Expresión Libre

martes, 14 de julio de 2015

La Mancha / Yoyi (Jalisco)

 

II parte

Evadí todas sus llamadas y mensajes y le dije que quería hablar con ella, de frente, pero me dijo que iría a un bar sobre la calle San Felipe, en el centro, a ver a unos amigos que iban a tocar y su nombre era Incisión Anal, o una chingadera así… hazme el favor. Aunque ya no quería volver a saber nada del porno- gore, agarré valor y fui a ese… sótano. Era un bar, oculto en la parte más peligrosa de la ciudad. Todos los metaleros, de todas las especies, se reunían ahí. No había distinciones: un mismo día tocaban bandas que no se parecían en nada, lo único que tenían en común era ser parte del mismo género.

Esperé a mi "vampirita" hasta la medianoche, pero no apareció. Llegó a las tres de la madrugada, junto con la "banda" y todos los pornogoreros. Inmediatamente, los otros metaleros se fueron yendo, poco a poco. Yo sabía el porqué. Los únicos que permanecían en su lugar eran unos morros metaleros, con greñas de príncipe hasta las orejas, que reían felices, sin sospechar lo que iba a pasar; ni siquiera yo hubiera podido saberlo.

Sé que les había dicho que no quería ser parte de esta historia y en verdad no lo deseo. Lo que acabo de contarles no es más que mi manera de explicar porqué estaba yo en ese maldito lugar llamado La Mancha… que ni del nombre quiero acordarme; de lo contrario podrían pensar que era parte de este grupo de degenerados.
Mientras la banda del "ano desgarrado" se conectaba a los amplificadores, traté de hablar con mi "vampirita", pero estaba más que borracha: no podía hablar y tartamudeaba mucho. Se reía de todo, me besaba y me obligaba a tomar de su vaso. Traté de "seguirle la corriente" para decir lo mío e irme de ese
sótano. Pero empezó la banda a tocar.
Todo fue normal en un principio. La misma música horrible, las greñas de todos en el aire y yo en un rincón. El slam fue apaciguado por quien yo supongo era el dueño del bar: un tipo de casi dos metros, pelo hasta las nalgas y manos de vikingo. Por muy "locos" que estuvieran estos pornogoreros, nadie le reclamaba nada. Cuando todo se tranquilizó, el dueño decidió salir por unos momentos, tiempo que aprovechó el vocalista de la banda para sacar de una bolsa de plástico negra, una cabezota de cerdo... ¡real! Era tan grande que podía meter su cabeza en ella ¡ y eso hizo! ¡ y comenzó a cantar! Las sillas volaban, las mesas igual y la sangre empezó a salpicar, a los jóvenes metaleros, a mí y a todos los que no estábamos dentro. La verdad, a mí también se me hizo un buen detalle la cabeza de "marrano", al principio; ahora si podían decir que su líder era un "cerdo". Pero todo este desmadre ya era mucho. Traté de encontrar a mi "vampirita", pero no pude. Menos después de que el vocalista se quitó la enorme cabeza de cerdo y la lanzó al público, no sin antes darle una fuerte mordida a la trompa ¡y se la comió! Y lo peor es que todos se lo festejaban con gritos y aplausos, pero no fue suficiente: los pornogoreros comenzaron a devorar la cabeza, en el suelo, ¡como animales! Tenían sangre en toda la cara y sonreían como enfermos mentales. Fue entonces que la vi, mordiendo con fuerza y arrancando un pedazote de carne. Cuando terminó de comer se dio cuenta de que la estaba viendo, pero eso no le importó. Tenía la sonrisa más diabólica que yo jamás había visto en una persona, solo en la televisión o en películas. Caminó hacia mí y yo solo me hice para atrás, hasta que choque con la pared. Ella se acercaba como los gatos antes de brincar sobre un pájaro, despacito, pero de repente el vocalista empezó a vomitar. Todos se quedaron callados, escuchando, hasta que otro vomitó también y otro, y otro. Me pegué lo más que pude a la pared, pero eso no me sirvió, el
vómito estaba en todas partes: en las paredes, en los sillones, en las sillas y en las mesas, ¡en mi ropa! Los morros metaleros tenían todo el pelo cubierto de vómito; para su mala suerte la mayoría de los presentes eran mucho más altos que ellos.
Y fue el comienzo de todo: en cuanto los gritos se terminaron la banda comenzó a tocar otra vez, con más fuerza. Todos hicieron slam sobre los charcos de vómito; resbalaban una y otra vez, sin importarles nada, salpicándonos a todos. Pero lo peor, de lo que más me acuerdo, es que ese cabrón, "el Polilla", apareció de la nada y tomó un vaso, se arrodilló ante un charco de vómito y recogió un poco de toda esa porquería… y se lo tomó. ¡ No podía dejar de verlo, aunque quería, nadie podía hacerlo. Todos festejaron e hicieron lo mismo que él: recogieron vómito con sus vasos y lo bebieron como si fuera la más fina cerveza. En este momento decidí escapar, sin importar que me bañaran de vómito pero apareció ella, con su carita cubierta de esa mezcla nauseabunda, me tomó de la camisa con fuerza y me besó como nunca me había besado antes. No sabía si tenía más asco que miedo, pero mientras lo pensaba ella se despegó de mí y se fue gritando y brincando, como hipnotizada. Me dejó un sabor a sangre con vómito y un trozo de carne colgando del labio, estupefacto: no podía creerlo.


El dueño estaba tan horrorizado como yo cuando llegó de la tienda, tabaqueando su caja de Delicados, pero fue más valiente: apagó la música y corrió a todos del sótano. Me le uní y comenzamos a sacar "vomitones" a la calle. Encontramos a los morros metaleros debajo de una mesa, refugiados, pero de nada les sirvió. Mi ex, o esa "diabla", me miró bien feo desde la calle y se fue con sus amigos de la "banda". Yo creo que lo mismo hacían las brujas antes de que las quemaran: echar un último hechizo a quienes las condenaban, para que nunca se olvidaran de ellas. Por lo menos yo no puedo olvidarme de ese momento, ni de esos ojos.
Al final, el dueño me agradeció y me dejó limpiarme la cara. Dentro del baño, por fin salí del estado de shock en el que encontraba y vomité con fuerza. Al salir me fui directo a mi casa, sin decir palabra a nadie… hasta este día.


Epílogo

La banda Incisión Anal fue vetada de todos los bares metaleros de Guadalajara y sus alrededores. El escandaloso concierto fue una noticia viral, que llegó a los oídos de un productor finlandés. Son bastante conocidos y respetados en la escena actual del porno-gore europeo. Y yo… sigo sin poder comer carne de cerdo.

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