Expresión Libre

martes, 11 de febrero de 2014

Encuentro literario del tercer tipo

 
Tonatihu González
 

"Pronto llega un primer mensaje (…)
furioso porque se han equivocado
y le han puesto sándwiches de jamón"

Julio Cortázar.
 
Describir la situación tan singular que viví la noche anterior me provoca una sensación dudosa, entre el desconcierto y el gozo, una extraña catástrofe intelectual que raya en la ficción y el enfático poder realístico de las evidencias que tengo conmigo. No sé cómo actuar ante este vórtice que revuelve cada sentido e idea, y me hace dudar de todo lo que he creído normal.

Era alrededor de las dos de la madrugada, mientras yo terminaba de acomodar archivos restantes de una investigación que ya me había tomado un tiempo de 3 meses, una investigación cotidiana, práctica, por mero requisito aprobatorio. Mi cansancio me doblegaba un poco, y decidí posponer mi tarea noctambula para otro día más prometedor. Cuando efectuaba los últimos detalles que me facilitarían la labor de la mañana siguiente, escuché un extraño crujir en el marco de la ventana que esta sobre la cabecera de mi cama. Era un peculiar sonido, como el de un pequeño martillo dando golpes de otro lado, se asemejaba aquel que caracteriza a los trabajadores de cantera, el cincel y martillo arduamente trabajando sobre la roca, pero en este caso la madera. Sin mucho apuro, adjudique el ruido al golpeteo de una rama en el marco exterior. Agotado, ignoré el ruido y me deslicé bajo las cómodas sábanas y me entregué al deleite del sueño. Al parecer el viento había menguado, el ruido había desaparecido. Un poco acalorado abrí la ventana para que el frescor del aire me adormeciera. 5


Probablemente pasaron dos horas cuando extraños ruidos provocaron que me despertara. Aturdido y un poco extrañado, escuche a la distancia, pero dentro de mí habitación, como susurraban algunas palabras que no entendía, y al mismo tiempo, sonidos provenientes de diferentes ubicaciones de mi cuarto resonaban levemente en mis oídos. Aún un poco adormecido, agudicé mi oído para aclarar exactamente de que parte de la habitación provenían, algunos en el librero que se alzaba frente a mi cama, unos pegados a mi lado izquierdo sobre el buró, y otros en la mesa de trabajo donde había puesto los archivos. Asustado y confundido me levanté de mi cama procurando hacerlo sobre mi lado derecho para evitar el sonido proveniente del izquierdo.
Mientras lo hacía pude ver pequeñas luces que flotaban a diferentes alturas frente al librero, en el escritorio y el lado izquierdo de mi cama. Eran idénticas a las pequeñas chispas que se desprenden de las luces de bengala navideñas con la que juegan los niños, pero estas eran firmes y constantes, no sé desvanecían como aquellas. Conté alrededor de doce luces, tres se movían lentamente sobre mí escritorio, cuatro permanecían más firmes en un punto fijo de mi librero y las otras tres descansaban sobre el buró. Así, procurando no llamar la atención, me levanté despacio y cuidadosamente. Sin fijarme, al estar pendiente de las extrañas luces invasoras, tropecé con la mesa de noche donde descansa siempre un vaso de agua; Al tropezar el vaso cayó prorrumpiendo un estruendo, provocando que los invasores se sobresaltaran, y en el alboroto, tirarán los archivos de mi escritorio, y con un golpe seco, derribarán lo que posteriormente descubrí como un libro que habían estado hurgando.

Ante esa situación me dispuse rápidamente a encender la luz y descubrir por fin qué había irrumpido en mi habitación. Me armé de valor y crucé lo más rápido posible en dirección a la puerta de mi habitación donde está el apagador, cuando lo accioné y la luz brilló en el techo de mi cuarto, mi controversia y sorpresa fueron muy grandes. Las luces eran portadas por pequeños seres verdes y en sus brazos pequeños, con manos pequeñas, se elevaban las antorchas que dieron vida a las luces que flotaban en mi cuarto. Su forma era extraña, flotaban en el aire, de apariencia humeda, intercalaban miradas y sonrisas, y en un lenguaje propio se comunicaban; al ver la bombilla encendida, flotaron hacia ella, y en círculo, tomados de la mano, bailaban una danza giratoria derredor de ella, acompañada de un cántico 6

de carácter muy alegré. Un poco asustado me dediqué a observar esa extraña situación (toda mi razón se había volcado hacia una estupefacción). Cuando terminaron su danza, los pequeños seres se abrazaron, felicitaron y en una fila paralela salieron tomados de la mano (de dos en dos) por la ventana que había abierto.


Justamente cuando el último par de seres salían, aun cantando rescoldos de su canción, logré escuchar las últimas palabras de su cántico: "nopio". Agudizando mi memoria sobre los sonidos que percibí levemente mientras los observaba, rescaté que la canción era una única palabra repetida constantemente y que terminaba así. Al salir estos seres caminé lentamente a mi ventana y la cerré. Me senté sobre el lado izquierdo de mi cama, y me puse a cavilar sobre lo sucedido. Estaba en esas lucubraciones cuando vi que sobre el buró junto a mi cama, había tres pequeñas maletas, obviamente olvidadas por aquellos seres, al momento de abrirlas pude encontrar en ellas, algunos trozos de mangueras de colores, azules y rojas, además de una dotación entera de sándwiches de queso. Y por más que miré y miré entre los sándwiches de queso no había ninguno de jamón.

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