Expresión Libre

martes, 15 de marzo de 2022

Carta al Lector / Miguel Ángel Flores



Dos de diciembre de 1947

Querido lector:

Es invierno, escribo de madrugada, con un dolor casi insoportable

en la sien, hace mucho frío y me encuentro solo, creo que es

la mejor manera de escribir y responderles.

¡Ya basta de cuestionamientos que día a día recibo!

Quiero que quede muy claro que soy un hombre de ciencia.

¡Cómo pretenden mezclar a la ciencia, con sus ínfimas supersticiones

sin sentido!

Lo he dicho y escrito casi todas las noches; ¡LAS MARIPOSAS

NO SON MALAS, ni anuncian la muerte, ni perpetúan un instante

al ser tocados por éstas, no!

Al contrario, son hermosas, son unas grandes artistas de la supervivencia

y el engaño. Tras sus espectaculares colores y formas,

esconden talentos insospechados.

La Ascalapha odorata, —o mariposa negra, también llamada absurdamente:

del país de la muerte, bruja negra, del espanto, del

mal agüero, y otros tantos términos que lo único que me provocan

es risa— es la más hermosa de todas.

Un día, perfectamente recuerdo la fecha, dos de diciembre de

1947, una majestuosa Ascalapha, extendió sus alas de par en

par, en el vestido favorito de mi abuela Agripina. Sin más, la

abuela exigió de inmediato, quemasen el vestido en el fogón de

las tortillas, y la hermosura de alas de terciopelo, se postró en

mi sien.

La abuela Agripina, pidió a mi madre y a mis tías la maquillaran,

después de haber pasado dos horas y un cuarto aseándose.

Se envolvió en un vestido blanco que mi abuelo le obsequió antes

de partir a la guerra, su reboso parecía una cascada de miel que

desembocaba en sus hombros. Cepilló su cabello como de espuma,

y el oleaje de su perfume se hizo eterno en mi recuerdo. Preparó

el mejor pozole que he comido en mi vida, lo disfruté cual si

fuese el último.


Reunidos en el comedor de la casona, nos contó que nadie puede,

ni debe escapar a su destino.

Estaba segura que la muerte le había enviado una señal cuando

la mariposa se postró en su vestido, y que si no acataba su orden

pasaría la eternidad perdida en el purgatorio, y no encontraría

la paz, ya que no sabría que había muerto. Decía, que existían

almas que se aferran a la vida, engañadas, sin importarle que

pasen la eternidad en inviernos, escuchando los lamentos de sus

seres queridos, sintiendo la impotencia de no poder responderles

jamás. ¡Patrañas!

Cuando terminó su pueril discurso, muchos soltamos una espontánea

carcajada. Ella se perdió en los hechizantes ojos de la mariposa,

que sigilosamente pendía del candelabro de cristal, y se

encerró en su cuarto.

Tengo más de treinta años de experiencia científica, prestigiosas

publicaciones, conferencias alrededor del mundo, y sigo sin entender

cómo es que las personas continúan creyendo en absurdas

supersticiones. Es cierto, la abuela Agripina no despertó la

mañana siguiente.

Pero, ¡Carajo! Son meras coincidencias.

Dejen de fastidiarme, que provocan que el dolor de sien se intensifique

por las madrugadas, y en estos inviernos que parecen

eternos, el dolor no cesa.

¡¡¡No cesa!!!

Dos de diciembre de 1947

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