Lucas Alamán:
Un aristócrata novohispano frente al movimiento insurgente
Joel Eliasib López Velasco
En la próspera y “muy noble y leal ciudad de Santa Fe y Real
de Minas de Guanajuato nació un 18 de octubre de 1792 Lucas
Alamán Escalada. Sus padres, don Juan Vicente Alaman y doña
María Ignacia Escalada pertenecían a la clase más distinguida de la
ciudad, sin embargo, era la madre de Lucas quien provenía de un
linaje aristocrático y de renombre, siendo esto el gran orgullo del
pensador y estadista mexicano por el resto de su vida. Lucas Alamán
no solo pertenecía a una distinguida familia, su ciudad natal era sin
duda alguna, una de las más prósperas y ricas de todo el imperio
español. Inmerso en este entorno de bonanza y alcurnia, el joven
Alamán comenzaría a forjar su visión del mundo y posteriormente
de su proyecto para un México independiente. Con respecto a
su educación, ningún novohispano podía aspirar a algo mejor.
Formado bajo los cánones de su jerarquía social su instrucción
comprendió todos los aspectos que componían a un caballero criollo
(Young, 2021). La fortuna del joven aristócrata parecía inmejorable,
al igual que su patría, el Virreinato de la Nueva España, su futuro
suponía fortuna y prosperidad. Sin embargo, una ominosa tormenta
se agolpaba en el horizonte que cambiaría el destino de ambos.
La madrugada del 15 de septiembre de 1810, un cura del pueblo
de Dolores, Guanajuato, desencadenó una serie de eventos que
desgarraría el mundo de Alamán. Con el estandarte de la Virgen de
Guadalupe y el clamor por justicia ante un “mal gobierno” lideró a
una enardecida muchedumbre que exigía retribución. Este párroco,
llamado Miguel Hidalgo y Costilla e inmortalizado en las páginas
de la historia mexicana junto con los militares Ignacio Allende
y Juan Aldama lideraron a esa turba hambrienta de libertad que
se fortalecía en número con cada pueblo y villa que pasaban. Si el
movimiento había de consolidarse, era urgente conseguir recursos y los dirigentes ya habían identificado las arcas que servirían a su
causa, la próspera ciudad de Guanajuato. Los eventos que
ocurrirían entre el 26 y e l 28 de septiembre de 1810 en la más
rica urbe del virreinato marcarían el rumbo del primer
movimiento independentista y su desenlace así como la postura de
Alamán frente a ella.
La historia oficial ha adornado la toma de Guanajuato por las fuerzas
de Hidalgo y Allende con loores de victoria y gloria a través de la
épica de “El Pípila'' y la toma de la Alhóndiga de Granaditas. Sin
embargo, los ojos de un joven criollo de dieciséis años atestiguaron
eventos muy diferentes que distaron de ser gloriosos y heroicos.
Alamán sufrió la toma de su ciudad y el saqueó y destrucción de
su hogar y la muerte de sus mentores, amigos y seres amados. La
joya del virreinato padeció una tormenta de fuego, ira y sangre.
Alamán jamás olvidó ni perdonó a los insurgentes por lo ocurrido
en Guanajuato y culpó a Hidalgo como el único responsable de
las atrocidades y violaciones cometidas (Young, 2021). Para él, la
Insurgencia representaría el caos, la destrucción y el horror, sería
el final del próspero, digno y ordenado mundo aristocrático criollo.
Lucas Alamán fue un hombre de su tiempo, un aristócrata formado
por los viejos códigos de la nobleza española. Su identidad estaba
entrelazada con la del virreinato novohispano, era un criollo, un
americano, un patriota. Su amor por su tierra y su legado quedó
plasmado en sus escritos. Pues mientras él era partidario de la justicia
y la libertad se opuso a la violencia y la anarquía. Para Alamán,
Hidalgo y su movimiento solo trajo a Nueva España dolor y violencia,
por eso se opuso y lo denunció con tanto fervor. La tragedia de Lucas
Alamán fue que su mundo y su identidad pertenecían a una época
que había llegado a su fin. Este sucumbió en medio de la tormenta de
llamas y sangre que arrasó, su amada y bella ciudad de Guanajuato.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario