Expresión Libre

viernes, 31 de agosto de 2018

Cinthya Patricia Rodríguez




Invoqué a la paz,
cuando caía lentamente al precipicio.
Justo cuando me sentía cansado
de tanto recorrer sin encontrar
el verdadero camino.
Un poco perturbado por el estrés,
decepción y preocupación.

Su silencio me hizo dudar y reflexionar,
porque su voz de esperanza
me lo revelaba todo inesperadamente.

Inhale repetidas veces para agarrar impulso
e intentar  luchar, mientras que en cada exhalación,
los liberé a todos...
A los viejos y nuevos sentimientos,
a las emociones que paulatinamente
detienen mis pasos,
a los miedos que generan ruidos internos,
a las sombras del pasado y al coraje, entre otros...

No sé cuánto tiempo pasó,
pero me pude encontrar a mí mismo;
acaricié mis ojos y les agradecí
por las maravillas que me permiten ver,
besé mis manos y con ellas bendije mi cuerpo.
Por primera vez, abracé mi esencia,
que me hace único y especial en esta tierra.
Pude sentir los latidos de mi corazón,
mientras mi alma actuaba.

Renací. Volví. Me amé y me acepté tal y como soy,
 con defectos, virtudes y talentos.

Al final, una chispa iluminó mis pasos
y me condujo nuevamente a la luz,
 a la fe, a la esperanza y a la fortaleza.

Reconocí mi nombre, el olor de mi sangre 
y la importancia de mi lugar en este  espacio.

Hoy mi espíritu se ha renovado
y elevado su potencialidad.
Ahora soy otro, ahora me amo
y me reconozco.

Piso 37 / Ernesto Brannan León


Un tumulto está formado, de la banqueta, quince pasos para atrás -amor propio. Todas las opiniones incitan a que no se tire, pero el tumulto ya está formado, su única razón de ser, el morbo.
A saca un cigarro, la paciencia nunca fue su virtud. B, sosteniendo con oficio, busca el ángulo perfecto, para capturar con su teléfono tabla. De C a L hacen cosas parecidas.
Todo esto M es incapaz de ver, si algo siempre ha tenido, es decisión, está arriba, no va a decepcionar.
En el mismo edificio, de la cafetería, atraído por el bullicio, sale S, experto psiquiatra. Tan pronto se incorpora al tumulto, empieza a dar cátedra de suicidio –desde la perspectiva freudiana.
A se interesa por el discurso, el olor de tabaco no llega integro al piso treinta y siete. B está feliz grabando la explicación de S, calcula, a ojo de buen cubero, que cuando menos mil “like” tendrá su video. De C a L hacen cosas parecidas.
Todo el bullicio M es incapaz de escuchar, pero sospecha -con bastante acierto-, que el ambiente abajo, oscila entre una canción de Chico Buarque1 y un texto de Fernando Paredes2.
S llega al clímax de su retórica. Un A -ya sin fumar-, sin poder contenerse, empieza a refutar, con precisión, el planteamiento de S, le hace ver que el psicoanálisis reduce el suicidio a una patología individual, encubriendo las desigualdades del sistema social. Entran en calor. La discordancia llega a los golpes. B, extasiado, vaticina un record de visitas y “Me gusta” en su cuenta. De C a L hacen cosas…
por fin arriba algo sucede.
M por su ventana, regresa a su oficina, sin duda ha sido un hermoso atardecer.
________________________________________
1 “Construcción”, Chico Buarque.
2 “Julia siempre”, Fernando Paredes.

Alejandro Farías






Del tormento
de la noche
apabullante
esa que se cae
siete veces
reflejando en la ventana
la nieve escuálida
emerge tu rostro
formado por nubes…

jueves, 30 de agosto de 2018

Cripsis / Karlos Atl



Con el corazón recién sacado de la muerte
se vuelva de salvia y no pronostique más maldad mi enamoramiento
morada de dolor es mi vida

desde este ayuno de amor
desde esta hambre
gimo
enfundo
la mugre
todo lo que me queda

Se encienda una vela antes de mi velorio
la vigilia me cansa              no me suelta
me revuelco en su misterio durante la noche
un corazón malquisto
tiembla
reconoce su timidez
flaquea
          
           bultuntún y fétido
           emana en el gesto de las gentes sembradas por mi presencia
                                                                avispando un sueño pélvico

Atascada de mi propia experiencia negra
está la vereda de mi columna
nadé
nado en el fango
el cardumen de fanfines no existe salvo en el piélago de mi resentimiento
acodado odio
dinocampus
que
se instala en mí

solo una luz en lo abismal

florea y atrae al serpenteo


                                            zombi
                                            alimento
                                            a la misma muerte que me mata.

Diecisiete Minutos / Meow María


11:42 am
Música melancólica
Desayuno tardío
Asco matutino
11:45 am
Era de esperarse:
Flores descomponiéndose desde hace dos semanas
Moscas
Trastes sucios
Restos de comida espolvoreados en cualquier rincón
De este cochinero de casa
11:47 am
Se quemaron los tres panes viejos
Que serían mi desayuno
11:49 am
Sigue sonando la música melancólica
Aportación de un conocido
Con el que tuve sexo y no recuerdo nada
11:51 am
Fácilmente se le quita lo quemado al pan
No como la tristeza o el hastío
Que necesitan casi intervención quirúrgica
11:52
La mermelada fue la suerte de hoy
La que faltó el día de la pérdida de memoria
11.54 am
Urge que el agua hierva
Para preparar el resto del café
Lo único bueno de esta mañana…
Y la música
11:59
(Suena la nota final de la canción)

Na margarita / Alba Magariño



Nuestros padres dicen que toda la cuadra de la calle 5 de mayo entre Hidalgo y Aldama, era una especie de callejón que albergaba a varias familias, que con el tiempo cada una fue cerrando terrenos. Cuando yo nací sólo habían tres casas en el terreno de la familia López Lena: la casa de la Na Julieta que heredó Na Margarita, su hija; la casa de Na Isabel, también hija de Na Julieta y la casa de mi madre, que había sido antes casa de una de sus hermanas, que había sido antes cocina de hornos de barro de su abuela.
Mi abuela era Na Margarita, dicen que  aunque mi bisabuela levantó la casa, fue mi abuela quien la hizo. Yo les creo. Ella murió cuando yo tenía diecisiete, pero siempre tuve la impresión de que ella era Dios: todo lo que decía, se hacía al instante. Incluso las carnes y verduras, las especias, las esencias parecían danzar con ella cuando cocinaba; no era ella quien las agregaba a las ollas y sartenes, se ponían solas, las movía el corazón y el canto de mi abuela. Dicen, pues, que mi abuela nos salvó.
La casa se había construido con los encargos de su madre, otra mujer diosa que levantó una casa con lo que salía de sus curados y de la carpintería de su esposo que ella administraba para albergar a su familia de cinco hijos. Pero fue mi abuela,  la más pequeña de todos, quien, tras heredar la casa, decidió remodelarla y hacerla más fuerte. Que fue ella quien regañó al arquitecto y le dijo que no importaba lo que él dijera, que su casa iba a ser fuerte, que le pusiera las traves y cadenas que ella ordenaba. “La quiero bien maciza”, eso dijo.  Insisto, a mí me parecía siempre que mi abuela era una especie diosa, siempre sentada en su reposet verde, en medio de la sala, ordenaba a sus hijas y a las muchachas que la ayudaban con la limpieza y la cocina qué hacer, cómo y cuándo: “¿Mientras descasas, por qué no barres?” decía, y se barría al instante.
No era rica, tampoco pobre, al menos,  no cuando fue abuela; era sencillo, tuvo siete hijos y todos quisieron darle la comodidad que ella nunca tuvo en cuanto fueron encontrando trabajo. A veces, mi abuela despertaba de un sueño ligero en el reposet y era como si hubiera tenido algún presagio: “Hay que hacer esto”, decía. Con el tiempo, su carácter y su espléndida sazón haciendo chiles rellenos y mole, se ganó el nombre de Na Margarita López Lena, muy conocida en la primera sección de Juchitán. En su época de abuela le tocó descansar, pero durante sesenta años, desde su infancia, su adolescencia y su madurez, trabajó incansablemente; de su madre aprendió a cocinar y administrar, hija de un carpintero y de una elaboradora de curados, aprendió a trabajar diario, a no depender de un hombre, a hacer de su matrimonio una relación compañera antes que devota.
Yo creo que de uno de esos sueños fugaces decidió reforzar con tanta insistencia su casa. Algo soñó, algo. Habrá soñado, por ejemplo, que un día que  ella y  su compañero ya no estaban, en que sus hijas iban a estar solas, la tierra se sacudía de dolor y que en su penar, arriba de ella, las casas en Juchitán comenzaban a caer como azúcar al piso. Soñaría, quizás, que las hijas que habitaban su casa despertaban de su propio sueño y correrían espantadas viendo todo caer, las vajillas, los cuadros, las figuras de la mesa del santo, la veladora todavía prendida que iba y venía por el piso, soñaría que no podían abrir la puerta de entrada porque el movimiento no permitía tomar con firmeza las llaves; que lo único que pedían era que la casa las protegiera o que el amor de esa casa o sólo el amor; soñaría que por fin abrirían la puerta,  que permanecerían abrazadas en ese rudo estertor de la tierra, un brazo en el cuerpo de la otra, el otro en el marco, y el ruido sería como el mundo entero rompiéndose, el grito de todas las casas heridas, de todas sus personas aterradas, y el polvo, ay, el polvo como niebla en la oscuridad más atroz. El silencio traería noticias terribles, pronto se olvidaría la calma aunque una luciérnaga apareciera de entre el polvo para detener la fe en su caída. Soñaría que estaban solas y que el pueblo iba a llorar por largo tiempo. Ahí mi abuela despertó, y dijo a todos “hay que reforzar la casa”.
De entre todas las casas de la cuadra, las casas con años y años encima, la única que permaneció sin heridas graves, viva y sin heridas aunque con miedo, esa noche del 7 de septiembre y el amanecer del 23, fue la casa de Na Margarita López Lena, de mi abuela, quien nos salvó a mi tía y a mí de no morir sepultadas como, lamentablemente, murieron más de cuarenta hermanas y hermanos en el Istmo de Tehuantepec. De haberlo soñado, ¿quién habría pensado que los sueños nos salvarían?
Un mes después del terremoto, soñé a mi abuela, el único sueño feliz que he tenido desde esa noche. Ella llegaba con toda parsimonia, entraba al patio y nos veía a todos, como confirmando que todo estuviera bien, que ninguno de sus hijos se hubieran lastimado, a todos nos regaló dulces de menta, quería refrescarnos un poco el alma y habló una última vez:

-Hice bien, ya me voy.
-¿A dónde vas, abuela?
-Con tu mamá y tu abuelo, a decirles que están bien.
-Ah bueno, nos los saludas, les dices que los amamos, que muchas gracias por cuidarnos.
-Sí, vuelvo después con ellos.
-¿Nos traes más dulces?

Desperté. Mi abuela vuelve el 31 de octubre, junto con todos nuestros muertos, a habitar de nuevo esta casa fuerte que construyó tan bien, como Dios mismo.

lunes, 27 de agosto de 2018

LSD / Rafael Parra


Caminando entre calles sin alma,
rogando a un cielo sin estrellas,
Gritando al ruido el silencio que mi alma exige.
Incado, impotente, vista al cielo.
Lagrimas sin consuelo al suelo sin freno,
recordé lo que fui, nada en venta la vida
sin precio un cielo sin velo que tape el brillo de tus ojos.
El miedo rompió mi ego, acepte el hecho de ser,
entonces volé de noche, al mirar abajo
vi masas guiadas, selladas, desmembradas,
hablaban pero no decían nada, miraban
pero no observaban nada, la tristeza
me dio un vaso puro de su fragancia.
Volé y volé
Llegué al filo de la vida donde la nada es todo
y reina en nada, mi vida dejó de ser mi vida
y comencé a ser vida, suspendido solo como conciencia,
no mente no ruido solo paz.
Caí sin darme cuenta y cuando vi mi cuerpo,
lástima me dio verlo moverse por placeres impuestos,
su risa falsa, sus placeres confundidos por felicidad.

domingo, 26 de agosto de 2018

Nadie / Sophie Smawley



Escucha la voz
Alguien va a hablar de la nada
Nadie ha apagado la luz para asustar por lo que no se ve
Nadie va a ponerse en una postura de artista, especialista en la piel, de poderoso o payaso.
Nadie deberá sentirse la victima del universo y amenazar con matarse.
Porque todo esto se aprende en la tele.
Porque la idea está hecha, El ser está terminado con una postura.
Porque hablamos de formar figuras sobre la mesa con confeti y semillas.
Y ya oímos que el sentimiento es el fin y no es el significado.
Nadie quiere creerlo, yo tampoco.
Ahora que somos nadie, pero no nada…
La voz se calla, nos deja caer desde una nube
y nos embarramos en los edificios antes de tocar el suelo.

sábado, 25 de agosto de 2018

Telarañas de las piernas / Jair J. González



Piernas tuyas, dos garzas
de alas poderosas
sobre el estanque de las sabanas,
tentáculos y ventosas.
arañas que deambulan y no muerden.
Ingles guardianas en el reino de tu vulva y sus suaves membranas…
Arañar Penetrarlas, abriendo su culpa y su asfixia vertiginosa.
sus mieles paganas
y deliciosas.
Como el rozar de piernas en la caliente tierra.
Piernas Terra,
Recorriendo tus sedimentos orgasmales
y froto, a fricción latente, tus estalactitas
en el cenote mineral de tu vagina, de hábitos subnormales
y succión murciélaga que sonríe
en la comisura labial elástica,
y las piernas abrazadas en la termogénesis
compartida, tuya y mía,
nuestras lascivas cosquillas,
las depravaciones de la carne y los recuerdos mudos e impolutos,
nos atrapan en su reticular trance
de caníbales tragándose el uno a otro,
cada uno, con hambre voraz de orgasmo
y de frenético desborde, de perversiones sin balance…
Piernas, resbalosas
deslizables,
conversación cuadrúpedade caricias sin ojos
intoxicables.
La vorágine de explosiones
interna entreverada, en cuatro piernas
y la batalla de redes de pesca
y pescado, en el colgante anzuelo entre tus piernas
como red que enjaula en la vagina cazadora
reticular gusano
el clítoris devorado por mi ceguera,
fundida guerra, donde los cuatro pies se convierten en sirena
la cuenca, quimera pasional del sexo
que amas a locura, aunque muera.
En solo un sismo,
el terremoto carnívoro
de telúricas vibraciones en la carne.
En aspavientos hirvientes,
y dinámicos
durmientes.
Abominables contracciones.
Como si tus piernas fueran la tierra que se abre
Y me traga,
Como volcán donde lava nos funde
Y mas después me expulsara
Parido de orgasmo
Los dos henchidos y eyaculados
estirando las piernas y retorciéndolas
como cuando mueren las arañas,
después de mezclar el veneno y a sus envenenados.

viernes, 24 de agosto de 2018

MÍ-O / Vocaur


Tú mi espíritu convulso,
mi amor en busca de amor,
mi amor en guerra de amor,
devorador de almas,
resignada respuesta
como el poema salvaje de amor
que brota de tu pecho...
mí-o,
mí-tu,
mí-a,
mí-yo,
mí-grrr...
Floto asmática,
trastornada por las coplas de Manrique;
envuelta en llanto por las noches,
fría por las noches,
grabada en las sabanas de mi cama
con tina negra y sudor.
mi amor de calcio,
mi amor de tierra,
Tu mí-o.

jueves, 23 de agosto de 2018

Jesús Gallegos







Repite el mantra anterior mientras imaginas:

1 Elefantes sentados fumando la cordura de la ciudad a punto de estallar alrededor de un vórtice de estrellas
2 Una biblia de pirámides para los niños que inventarán nuevas drogas
3 Cadáveres adornando como esferas las ventanas
4 Alas de murciélagos en vez de puntos en los poemas
5 Una película donde tú seas el ritual de escribir cien relámpagos y bailar durante trescientos mil días y trescientas mil noches con una espada de halcones en la mano derecha y en la izquierda un cascabel de Júpiter.
6 Caballos llorando a sus parientes muertos
7 Nubes de mercurio siendo acribilladas por revolucionarios locos
8 El cielo bañado de gasolina aullando
9 Un venado de paja con el dolor conectado a un amplificador
10 Todos tus amigos en un frasco de neblina
11 Todos tus sueños en mi pómulo derecho
12 Un revólver ebrio acariciando tu entre pierna y tu entre universo
13 Un revólver acariciando cada letra que fue reescrita en tus mejillas
14 Dos centímetros de distancia entre Xalapa y este poema
15 Un atardecer de colmillos de negros
16 Praderas de tornados violentos acosando tus tobillos
17 Aves en tu cuello fumando bajo noches parisinas
18 Mándalas de neón en el planta de tus pies aullando en festejo de la nueva vida
19 El reino de los planetas rezando un mantra que te escribí
20 Todas las cosas infinitas sagradas irreales creciendo en tu vientre
21 Lai sansai mesdari am