Expresión Libre

jueves, 5 de marzo de 2015

Cucuruchi / Cesar Corona


Cucuruchis nos decían,
nos decían cucuruchis
por mi padre Cuco,
Cuco era mi padre
así se llamaba él
él se llamaba así.
Mis dos hermanos y yo
cortábamos cañas cada zafra.
Cada zafra cortábamos cañas
mis dos hermanos y yo.
Mi padre nos enseñó este oficio
oficio que mi padre nos enseñó.
Uno de los primeros días de marzo,
cuando el corte de caña sucede,
sucedió que me corté mi caña flaca,
me rajé el cuero con la mocha,
mocha quedó mi caña cuando eso sucedió. 
Para cortar caña
la mocha debe estar brava, filosa.
Nunca olvidaré esa mañana 
en el potrero de la calera,
faltaba poco para tendernos y hacer lumbre,
mi madre nos echó un tasajo de carne enchilado
y un poco de pepena con muchas gordas.
El hambre me apretaba 
y solo pensaba en comer,
pero cuando me corté 
por pensar en comer,
comer fue lo último en lo que pensé.
Me llevaron al hospital regional
al regional de Ameca me llevaron 
en esa  vieja camioneta 
que pawer le decían.
Un doctor me curó,
las dolencias no se iban.
Comenzó a ponerse prieta la herida
a los pocos días,
pocos se me hicieron los días 
cuando me metieron cuchillo.
Quedé manco,
siempre pegado a un banco,
en banco de madera quedé.
Nunca olvidaré esa mañana
en el potrero de la calera
cuando tenía 17 entrados a 18,
que  podía caminar
y acarrear las brazadas de caña,
extraño ese dulce olor
a caña quemada
y estar tiznado hasta los sentidos.
No podría olvidar 
el rocío de cada amanecer,
la libertad del potrero
ni los chascarrillos en la cuadrilla de braceros.
Después de un tiempo me hice gallero, 
buenos gallos, buenas pollas 
y buen pie de crías.
Peleaba poco mis animalitos.
Un día acomodé el corral 
y metí cien gallinas ponedoras,
su medida de bastimento era
un hectólitro de máiz desgranado
y agua.
Todos los días tenía zafra de huevos.
Un escuincle me ayudaba a buscarlos,
entre chiquigüites y pies de huizaches
recogía mi zafra todos los días.
Siempre me fue bien,
no podría quejarme.
En el valle me conocen 
como Cucuruchi 
el quince dedos.
Nunca olvidaré esa mañana
en el potrero de la calera.

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