Expresión Libre

viernes, 19 de julio de 2019

El cazador / Manuel Rayas




Está mirando por su catalejo cósmico, el anfiteatro de la escena, solo en su penumbra brilla, su respiración, detenida como una nube, que da sombra y se eleva para precipitarse en el momento preciso.
La única pauta que acelera los músculos es: la redentora acción del paisaje. Bucólico mirar. Santa adicción de muerte.
En el correr de la sangre, el disparo absoluto viene y va como un mar incontenible; como una esfera de vidrio que al caer solitaria, esparce su última fuerza en fragmentos.
Una orden litúrgica celebrada por anatema en el secreto arbóreo de la mirada. Es el huerto que por aire y desaire liebre busca cotejar. La liebre salta por el monte se hunde en su habitación (única morada de los hombres también).
El disparo es como un vaho de hielo que se pierde en la oscuridad. El cazador despierta.

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