Que no nos devore la consciencia
que no nos atrape nunca la sobriedad
para no caer de las estrellas
a mutilar el abismo
con el filo diamante de la voluntad
anónima y obscena
trágica y distraída.
Hermoso Ángel de la muerte
medianoche eterna
serenata roja a la luz de la luna.
Tú que eres Santa y abogada
del pirata y del poeta
del rey, de la prostituta;
que intercedes por nosotros los pecadores
en éste infierno.
¡Líbranos del vulgo
perdona nuestros derroches
aviva nuestra locura!
¡Líbranos, oh Señora
de la nostalgia vacía
del motín sin sangre
del poema sin amor!
¡Danos hoy el beso
que humedece el sueño!
¡Déjanos violar la tentación
y líbranos, oh Santa Madre
de tu divina hoz!
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