecientes a una secta de Satanás. Nació el Roxy, el vástago maldito por
muchos años de un pueblo ultraderechista.
“La catedral del rock”, en Guadalajara se alzaba como un
lugar místico, lleno de éxtasis musical y un sinfín de conciertos con bandas
nacionales e internacionales. La segunda casa para la juventud tapatía. La
criatura cobraba vida, su creador, el Dr. Frankeistein fue Rogelio Flores
Manríquez. Recupero a un muerto que en décadas pasadas funcionaba como un cine,
inaugurado en 1937 con la proyección “Allá en el rancho grande”, después
vendría la saga de Flash Gordon en el planeta Mongo.
El espacio cultural que daría exposiciones de arte: como la
pintura o como taller para los
interesados en aprender esta forma de expresión humana, la literatura, danza,
teatro y cine fueron otros instrumentos para forjar estos nuevos ideales de la
sociedad. Lo más entrañable fueron los más de 1´000 conciertos que proporciono.
Vagos recuerdos e historias con aventuras que relatan como
vivieron los tapatíos los polémicos conciertos que ahí acontecían. Personas
describen como Manu Chao con su banda “Mano Negra” tocaba en La Concha Acústica
y durante este concierto mencionaba que al siguiente día tocaría en el Roxy. El
organizador, Rogelio Flores platica como consiguieron autorización por parte
del Ayuntamiento, un concierto no planeado estaba a la vuela de la esquina. Los
flayers para promocionar el toquin fueron
hechos en una papelería, con pluma y papel. Al siguiente día filas infinitas
invadían las inmediaciones del Roxy, la policía ponía un cercado para controlar
la euforia de los asistentes. Dos mil personas era la capacidad máxima, afuera
7´000 individuos coreaban exaltados una oportunidad de ver nuevamente, quizás a
Mano Negra. Manu Chao otorgo a sus fans un evento que guardaran en sus memorias
con fervor y amor.
Historias vienen y van. Personas que fueron parte del Roxy,
más su dueño Rogelio Flores marcan que era más que un simple lugar para
presentar estas formas de cultura. Era un templo, con rituales propios del
rock. La forma en que los artistas atravesaban a la multitud para llegar al
escenario que estaba a ras de piso, los camerinos justo al frente de esa tarima
improvisada los obligan a hacerlo.
Las bandas que tocaron en el Roxy son casualmente las
consideradas legendarias. Caifanes, Café Tacuba, La Maldita Vecindad y Cuca que
fueron un parte aguas en la música mexicana; fueron algunos de los escritores del libro negro del
Roxy. Políticos del partido de la ultra derecha mexicana, el PAN lo catalogaban
como un burdel, un restaurante que le daba a sus asistentes cocteles de droga y
“bolsitas” que contenían cerveza. Rogelio Flores declara que a pesar de las
muchas clausuras que sufrió hasta la definitiva en 1998 fueron por esa mirada
de rechazo de los mexicanos persignados, a palabras de él, buscaban escusas
hasta por debajo de las piedras para cerrarlo. Muchas de ellas absurdas y
estúpidas, que nunca pasaron.
Un concierto de los más recordados fue el de una banda en
sus inicios, acabada de nacer; con un
albúm que fue su carta de recomendación para las masas que buscaban música
nueva. “Pablo Honey” álbum de la ya banda legendaria Radiohead fue interpretado
en el Roxy, $50 pesos costó aquel boleto, para la ya agrupación que llena
estadios, con más de mil presentaciones por diferentes partes del mundo. El
vocalista, “Thom Yorke” cargaba con “creep” esa canción catalogada por los
críticos de recién que salió como una llave para los jóvenes suicidas. La
canción es melancólica y cruda. Fueron duros al juzgarla.
El Roxy es leyenda, fue parte de la historia que marco a
muchos de los ciudadanos tapatíos en la década de los 90´s, fue el escape de la
monotonía de la vida diaria, un lugar donde clamaron a personas míticas para la
escena de México e internacional. Sus paredes empiezan a despintarse. El verde
que las cubría en un principio quita al blanco que caracterizaba al recinto.
Posiblemente en esta era moderna, donde lo prohibido es lo tentador, pueda
hacer que el fantasma del Roxy deje de existir y resucitar ese lugar
mitológico. Uno de los pocos sitios cerca de la zona céntrica, la calle de
Mezquitán guarda en sus memorias los miles de adolescentes y adultos que
transitaban por sus banquetas para asistir al Roxy.
La amenaza del Roxy para retornar a sus viejas glorias sigue
latente. El último evento que ahí organizado fue una exposición de arte contemporáneo y la
conferencia Ciudades, bicicletas y futuro
de la movilidad, el cual fue impartido por el músico escocés David Byrne,
ex guitarrista de Talking Heads y
autor del libro “Diarios de bicicletas, en el 2011. Algunos asistentes, así
como reporteros y periodistas sintieron el brillo propio del Roxy, a pesar de
no haber participado en esas épocas de pasión musical urbana. No pudieron pasar
por alto no tomarse una foto o inspeccionar todos sus rincones, ver el templo
del rock en Guadalajara y llenarse de nostalgia.
Efímeros han sido los regresos del Roxy, los tapatíos desean
que vuelva a resurgir de las cenizas. El Ayuntamiento de Guadalajara tiene el destino
de “La catedral del rock” en sus manos. Fue polémico, un lugar muy pequeño para
la demanda de las autoridades de protección civil, posiblemente el burdel que
tanto declaraba el partido político PAN. En Guadalajara existen otros teatros
que fueron construidos en recientes años, el Teatro Diana, Teatro Estudio
Cavaret, hasta el ranchero más mexicano (Vicente Fernández) construyó su Arena
VFG. Los que no vivimos el Roxy
anhelamos ser los próximos en poder relatar a las futuras generaciones que
pudimos ser los elegidos de formar parte el público o alguna banda que
participó en esa catedral. Las promesas siguen circulando. Rogelio Flores
promete el regreso. Y Guadalajara clama a este lugar sagrado para las
subculturas urbanas y para los amantes del rock.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario