Paola Llamas Dinero
Recibo cartas y poemas escritos a mano nerviosa,
(tinta negra)
poemas anónimos,
letras liberadas en la calle,
sin rostro, sin rastro, contrasto la identidad que
con ellas viene,
aroma de Lobo en las cartas,
aroma de Lobo bajo mi puerta,
en el coche, en la avenida,
veinticuatrodeenerodedosmiltrece,
y crece, crece, y crece,
¡Bruja poeta!
me lo ha dicho.
Escucho el aullar de una bestia
en el espíritu divino que retumba de un poema,
nace en el poema y muere en el silencio.
Mi verso es un poema,
mi pulso, y yo.
Nazco y muero,
en el velo de una noche y el pujido del sol en la
ventana,
el día y la noche vienen,
calaveras de gas tóxico entre las palabras,
nazco y muero en el poema que se rompe.
Ca-tar-sis
me des-hago,
me des-truyo,
me des-morono en
uno
dos
tres
suspiros rotos,
huesos débiles, desfortificados,
temblor de mis dedos
y el cigarro quemándome las yemas.
Si me duele es que estoy vivo, respiro, y me duele,
entonces estoy vivo.
Soy una bestia.
Viene el Lobo y su aroma,
me sigues,
te sigo,
me estoy cayendo
y en la caída hay espasmos,
calor/frío,
y en la caída hay espasmos.
El aullar del Lobo en el poema anónimo,
nazco y muero,
en el poema anónimo.
Se ha metido por mi puerta,
por mi ventana,
en el peor de los casos por mi cuerpo,
y en el mejor se ha quedado en mi alma.
¡Brujo poeta!
anónimo Lobo, bestia,
luz divina.
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