Vi desde el monte Twitter el regreso de los 4 jinetes que mencionó
aquella ocasión Juan en la Isla Patmos y que recientemente
menciona Yuval Noah Harari en su obra Homo Deus. Son estos
mismos los que diezman la humanidad de tiempo en tiempo.
Se acercan. Los cascos de estos caballos hacen vibrar la tierra.
Se asoman en distintas localidades, pareciera ser que miden
algún tipo de conducta humana.
Se escuchan guerras y rumores de guerras, pestes (coronavirus-19,
viruela de mono), hambre (escasez de comida e inflación),
muertes. Cuanto más veía sabía que los tiempos se alineaban a
lo dicho por Emmanuel en Mateo veinticuatro seis al ocho.
Vi reagrupándose de nuevo la manada del pálido, blanco, negro y rojo.
Los cuervos comienzan a congregarse de los cuatro puntos
cardinales para volar detrás de estos cuatro paladines para un
prolongado festín de todo lo hollado. No queda nada que respire
a su paso. Los corazones desfallecen ante lo inevitable.
La luz es turbia, las antorchas se obscurecen y los días son cada
vez más largos.
Vi al octavo profeta menor levita cantor Habacuc uno dos al
cuatro fuera del templo clamando voz a cuello a YHWH
“¿Hasta cuándo debo pedir ayuda, oh SEÑOR? ¡Pero tú no
escuchas! «¡Hay violencia por todas partes!», clamo, pero tú no
vienes a salvar. ¿Tendré siempre que ver estas maldades? ¿Por
qué debo mirar tanta miseria? Dondequiera que mire, veo
destrucción y violencia. Estoy rodeado de gente que le encanta
discutir y pelear. La ley se ha estancado y no hay justicia en los
tribunales. Los perversos suman más que los justos, de manera
que la justicia se ha corrompido.”
Su voz tuvo un tono tan grave que fuese como sí las ondas sonoras
se deshidrataran y se desprendiesen en pequeñas partículas
aparentemente desordenadas conformando una nube que cada
vez que los cuatro paladines se daban cita, esta nube aparecía
a un estadio previo a su llegada. La nube recogía este mismo
clamor de las personas a su paso.
Vi al profeta mayor Isaías cuatro uno, desde el pasado en
babilonia diciendo; “En aquel día quedarán tan pocos hombres
que siete mujeres pelearán por uno solo y le dirán: ¡Deja que
todas nos casemos contigo! Nos ocuparemos de nuestra propia
comida y ropa. Solo déjanos tomar tu apellido, para que no se
burlen de nosotras diciendo que somos solteronas”.
Su voz tenía tal eco que conforme pasaba el tiempo más se vigorizaba.
En el monte Twitter esto resonaba fuerte e incomodaba a toda la
población. Ofendía a chicos y grandes. Todos vociferaban dando
grandes voces escritas en sus afilados caracteres preparándose
para una gran hoguera digital.
Vi al profeta menor Amós, productor de higos en Tecoa al límite
del desierto de Judá gritando con urgencia “Buscadme y Viviréis”.
Más adelante volví a ver al profeta mayor Isaías que recibía
palabra y era está: “Olvida todo eso; no es nada comparado
con lo que voy a hacer. Pues estoy a punto de hacer algo nuevo.
¡Mira, ya he comenzado! ¿No lo ves? Haré un camino a través del
desierto; crearé ríos en la tierra árida y baldía.”
Y eso daba esperanza.
Había un lugar donde los paladines no podían entrar, ni ninguna
de sus hueste que pudiera afligir a las personas. Ni los cuervos
eran bienvenidos.
En este lugar había un santuario del cual salían aguas que fluían
por toda la tierra. Este río con sus aguas sanaban toda la tierra
que tocaban a su paso y desembocaba en el océano, esté también
era aliviado y con presteza era llenado de toda criatura marina.
En este lugar se formará un reino expansivo donde habrá
justicia. No habrá ni socialistas ni capitalistas. No volverá haber
injusticias como las que suceden en el Sonora Grill. El agua
no escaseará como en Monterrey. Será un reino soberano como
Jalisco pero sin crimen organizado.
Vi entonces que los cuervos no tenían más comida y estos caían
como moscas al rocío de vinagre blanco puro. No vi otra manera
más que hacerlos vegetarianos y libres de gluten. Al poco tiempo
se hicieron albinos y quedaron ciegos. Desarrollaron un oído
agudo y comenzaron a ser guiados por una mariposa monarca
que la dejó atrás su enjambre y está se equivocó de santuario. Los
cuervos aprendieron a tener dominio propio, eran tan amables y
afables que no chocaban unos con otros.
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