Fuimos padres algún día.
Descubrimos la alegría y la agonía;
todo a gran escala.
Acompañamos a nuestras hijas en la ambulancia.
Les tomamos la mano para que no se asustaran.
Les dijimos que todo iba a estar bien,
que no debían preocuparse por nada.
Nos derretimos de ternura en la noches
cuando se levantaban llorando
y se dormían en nuestros brazos.
Parecían galaxias con esperanza de vida eterna.
Pero murieron. Todas al mismo tiempo.
y con ellas murió toda nuestra alegría.
Nos quedamos solos,
vagando en este planeta como una especie primitiva
sin ningún rasgo de personalidad.
Sin ideas.
Sin tareas pendientes ni futuro.
Condenados a ser carne muerta
pero con vida.
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