Expresión Libre

domingo, 2 de marzo de 2014

La cascarita

Jesús Alfonso Silva Iñiguez


Son casi las 4 de la tarde y ya me estoy cambiando, me quito los tenis y los calcetines, para dar paso a las medias y a las vendas, cambio mi pantalón de mezclilla por mi short, mi playera por la camisa del equipo. Tengo como cada partido la incertidumbre de que posición ocuparé en el terreno de juego. Por lo precario de nuestro cuadro a veces jugamos en posiciones cambiadas pues estamos a merced de quienes armaremos el cuadro. Como se trata de un equipo llanero a veces somos unos otros días tenemos que jugar con otros esto es variado por que no siempre podemos venir los mismos a jugar. Debido a que no calentamos adecuadamente nos lesionamos seguido es común que cada partido salga alguien lesionado ya sea por un golpe o por el simple hecho de que no estamos aptos para correr dos tiempos de 35 minutos. El rival en turno no lo conozco de nombre pero sé que son del Álamo una colonia en la que crecieron mis hermanos y donde se sabe son futboleros. Se trataba de un equipo como cualquiera pero tenía una pequeña diferencia el portero de los contrarios era manco cosa muy extraña para desempeñar esa posición en el juego. Quizás ese detalle característico de su portero fue lo que hizo que ese día nos confiáramos de más. El partido comenzó imponiendo la lógica un tiro del Zamora abrió el marcador, el portero no pudo hacer mucho en ese tiro. Al anotar primero sentimos que lo demás se daría solo. Pero los del Álamo tenían otra idea en mente y con un juego movido nos empezaron a dar toque, con un tiqui taca parsimonioso. No tardaron mucho para anotarnos un gol. Llegó el medio tiempo y todos teníamos el mismo tema de conversación, y el Tavis o poco sacado de sí dijo:



 
¡No mamen cabrones, el portero nomás tiene un brazo!
La neta, ya ni chingamos, hay que tirar de lejos – dijo el Larry –.
Simón, hay que calarnos.

Todos quedamos en el entendido de que teníamos que meterle presión al portero, empezamos a tirar de todos lados, en cuanto la teníamos ¡Bag!, sacábamos el tiro. Pero por más intentos que hacíamos no pudimos meterle otro gol al portero, él se revolvía en el aire para hacer atajada tras atajada. Por fin lo inevitable nos cayó el segundo y perdimos el partido. Una vez en la banca todos nos mirábamos decepcionados y nuestro debate continuó:
Chale voy a creer, que no le pudimos meter otro.
No creas está manco, pero no está buey.
La negra, ese compa para más con una mano que muchos con las dos.
Simón Ramón.
Ya ni pedo, vamos a la tiendita o ¿qué? – dijo el Paco –.
Cámara vamos.

Ente nuestros ojos no podíamos creer lo que vimos un equipo con un portero de un solo brazo nos venció en parte por exceso de confianza en parte porque para él la falta de un miembro no es limitante para ganar una cascarita.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario