Gene
Jezabel
Siempre
me cayeron mal los “tapos” en los juegos de correr y atrapar al otro. Quizás se
debía a que me parece muy frustrante parar una actividad que te exige ánimo,
agitación y adrenalina para hacerla bien y disfrutarla. Cortar de golpe la
inspiración y el trote mientras “la traes”, además de darle tiempo al cuerpo
para sentir el cansancio que antes ni notabas, da la sensación de que el juego
es eso nada más: un juego.
Comprometerse
con la actividad es no dejar que algo sea más poderoso que conseguir el
resultado. La cosa no se debe parar antes de haber encantado a todos, antes de
haber atrapado a los ladrones o antes de haber dejado a tus contrincantes con
suficientes taches para volverte el mejor contador de pasos largos y cortos.
Por eso, cada vez que algún cobarde paraba el juego para ir a hacer pis o
abrocharse la agujeta, todo tomaba otro ritmo y la pausa bajaba definitivamente
el volumen de las risas de antes. “Tapo” es restar importancia, es creerte más
fuerte que la situación y no tomar en serio tu rol de salvador de ti y de todos
tus amigos.
Entonces
si se vale llenar de paréntesis el juego, también se debería valer pararlo para
siempre, tener la oportunidad de cambiar las reglas o emigrar de bando; incluso
hacer válida la existencia de un solo equipo, donde todos tuvieran encima la
roña. Es algo así como olvidar el motivo por el que has dejado de hablar con
alguien, como ya no saber ni por qué haces algo, simplemente seguir con lo
mismo. Se pierde la credibilidad y el “Lobo, Lobito” se convierte en “niña,
niñita”.
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