Expresión Libre

sábado, 5 de noviembre de 2022

Cecilia Ibarra


 

Cecilia Ibarra



 

TERRAPLÉN / Paul Carrillo


Aunque a veces esté totalmente equivocado mi país puede ser

todo menos la mancha de sangre encima del mapa. Entonces

me pregunto qué es un mapa y me pregunto qué es un país.

Qué puede significar mapa o país, una mano que sostiene su

extensión a escala y dice, esto es mi país:


                                                                  una historia maquillada por el plomo

                                                                  el desierto con vista al mar

                                                                  en el que bailo y aúllo

                                                                  y me preparo un molcajete de tiempo


Pero nada de eso es un país, se llama historia personal

se llama miedo a no ser. Miedo a estar totalmente equivocado

y que de hecho, una mancha encima del mapa

pueda considerarse un país. Se llama miedo a cruzar el miedo

igual que un indocumentado.

Liber / Jesús Alfonso Silva Iñiguez


Somos un bloque de múltiples cabezas

Y vamos escupiendo ideas por todas partes

Una hidra que se multiplica y se expande

Somos los de los cafés y los bares

Que se presentan con luces tornasoles

Con más dudas que certezas en nuestros escritos

Con voces tartamudas y sumamos nuestras

creencias, de muchas ideas que van así siendo liber.

Piedras de Tetlán / Hugo Medel Gómez

 

Quiero ser una piedra

Como esas de tetlán

Insolente con el tiempo

Canalla de la urbanidad.

Quisiera ser como piedra

Pero de esas de Tetlán

Con una hermosa vista hacia la “city”

y para que a mí me dé primero el sol



La minerva

¿Qué hace una diosa griega perdida en tierras de xal?

Casi monolítica

quizá bañada con aguas de Chapala

me supone contradicción

aquí donde alguna vez se adoro

La caja rápida / Ernesto Brannan


Me llamo Katatsumuri y odio la caja rápida. Detesto su aleteo,

el rápido batir de quince artículos.

-Katsuchan -me dice la encargada al empezar mi turno-. Hoy te

toca la cinco.

Al presionar el botón, el candil pasa de una roja quietud a un

avispado verde. Mis manos pronto tentáculos se arrojan sin

remedio al oleaje sinfónico de un beep.

En las filas vecinas se corre el rumor e inquietos y agitados

se agolpan uno tras otro: la que se estacionó en doble fila, el

que olvidó el wasabi para el sushi, el maestro que en el carro

siempre empuja los pañales y a los gemelos.

–Katsu querido, no olvides leer sobre el milagro económico.

Le digo que sí, que lo veo en la facultad después del turno. Pese

a lo sugerido, en la caja rápida los milagros llegan lentos.

Odio la caja rápida, la cinta transportadora que nunca cesa.

Una lengua larga y negra que se repite a sí misma, que

me repite a mí mismo, doblando con el vértigo de una vida

precaria.

-Katatsumuri el precario -me dicen en la escuela.

De reojo miro a los usuarios en espera, descubro a tres

carros de distancia a la abarrotera del barrio que no deja de

aprovechar las ofertas en sal de mesa.

Soy Katatsumuri, además de la caja rápida odio la sal. La

velocidad con la que seca mis fuerzas. Soy un cuerpo con

la quietud del agua estancada, soy un cuerpo lento con la

velocidad de un sistema caído.

Sin sistema la caja rápida se clausura.

En esos casos toco un timbre, detengo justo a tiempo la cinta y

suspiro con alivio.

Mi identidad lleva una “T” / Sophie Smawley

 


También los ateos agradecen

Agradecen a la nada cuando han sido realmente felices

Escuche que la tristeza se resume en perdida

El ser todo lo absorbe

La voluntad se rompe

Solo es cuestión del habito

Por el mal habito de ir a “trabajar”

Por el mal habito de ir a “casa”

Como cuando se es gordo y no se conoce el buen humor a causa

de la salud.

Que esta realidad hecha de polvo siga formando significados en

nosotros.

El charco en la tierra, el mar en el cielo y el cielo en el charco.

Las raíces de los árboles levantan las banquetas, la lama crece

en las paredes

Dicen que mi lugar natal huele a pura tierra mojada

Que el olvido no nos robe el alma y que el alma sea infinita

Aunque nos cuanticemos en yos

Que en este mundo mortal se puede ser inmortal si se mueve

infinitamente deprisa.

Como mi perro, que esta conmigo y con todos casi al mismo

tiempo.

Soy ecosistema suicida, pero mi alma lleva una “T”

Pues todo lo que hice me ayudo a reflejarme y todo lo que haré

es porque me provocas.

Micro-drama / Jorge Ayala


La orquesta calló, como en picada, siendo eco del inaudito

estallido. Ellos se percataron inmediatamente del error, estando

justo a ras del escenario, era casi obvio; Eduardo frotaría sus

sien derecha con el revólver .357 Magnum, diría, lo

que nadie creía que serían sus últimas palabras, halara el gatillo

y caería sobre un charco de salsa de tomate. Pero sus sesos

deshechos por escarcha de pólvora, se tendieron en el suelo,

abrigándolo de una muerte escarlata.

La violinista de la tercera fila quebró en llanto, se paró de su

asiento y toco el solo más triste del mundo, el público rugió

enervado por la conmoción del disparo, o mas bien, la conmoción

en el cráneo de Eduardo; las mujeres imitaron

a la chica del violín, derramando su confusión en llanto, los

mejores productores de la escena exclamaban extasiados por el

“realismo”, pero los más observadores callaron, dejando caer la

cabeza por el suelo.

El periódico local (amarillista por casualidad) sentenció en el

encabezado: Microdrama termina en mega-tragedia. Declarando

en la primera fila, primer párrafo,

quinta línea: una muerte accidental. Al día siguiente nadie quiso

hablar del tema, todos lo consideraban un suicidio programado

por una mente muy retorcida, aunque entre el cuerpo sinfónico

se rumoreaba que, Rebeca, la violinista que

abrió fuego con sus lágrimas y sus notas, además de ser la

prometida del difunto, se había acostado varías veces con el

encargado de utilería.

El ciego alimentando a sus cuervos / Cesar Corona


Vi desde el monte Twitter el regreso de los 4 jinetes que mencionó

aquella ocasión Juan en la Isla Patmos y que recientemente

menciona Yuval Noah Harari en su obra Homo Deus. Son estos

mismos los que diezman la humanidad de tiempo en tiempo.

Se acercan. Los cascos de estos caballos hacen vibrar la tierra.

Se asoman en distintas localidades, pareciera ser que miden

algún tipo de conducta humana.

Se escuchan guerras y rumores de guerras, pestes (coronavirus-19,

viruela de mono), hambre (escasez de comida e inflación),

muertes. Cuanto más veía sabía que los tiempos se alineaban a

lo dicho por Emmanuel en Mateo veinticuatro seis al ocho.

Vi reagrupándose de nuevo la manada del pálido, blanco, negro y rojo.


Los cuervos comienzan a congregarse de los cuatro puntos

cardinales para volar detrás de estos cuatro paladines para un

prolongado festín de todo lo hollado. No queda nada que respire

a su paso. Los corazones desfallecen ante lo inevitable.

La luz es turbia, las antorchas se obscurecen y los días son cada

vez más largos.

Vi al octavo profeta menor levita cantor Habacuc uno dos al

cuatro fuera del templo clamando voz a cuello a YHWH

“¿Hasta cuándo debo pedir ayuda, oh SEÑOR? ¡Pero tú no

escuchas! «¡Hay violencia por todas partes!», clamo, pero tú no

vienes a salvar. ¿Tendré siempre que ver estas maldades? ¿Por

qué debo mirar tanta miseria? Dondequiera que mire, veo

destrucción y violencia. Estoy rodeado de gente que le encanta

discutir y pelear. La ley se ha estancado y no hay justicia en los

tribunales. Los perversos suman más que los justos, de manera

que la justicia se ha corrompido.”

Su voz tuvo un tono tan grave que fuese como sí las ondas sonoras

se deshidrataran y se desprendiesen en pequeñas partículas

aparentemente desordenadas conformando una nube que cada

vez que los cuatro paladines se daban cita, esta nube aparecía

a un estadio previo a su llegada. La nube recogía este mismo

clamor de las personas a su paso.

Vi al profeta mayor Isaías cuatro uno, desde el pasado en

babilonia diciendo; “En aquel día quedarán tan pocos hombres

que siete mujeres pelearán por uno solo y le dirán: ¡Deja que

todas nos casemos contigo! Nos ocuparemos de nuestra propia

comida y ropa. Solo déjanos tomar tu apellido, para que no se

burlen de nosotras diciendo que somos solteronas”.

Su voz tenía tal eco que conforme pasaba el tiempo más se vigorizaba.


En el monte Twitter esto resonaba fuerte e incomodaba a toda la

población. Ofendía a chicos y grandes. Todos vociferaban dando

grandes voces escritas en sus afilados caracteres preparándose

para una gran hoguera digital.

Vi al profeta menor Amós, productor de higos en Tecoa al límite

del desierto de Judá gritando con urgencia “Buscadme y Viviréis”.

Más adelante volví a ver al profeta mayor Isaías que recibía

palabra y era está: “Olvida todo eso; no es nada comparado

con lo que voy a hacer. Pues estoy a punto de hacer algo nuevo.

¡Mira, ya he comenzado! ¿No lo ves? Haré un camino a través del

desierto; crearé ríos en la tierra árida y baldía.”

Y eso daba esperanza.


Había un lugar donde los paladines no podían entrar, ni ninguna

de sus hueste que pudiera afligir a las personas. Ni los cuervos

eran bienvenidos.

En este lugar había un santuario del cual salían aguas que fluían

por toda la tierra. Este río con sus aguas sanaban toda la tierra

que tocaban a su paso y desembocaba en el océano, esté también

era aliviado y con presteza era llenado de toda criatura marina.

En este lugar se formará un reino expansivo donde habrá

justicia. No habrá ni socialistas ni capitalistas. No volverá haber

injusticias como las que suceden en el Sonora Grill. El agua

no escaseará como en Monterrey. Será un reino soberano como

Jalisco pero sin crimen organizado.

Vi entonces que los cuervos no tenían más comida y estos caían

como moscas al rocío de vinagre blanco puro. No vi otra manera

más que hacerlos vegetarianos y libres de gluten. Al poco tiempo

se hicieron albinos y quedaron ciegos. Desarrollaron un oído

agudo y comenzaron a ser guiados por una mariposa monarca

que la dejó atrás su enjambre y está se equivocó de santuario. Los

cuervos aprendieron a tener dominio propio, eran tan amables y

afables que no chocaban unos con otros.

Me comí el útero a mordidas ( Fragmento) Intestinos / Diana Noble


El amor me revienta los órganos

nada de sutilezas

o canciones melosas

no, tajante golpe

certero corte.

¡Zaz! ¡Zaz!

¡Raz, ¡Trazzz!

Feroz, preciso,

corte perfecto,

y mis intestinos cubiertos

de flores.

¿Y el aroma a estiércol?

No puedo pensar...

El perfume de sus ojos

impregna

las paredes de mis tripas.

Qué razón ni que ocho cuartos,

la sangre me hierve

y mis intestinos

lo saben.

Estoy prendida a su piel

como espina,

en mi ser la sangre florece

y brilla,

beso su cuello

quedo fluorescente,

encendida,

preñada de luz

Se vislumbra mi felicidad

desde las nubes

¿Y los intestinos?

¿Mis intestinos?

Son juegos artificiales

explotando,

el amor los vuelve locos

corren de un lado a otro

de mi estómago

esperando que mi estúpido cerebro

se dé cuenta

de que el amor

ha barajado sus hilos

y me tiene paralizada.

No hay remedio

sucedió,

el amor entró por las pupilas

sin entendimiento humano

que frenará los bríos

mi mente no deja de cargar

las emociones

no puedo detener los sentimientos

menos,

que mis intestinos defequen miel

por todos los poros.

Soy / Enrique Guízar

 

Soy el verde en el uniforme

del idiota asesino

peleando ignorante la inútil guerra de su majestad.

Soy el blanco en la piel del que oprime

a mi “paisa” el mojado.

Soy el rojo en la sangre

del dios que impusieron

con sable y fusil a nuestros ancestros.

Soy la bandera invertida,

invertida la cruz.

Soy el cansancio del campesino

la desmotivación del obrero;

la sequía y el desempleo.

Soy la vergüenza del salario mínimo,

la esclavitud disfrazada de trabajo digno.

Soy la demagogia en el grito de independencia

soy el laberinto de la soledad.

Soy el nepotismo y el beso de Judas

la incongruencia de los intelectuales

el sarcasmo de los artistas.

Soy Santa Ana vendiendo su patria

la muerte en vano de Villa y Zapata.

Soy la fe del obispo pederasta

y el precio de la extremaunción.

Soy el amor honesto de las prostitutas

la noche triste sin árbol del presidiario.

Soy lágrimas ácidas de un cielo contaminado

el que no tranza no avanza

y el cielito lindo.

Soy la cucaracha

que no camina sin la mariguana

otro revoltoso asesinado por el estado.

Soy las ruinas ancestrales que no se encontraron

y los monumentos de cabeza hueca.

Soy el estanque de la decepción

la pasividad, un mal interprete de la rebeldía.

Soy la Malinche, el hijo de la chingada.

Soy Todos y Nadie, soy México…

y me doy asco.

Zombis / Samuel Rodríguez

 

Fuimos padres algún día.

Descubrimos la alegría y la agonía;

todo a gran escala.

Acompañamos a nuestras hijas en la ambulancia.

Les tomamos la mano para que no se asustaran.

Les dijimos que todo iba a estar bien,

que no debían preocuparse por nada.

Nos derretimos de ternura en la noches

cuando se levantaban llorando

y se dormían en nuestros brazos.

Parecían galaxias con esperanza de vida eterna.

Pero murieron. Todas al mismo tiempo.

y con ellas murió toda nuestra alegría.

Nos quedamos solos,

vagando en este planeta como una especie primitiva

sin ningún rasgo de personalidad.

Sin ideas.

Sin tareas pendientes ni futuro.

Condenados a ser carne muerta

pero con vida.

Los “Sin Sombra” / Elizabeth RH



Así se conocen realmente. No son ni “marcianos”, ni

“extraterrestres” ni “seres inter-espaciales”; son los “Sin

Sombra”, o los S.S. para aquellos que quieran ahorrar

saliva. No se sabe si vienen de algún planeta en específico,

o de alguna galaxia a la que pertenezcan, siempre tuve

entendido que son algo así como nómadas aventureros, que

gustan de capturar nueva información de cada mundo al

que van, en son de paz, claro.

Mi abuelo decía que son idénticos a nosotros, aunque

en algunas ocasiones más presentables. Él dijo haber

convivido con muchos, fue de su boca que sé todo acerca de

los S.S. Me contó – en uno de esos días en los que estaba

de buenas para platicar–, que los Sin Sombra se afiliaban

al ejército “humano” para aprender de la guerra, como

simples espectadores (mi abue comandó una tropa después

del Porfiriato y todo eso) y que a su vez, los militares

gozaban de las altas tecnologías que les traían de afuera

los S.S. Mi abuelo decía que habían luchado en tantas

guerras que él ya no estaba seguro si los que ganaban eran

humanos o los S.S. Así que en un principio, el contacto con

los seres extranjeros era meramente militar, pero se dice

que les gusto tanto la Tierra que a veces vienen de turistas,

a mirar una que otra maravilla mundial a la que no hayan

dedicado mucha atención en los milenios pasados.

Admito que la primera vez que mi abuelo me habló de

ellos ni le creí; viejo decrepito, se estaría volviendo loco en

el asilo, pensaba yo con ganas de no volver a verlo. Pero

eran tan convincentes sus historias y tan novedosos sus

cuentos, que terminé creyéndole más a él a lo que cualquier

revista de OVNIS pudiera aludir sobre los hombrecillos

verdes. Así que, después de algunas cortas anécdotas,

comencé a visitar a mi abuelo, cada sábado sin faltar, para

que siguiera hablándome sobre los misteriosos S.S. y de

algún otro detalle de su juventud.

– ¿Y por qué les dicen los “Sin Sombra”?¬ –le pregunté

curioso en una de nuestras sesiones.

Él simplemente se acomodó en su silla y con toda la voz de

la experiencia y el conocimiento, comenzó a explicar que

ese apodo lo tenían ya que en sus tierras natales carecían

de ese cuerpo oscuro que los siguiera a todos lados pues en

los lejanos lugares de espacio no hay un Sol que ilumine

algunas facciones y haga oscurecer a otras. Y al ser así,

cuando vienen a nuestro planeta, caminan y se mueven sin

una sombra que los acompañe, pues nunca tuvieron una.

– Eso es lo que los hace diferentes a nosotros, hijo –me dijo

al final–. Eso y que chasquean mucho la lengua –miró al

techo como recordando algo, haciendo ese sonido con la boca.

Dos años después de que me empezara a hablar sobre los

S.S. el abuelo murió. Creo que el haberse ido tan pronto y

el que yo creciera sin volver escuchar nunca más sobre esos

cuentos chinos, me hizo dejar de creerlos. Claro que ahora,

a los 17 años, esas cosas son niñerías y absurdas

tonterías. Pero bueno, al menos pude recabar buenos

recuerdos del abuelo, aunque sean muy bizarros…

Esta mañana volví a ver a Marcie Anna, una chica que conocí

en una reunión escolar, que viene de un país extranjero y

con la que llevo saliendo un mes. Creo que pronto podríamos

pasar a algo interesante. Fuimos a comer a Polanco y la

acompañé a casa, se detuvo frente a la puerta de entrada

y me dio un beso que me mandó directo al espacio sideral.

-Te veo mañana- susurró con el tono y acento de un Español

apenas aprendido, y acto seguido tronó la lengua de forma

graciosa, costumbre quizá de su nación.

La despedí en la puerta y regresé a mi camino hacia el metro.


De pronto, pensé en mi abuelo. Es de esos pensamientos que

te vienen de pronto, sin mucho sentido y que se te meten al

cerebro como si fueran importantes. No le presté atención

a la imagen del viejo, sentado en su silla de costumbre

junto a la ventana, tomándose agüita de arroz mientras me

hablaba de cuentos e historias del espacio...

Salí del metro y del andén, subiendo las escaleras. Mi

sombra se alargó al frente cuando salí de la estación y el

sol me golpeó la espalda. Mi yo oscuro se extendió, como

un gemelo larguirucho al que tampoco debería prestar

atención. Nadie presta atención a su sombra. Menos a la

de su novia extranjera. Porque Marcie Anna tenía una

sombra, ¿cierto? Con tantas cosas buenas que ver en ella y

en su cuerpo esbelto, a quién le importa una sombra...

Y a quién le importa el cuento loco de un abuelo que hablaba

de extraterrestres como si fueran tan reales como

las guerras en las que peleó.

No me moví de mi lugar, mientras la gente pasaba a mis costados.


La sombra debajo de mí se quedó allí como recordándome

de dónde vengo y de qué planeta soy. Chasqué la lengua

junto a mi mejilla, averiguando. Era el mismo sonido que

ella había hecho, ¿cierto?

Alcé los ojos al cielo como si recordara al abuelo, haciéndolo

para mí, como una demostración y prueba de su historia

sobre los S.S. ¿Cómo había sonado? ¿Cómo fluía su sombra

a la luz de la ventana? Tenía sombra... Sí. No lo recuerdo.

De esos detalles, ¿quién se acuerda? ¿Quién presta atención

siquiera a los abuelos hoy en día?

Antes de las palabras / Guillermo García


Antes de las palabras éramos todo.

Formábamos parte del mundo,

de la naturaleza como creación perfecta.

El caos llegó a nosotros junto con las palabras…

Pájaros cantando, el sonido del aire

y las hojas de los árboles en movimiento,

el olor de la tierra húmeda, la tranquilidad del hogar.

Éramos la naturaleza,

manteníamos un equilibrio natural no pensado.

Contemplábamos, no criticábamos.

Recorríamos el mundo en busca de comida

y un lugar donde refugiarnos del frío,

la lluvia o el sol.

No en busca de petróleo,

oro o tierras que conquistar.

Escuchábamos al viento,

al río, al mar, al canto de las aves

y el murmullo de los bosques.

Aprendíamos de la madre tierra,

de la organización de las hormigas,

del cambio que sufren las orugas o las águilas.

No a la caja de pandora que muestra la decadencia del hombre,

la venganza, el odio, el fanatismo, el ruido, o la violencia.

Antes de las palabras no había pensamiento,

no se perturbaba el hombre.

No dividía, no separaba,

pero con ello vendría

el conocimiento de las cosas,

del mundo.

Las palabras le dieron una identidad a todas las cosas,

animales y lo que hay en la naturaleza.

Identidad que sólo le sirve al hombre

para sentirse superior al resto de la creación.

Se le dio un nombre a cada elemento del mundo,

se le conoció y después se le olvidó.

Sólo quedó el nombre en la mente, una idea, un juicio.

Las palabras dieron vida a nuevas palabras,

y se nombraron las pasiones, la maldad,

la bondad, los vicios, las virtudes;

surgió el pensamiento.

Unos descubrieron que se podía volar con las ideas

y otros decidieron que se podía destruir con las mismas.

Su comportamiento fue peor que los animales más salvajes.

Mataron más de lo que se podían comer,

acumularon más de lo que podían aprovechar,

sometían a sus semejantes y destruyeron la naturaleza.

Antes de las palabras…

El canto de la vida,

después palabras bonitas que simulaban el canto…

Después la desesperación, la frustración,

el miedo, el odio, el grito…

La soledad, el abandono,

el silencio… después…

Antes de las palabras…

Lucas Alamán. Un aristócrata novohispano frente al movimiento insurgente / Joel Eliasib López Velasco

 Lucas Alamán: Un aristócrata novohispano frente al movimiento insurgente Joel Eliasib López Velasco En la próspera y “muy noble y leal ciudad de Santa Fe y Real de Minas de Guanajuato nació un 18 de octubre de 1792 Lucas Alamán Escalada. Sus padres, don Juan Vicente Alaman y doña María Ignacia Escalada pertenecían a la clase más distinguida de la ciudad, sin embargo, era la madre de Lucas quien provenía de un linaje aristocrático y de renombre, siendo esto el gran orgullo del pensador y estadista mexicano por el resto de su vida. Lucas Alamán no solo pertenecía a una distinguida familia, su ciudad natal era sin duda alguna, una de las más prósperas y ricas de todo el imperio español. Inmerso en este entorno de bonanza y alcurnia, el joven Alamán comenzaría a forjar su visión del mundo y posteriormente de su proyecto para un México independiente. Con respecto a su educación, ningún novohispano podía aspirar a algo mejor. Formado bajo los cánones de su jerarquía social su instrucción comprendió todos los aspectos que componían a un caballero criollo (Young, 2021). La fortuna del joven aristócrata parecía inmejorable, al igual que su patría, el Virreinato de la Nueva España, su futuro suponía fortuna y prosperidad. Sin embargo, una ominosa tormenta se agolpaba en el horizonte que cambiaría el destino de ambos. La madrugada del 15 de septiembre de 1810, un cura del pueblo de Dolores, Guanajuato, desencadenó una serie de eventos que desgarraría el mundo de Alamán. Con el estandarte de la Virgen de Guadalupe y el clamor por justicia ante un “mal gobierno” lideró a una enardecida muchedumbre que exigía retribución. Este párroco, llamado Miguel Hidalgo y Costilla e inmortalizado en las páginas de la historia mexicana junto con los militares Ignacio Allende y Juan Aldama lideraron a esa turba hambrienta de libertad que se fortalecía en número con cada pueblo y villa que pasaban. Si el movimiento había de consolidarse, era urgente conseguir recursos y los dirigentes ya habían identificado las arcas que servirían a su causa, la próspera ciudad de Guanajuato. Los eventos que ocurrirían entre el 26 y e l 28 de septiembre de 1810 en la más rica urbe del virreinato marcarían el rumbo del primer movimiento independentista y su desenlace así como la postura de Alamán frente a ella. La historia oficial ha adornado la toma de Guanajuato por las fuerzas de Hidalgo y Allende con loores de victoria y gloria a través de la épica de “El Pípila'' y la toma de la Alhóndiga de Granaditas. Sin embargo, los ojos de un joven criollo de dieciséis años atestiguaron eventos muy diferentes que distaron de ser gloriosos y heroicos. Alamán sufrió la toma de su ciudad y el saqueó y destrucción de su hogar y la muerte de sus mentores, amigos y seres amados. La joya del virreinato padeció una tormenta de fuego, ira y sangre. Alamán jamás olvidó ni perdonó a los insurgentes por lo ocurrido en Guanajuato y culpó a Hidalgo como el único responsable de las atrocidades y violaciones cometidas (Young, 2021). Para él, la Insurgencia representaría el caos, la destrucción y el horror, sería el final del próspero, digno y ordenado mundo aristocrático criollo. Lucas Alamán fue un hombre de su tiempo, un aristócrata formado por los viejos códigos de la nobleza española. Su identidad estaba entrelazada con la del virreinato novohispano, era un criollo, un americano, un patriota. Su amor por su tierra y su legado quedó plasmado en sus escritos. Pues mientras él era partidario de la justicia y la libertad se opuso a la violencia y la anarquía. Para Alamán, Hidalgo y su movimiento solo trajo a Nueva España dolor y violencia, por eso se opuso y lo denunció con tanto fervor. La tragedia de Lucas Alamán fue que su mundo y su identidad pertenecían a una época que había llegado a su fin. Este sucumbió en medio de la tormenta de llamas y sangre que arrasó, su amada y bella ciudad de Guanajuato.