Expresión Libre

martes, 15 de marzo de 2022

MM (Martín Magdaleno)

 



Oración / Enríque Guízar López



Que no nos devore la consciencia

que no nos atrape nunca la sobriedad

para no caer de las estrellas

a mutilar el abismo

con el filo diamante de la voluntad

anónima y obscena

trágica y distraída.

Hermoso Ángel de la muerte

medianoche eterna

serenata roja a la luz de la luna.

Tú que eres Santa y abogada

del pirata y del poeta

del rey, de la prostituta;

que intercedes por nosotros los pecadores

en éste infierno.

¡Líbranos del vulgo

perdona nuestros derroches

aviva nuestra locura!

¡Líbranos, oh Señora

de la nostalgia vacía

del motín sin sangre

del poema sin amor!

¡Danos hoy el beso

que humedece el sueño!

¡Déjanos violar la tentación

y líbranos, oh Santa Madre

de tu divina hoz!

Siempre que sueño que me muero... / Elizabeth RH



Siempre que sueño que muero, es porque alguien me mata. No

hay nadie conocido alrededor. Y siempre usan un cuchillo.

Nunca pistolas, ni cuerdas, ni golpes, nada más. Cuchillos. El

primero que tengo en mi armario de sueños ocurrió en la primera

casa donde viví. Me refiero al sueño, porque en ese entonces,

mi hermana y yo vivíamos en otra casa con mi madre, y ya incluso

había entrado ya a la Prepa.

En el sueño... Estaba yo sola, buscando a mis papás. Tenía el

uniforme de la primera secundaria a la que asistí: Blusa polo

con cuello y filos en las mangas de color café, falda de tablones

de tela escolar color caqui. Era la tarde, muy cerca del anochecer.

Entré por la puerta, hacia la sala, llamándolos. Tenía que

decirles algo o ellos a mí. No recuerdo quién debía decir qué a

quién, pero sé que había algo para decirse.

De pronto, del pasillo que llevaba a las recámaras, apareció

una persona. Un hombre. Joven. Jamás en mi vida lo había

visto y jamás en mi vida lo volví a ver. Pero me sonrió, familiar,

amable. Como si nos conociéramos de años y pudiera sentirme

confiada con él allí. En ese entonces, yo tenía como 15 años,

dentro y fuera del sueño. La idea de ver a un muchacho alto,

guapo, de cabello castaño y desaliñado, parecía inofensiva,

como de película romántica... Especialmente sonriéndome así.

La búsqueda por mis papás quedó en el olvido, porque él se

quedó en medio del umbral que separaba sala de los otros cuartos,

para abrir sus brazos y esperar por mí. Sin dudarlo, yo

corrí para meterme ahí dentro. Sus brazos me envolvieron. La

cabeza me quedó a la altura de su pecho, olía a colonia fresca,

su mentón encima de mi cabeza. Sin una palabra, nos quedamos

así por largo tiempo.


Entonces, nos vimos a los ojos. Su mirada no tenía color, pero

era tan tranquila que me hipnotizó. Literalmente. Porque no

pude mover más la cabeza, ni el resto del cuerpo, sólo con la

vista fija en su gesto amable, sintiendo el punzón de un objeto

atravesando la parte alta de mi vientre, cerca del lado izquierdo.

Como una película en la que eres capaz de ver más de un

cuadro y no sólo lo que el protagonista vería, yo podía ver el cuchillo

de cocina entrando suave y lento, como tomándose tiempo,

para quedarse allí metido, la mancha roja oscureciendo mi

blusa blanca de uniforme, mi cuerpo petrificado, ni tembloroso,

ni angustiado, ni doloroso. Pero la sensación del objeto traspasando

ropa, piel y órganos, la calidez de la sangre, eran claras.

Hasta pude sentir el calor mojando mis zapatos negros que usaba

en la secundaria. Y mientras veía todas las imágenes en mi

cabeza, veía al mismo tiempo su rostro tranquilo.

Él jamás dejó de sonreír. Ni siquiera sentí decepción, ni tristeza,

ni enojo. Me mató con una sonrisa. Y yo lo dejé hacerlo, con

otra igual de grande en la cara.

Entonces desperté.

Cuántas veces morimos / Jesús Silva

 



Cuántas veces morimos

Yo ya cuento decenas

Una más dolorosa que la anterior

Morimos cada vez

Que alguien que lleva

Una parte de nosotros se va

Nos complementamos unos a otros

Y al final somos partículas de los demás

Que se esparcen

El último paso es dejar

Este plano de existencia

Para hacer morir un poco

A los nuestros

Morir fue maravilloso / Cynthia Rodríguez

 


Entre nubes grises, olores a flores y vientos helados me despidieron

Mi cuerpo aún tenía vida pero mi alma había volado

Escuché a lo lejos algunos lamentos,

Observé ojos lluviosos

Y la tristeza en el rostro de los que me amaron

Había cánticos y oraciones

Bullicio y movimiento, pero cuando entraba el silencio, lo sacudía

todo...

Recuerdos a flote

Sopresa y desconsuelo

Aroma a café

Coronas con expresiones de amor

Música para despedirme.

Poco a poco empecé a dormir

Dejé de escuchar y entre en plenitud

Todo se desvanecía lentamente

Mis sentidos se estaban llendo

El camino a la eternidad abría sus puertas para mí.

Las oraciones y las luces eran lo único que me acompañaba a

emprender ese viaje, ese al que me tocaba morar sola.

Había llegado mi momento

Se había ido todo

Fue como si renaciera y me tuviera que encontrar conmigo misma.

A pesar de la soledad, me sentía observada

Como si en todo momento alguien fuera junto conmigo

Mis pies sentían el pasto en la oscuridad

Mi túnica era transparente y larga

Fue extraño pero no tenía miedo

Las nubes grises me llevaban junto a la Luna

Caminé, caminé, caminé sin encontrar un fin

Hasta que me dormí debajo de un árbol.


Una paz inigualable me acariciaba

Me hacía sentir gozo

El aire iba y venía

Acariciaba mis mejillas...

¡Levántate! Después de mucho tiempo, escuché en mis oídos.

Era una voz dulce y suave

Acompañada del sonido de un arpa

Lentamente abrí mis ojos y mi cielo seguía gris

Las estrellas estaban más cerca

Las contemplé como nunca antes

Con un brillo maravilloso y resplandeciente.

Me puse de pie y seguí la luz que se reflejaba en el suelo de mis

pies descalzos

Sabía que mi camino era aún largo.

Todo era extraño, pero nunca tuve miedo

Sabía que tenía que seguir

Ni siquiera sentía sed

Solo una enorme necesidad de llegar al final.

Ahí estaba yo, sin nada material

Sin nadie de mi mano

Sin mi familia

Como si nada me faltara y lo tuviera todo.

Llegué a un lugar de muchas puertas, con la incertidumbre de

no saber por dónde ir, o cuál abrir.

Me detuve. Dudé. No supe qué hacer.

El cielo me regaló un mensaje:

Me proyectó la película de mi vida.

Regresar el tiempo fue un regalo

Fue un momento de contemplación y meditación.

Habían pasado horas pero yo no entendía, las puertas seguían

cerradas.

No entendía la señal

Seguía sola, sin saber qué hacer.


Decidí sentarme

Me ví en la necesidad de hablar

Recé aquellas plegarias que me enseñaron cuando era apenas

una niña

Pedí

Di gracias y cerré mis ojos.

Lentamente sentí un fuego a mi alrededor

Mi cuerpo nuevamente

Compañía cerca de mí

Voces angelicales

Presencias

Me sentía sorprendida sin poder abrir mis ojos.

Eran ellos

Habían llegado

Mis guías y mis ancestros

Mis mentores

A los que tanto añoré volver a ver y abrazar.

Empezaron a cantar

A generar mucha luz

A llenarme de gozo y alegría

Me abrazaban

Pude sentir su amor

Su bienvenida

Su acompañamiento.

Finalmente me pude parar

Observar el manto celestial junto a mí

Mi espíritu junto al de todos ellos

Mi alma liberada

Era yo

Morir había sido maravilloso

Terminaba mi ciclo en la tierra, pero renacía en la eternidad.

Entonces te conocí, amada muerte

Finalmente tú eras un descanso

Eras el inicio de mi infinita felicidad

El reflejo toda la gratitud que nunca antes había sentido.

Morir fue maravilloso, porque si fue solo un sueño, no quisiera

despertar.

Me reconozco vivo aún después de la muerte.

A Leopoldo María Panero / Guillermo García

 


Querido Leopoldo:

Escucharte, es de Locos.

Entrar en tu mundo

es mirar al espejo

y sentir tu melancolía

que también es mía.

Escuchar tu historia

es vivir la historia

de la cuarta persona

de todos los tiempos

en el mundo de los Locos.

Locos incomprendidos

por este mundo loco,

que exige no ser “Loco”.

Pero eso sí,

es regla no pensar.

Actuar como todos,

seguir la moda,

tener ídolos

de carne y hueso,

no dudar, no preguntar,

seguir los cánones,

no opinar distinto

que el señor ley;

puesto que es “el señor ley”;

que vino de lo divino

y por la tanto

lo que dice eso es.

(Sin embargo “el señor ley”

No cree en lo divino.)

Querido Leopoldo:

Escucharte, es de Locos.

Porque es el sonido de los ecos

que rebotan en la azotea

de todos los Locos

que nacieron en el principio

engendrados por la palabra.

Tu locura es la voz

de todos los Locos.

Tu voz es la locura

de todos los pocos.

De aquellos que ven

“la razón de la sinrazón”

de este mundo de locos

que pretende que todos

quedemos locos, sordos,

ciegos, mancos y mudos.

Pretende lapidar la imaginación,

construyendo templos encima

de la cabeza, metiendo mierda

hasta por el hueco de los ojos.

Para silenciar la propia opinión,

con spots publicitarios

diciendo lo que debes pensar.

Hiciste bien querido Leopoldo

quedándote Loco.

Atrincherándote en tu locura

para atacar desde tu posición

de Loco poeta Loco poeta.

Hiciste bien convirtiéndote

en todos los hombres

en todos los poetas

en todos los Locos

en todos los revolucionarios,

para no seguir al borrego

que sigue al rebaño

como el ciego que guía

a otros ciegos

directo al fondo del pozo.

Querido Leopoldo:

Hiciste bien quedándote Loco.

Es lo más cuerdo

que se puede hacer

en este mundo de locos.

volverte Loco de poesía

como el Loco de la Mancha

de sus libros de caballería.

Qué más podías hacer

sino volverte loco.

No subir más a este mundo

de muchas caras hipócritas

serviles y malintencionadas.

Hiciste bien quedándote allá,

en el mundo de los poetas.

Lugar que algunos visitamos

por un par de milenios

para volver al mundo terrenal,

esperando algún día

regresar a casa,

y poder vernos otra vez.

Carta al Lector / Miguel Ángel Flores



Dos de diciembre de 1947

Querido lector:

Es invierno, escribo de madrugada, con un dolor casi insoportable

en la sien, hace mucho frío y me encuentro solo, creo que es

la mejor manera de escribir y responderles.

¡Ya basta de cuestionamientos que día a día recibo!

Quiero que quede muy claro que soy un hombre de ciencia.

¡Cómo pretenden mezclar a la ciencia, con sus ínfimas supersticiones

sin sentido!

Lo he dicho y escrito casi todas las noches; ¡LAS MARIPOSAS

NO SON MALAS, ni anuncian la muerte, ni perpetúan un instante

al ser tocados por éstas, no!

Al contrario, son hermosas, son unas grandes artistas de la supervivencia

y el engaño. Tras sus espectaculares colores y formas,

esconden talentos insospechados.

La Ascalapha odorata, —o mariposa negra, también llamada absurdamente:

del país de la muerte, bruja negra, del espanto, del

mal agüero, y otros tantos términos que lo único que me provocan

es risa— es la más hermosa de todas.

Un día, perfectamente recuerdo la fecha, dos de diciembre de

1947, una majestuosa Ascalapha, extendió sus alas de par en

par, en el vestido favorito de mi abuela Agripina. Sin más, la

abuela exigió de inmediato, quemasen el vestido en el fogón de

las tortillas, y la hermosura de alas de terciopelo, se postró en

mi sien.

La abuela Agripina, pidió a mi madre y a mis tías la maquillaran,

después de haber pasado dos horas y un cuarto aseándose.

Se envolvió en un vestido blanco que mi abuelo le obsequió antes

de partir a la guerra, su reboso parecía una cascada de miel que

desembocaba en sus hombros. Cepilló su cabello como de espuma,

y el oleaje de su perfume se hizo eterno en mi recuerdo. Preparó

el mejor pozole que he comido en mi vida, lo disfruté cual si

fuese el último.


Reunidos en el comedor de la casona, nos contó que nadie puede,

ni debe escapar a su destino.

Estaba segura que la muerte le había enviado una señal cuando

la mariposa se postró en su vestido, y que si no acataba su orden

pasaría la eternidad perdida en el purgatorio, y no encontraría

la paz, ya que no sabría que había muerto. Decía, que existían

almas que se aferran a la vida, engañadas, sin importarle que

pasen la eternidad en inviernos, escuchando los lamentos de sus

seres queridos, sintiendo la impotencia de no poder responderles

jamás. ¡Patrañas!

Cuando terminó su pueril discurso, muchos soltamos una espontánea

carcajada. Ella se perdió en los hechizantes ojos de la mariposa,

que sigilosamente pendía del candelabro de cristal, y se

encerró en su cuarto.

Tengo más de treinta años de experiencia científica, prestigiosas

publicaciones, conferencias alrededor del mundo, y sigo sin entender

cómo es que las personas continúan creyendo en absurdas

supersticiones. Es cierto, la abuela Agripina no despertó la

mañana siguiente.

Pero, ¡Carajo! Son meras coincidencias.

Dejen de fastidiarme, que provocan que el dolor de sien se intensifique

por las madrugadas, y en estos inviernos que parecen

eternos, el dolor no cesa.

¡¡¡No cesa!!!

Dos de diciembre de 1947

Cempasúchil / Samuel Rodríguez

 


revienta

mi corazón

llanto vegetal

cubre de oro y aceite

esta ruta

pastoral

Casi como un hijo / otro memento mori - Víctor Hugo Medel Gómez



La única forma de no morir y evitar la muerte es no nacer,

Pero yo no desearía que mis seres queridos no hayan nacido

No importa que tan mortales sean,

Si la única forma de superar la muerte una vez traído al mundo es muriendo

Que la amistad, el tiempo y los vínculos sirvan de consuelo,

No vaya siendo que por celar tanto la muerte de un buen amigo

Caigamos en pensar que hubiera sido mejor nunca haberle conocido.

Nadie Vuelve / Manuel Rayas

 



De ese viaje de los cuerpos

Comidos por los cerdos

Nadie vuelve

Entre la basura de las cenizas

Mancillados por los perros

Nadie vuelve

Del grito de la muerte anticipada

Del miedo de las armas apuntadas

Nadie vuelve

Del desierto ácido

Del pantano inflado (previamente herido)

Nadie vuelve

Ni siquiera carcomidos por los cuervos

Carroña de las horas

Nadie vuelve

Ahogado en el llanto incontenible

Premuriendo bajo desconocido signo

Nadie vuelve

De esa soledad que nadie conoce

De ese frío previo que nadie argumenta

Nadie vuelve

¿Por qué viene el frío del odio?

¿Por qué el odio del frío?

Nadie vuelve

Ni reencarna, ni resucita

Ni ánima, ni fantasma

Nadie vuelve

Estertor / Adriana Solis



No eres luz ni oscuridad, eres infinito y una nueva vida.

Eres un calambre en el alma que se lleva consigo toda la

mierda, todos los intentos de una vida sin ti.

No eres maldad, ni clemencia.

Eres el trofeo de una guerra interminable, eres una promesa de

lo eterno, eres un fin sin final.

Eres luna creciente, temor inexistente, sueño con testigos,

ojos de gato con garras de pantera.

Eres la noche que respira, el humo que se aleja, el frío en los

huesos, el retorno al vicio, el umbral.

Muerte, eres los despojos de una aventura que no ha

terminado, un temor fútil, una delicia de la nada,

un dolor sin cuerpo.