Expresión Libre

martes, 12 de febrero de 2019

Una noche cualquiera / Luis Mario Chávez Aceves



Ahí donde se cruzan dos lunas eclipsadas, la negrura amedrenta los páramos que toca, que roza y provoca, jadea la voz del ave silenciosa, que se interpone entre la jaula de cristal y un sueño placentero, abriéndose escaparates en las cuencas de los ojos de la silueta silente, es prudente andarse errante, ante un miedo palpitante, que invada, las cuatro paredes de su morada, vestida con guiñapos que se disuelven con la visión obnubilada de un desquiciado, un dibujante, o un desahuciado esperando su muerte, se deforma un rostro, le salen canas, se le enervan las lágrimas y se vuelven torrentes turbios, que entre el cansancio matinal al nocturno, se amontonan los disturbios y vaharadas de prisas, que no dibujan ni una mueca ni disuelven bien su treta, se la beben como estupefacientes, esperando quedar relucientes al día siguiente, con una vendetta esperando a la vigilia.
Cuanto aguarda la pesadilla, si creando rencillas no te deja dormir no te puede tocar, solo te acosa por la mirilla, apenas despiertas y se levanta la persiana, te recibe una muñeca anciana regalando sus pendientes, los sostuvo expectante, esperando reaccionara hasta deshacerse las manos, o hasta caérsele el ultimo diente.
Ahí donde se cruzan dos lunas se escarcha la mirada matinal, y se avanza tan errática como te deja la alarma, notas que no hay tal cosa como una muñeca anciana, ni aun siendo guardiana, de fantasía más insana, hay un intento por escapar, un espejo rasgado y un reloj que discreto, se mantuvo callado cinco minutos antes de mofarse por

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