Expresión Libre

miércoles, 8 de octubre de 2014

La Ceguera

Jesús Alfonso Silva Iñiguez
 

Cuentas cuadras han pasado, no lo sé. Tengo la vista muy limitada. El taxista accedió a llevarme por 80 pesos, lo que es muy poco si tomas en cuenta la distancia del trayecto, tuve que regresar de un concierto por circunstancias fuera de mis manos. Y las cosas ocurrieron de la siguiente manera: me preparaba para ir a un concierto en el Auditorio Benito Juárez, las bandas de siempre de aquellos días, eran bandas diferentes unas de Ska, otras de reggae y algunas de rock. Llegué como siempre solo al concierto no me gustaba depender del tiempo de nadie. Una vez adentro me fui colando hasta llegar a unos metros de las bandas. Lo suficiente para verles el rostro pero no tan cerca como para que te aplasten los que están atrás y empujan en el slam. Pasaron las dos primeras bandas, al poco tiempo llegó un amigo como sacado de onda. Lo salude brevemente. Al poco tiempo me encontré a mi primo Púas, que siempre tiene la idea de hacer un equipo de fútbol, pero la realidad es que ya tratamos y no funciona. Platicamos de lo mismo de siempre del fút de las pedas pasadas, nos tomamos una cerveza y luego se fue. Al poco tiempo, noté a un tipo de por lo menos dos metros, robusto, que pasaba entre la gente, como si se tratara de un troll de las cavernas sacado de El señor de los anillos. Poco después el concierto se empezó a poner intenso con muchos gritos, lanzamientos de cerveza y lo que espero sea cerveza aunque era tibio y dudo mucho que la temperatura ambiente sea esa. Pero la cuestión fue que a algunos de los parroquianos les pareció, una buena idea lanzar camisetas incendiadas a los que permanecíamos en la parte baja del auditorio, lo que no me dejó ver el concierto con la atención necesaria, al cuidarme de las bolas de fuego. Pero en uno de esos ataques de las camisas de fuego, pasó cerca de mí el troll de las cavernas y me tapó la vista. Momentos después uno de los proyectiles me impactó justo en el rostro dejándome con la vista muy borrosa, las pestañas quemadas y las cejas. Con la vista muy mermada oí la voz de mi primo que me decía:

-No mames te dieron en la cara.

-Simón, no puedo ver.

- No la chingues.

-Es que veo pero borroso.

-No carnal mejor pega fuga.

-La neta, mejor me voy.

-Ya estás, te vas al tiro.

-Cámara.

Después de eso, tuve que remar contra la corriente y llegué a la calle. Paré un taxi y le pregunté si me podía llevar y le dije el lugar, primero dudó, pero al ver que algo me pasaba decidió llevarme. Todo el camino, me llegaron ideas claras de lo que le podía pasar a mi vista, pero no pensé en ir al doctor quise ir a mi casa. Al llegar traté de no armar un escándalo, y al final tuve que decir lo que me había pasado. Como era de esperarse en mi casa me dijeron que ya no fuera a esos conciertos, pero la verdad es que lo sigo haciendo, es parte de mi vida, la verdad es que para que te pasen cosas donde sea es bueno, una vez en mi casa me estalló el boiler como se dice, así que en mi casa o fuera de ella las pendejadas pasan y no hay mucho que se pueda hacer al respecto.

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