Expresión Libre

viernes, 26 de junio de 2015

La Mancha / Yoyi

 
Parte I
Te diría mi nombre, pero prefiero mantenerme alejado de todo lo que te voy a contar. Esto lo hago por muchas razones que no son necesarias que te explique. Es por eso que solo seré un anónimo con una historia, que seguramente no le gustará a nadie. Muchos deciden no creerme, es normal, nadie podría soportar cinco minutos en un sitio como en el que yo estuve.


Antes era un fanático de los conciertos. En realidad la música no me importa mucho, solo los eventos y todo lo que se ve en ellos. No tiene mucho caso que te de detalles, seguramente los conoces. Más si vives en Guadalajara… o cerca de ahí. No conozco "tipos" de música, ni lo necesito. Solo sé que me gustan los conciertos masivos, con toda clase de personas de mi edad gritando, saltando, empujándose, cantando; pero sobre todo, lo que más me gusta son los madrazos.
 
Un buen toquín, para mí, era uno en el que hubiera música rápida, gente golpeándose mientras baila slam y mucha cerveza, tequila, tonayan o cualquier vino para agarrar fuerzas y poder hacer lo mismo en todas las canciones. Por eso comencé a ir, más y más seguido, a muchos conciertos con mis amigos los punks. Tocaban en bodegas, parques y cocheras; donde se pudiera o dieran chance. Lo único que hacíamos, aparte de ir de toquín en toquín, era tomar. Yo estaba feliz, o lo estuve por algún tiempo. Yo sentía que hacía falta algo y no sabía qué, hasta que un día me di cuenta: las punks no están guapas. Hasta muchas parecen hombres con sus pelos tiesos y levantados, sus pantalones rotos, parchados
adrede y su maquillaje de payaso triste que las hace más feas todavía. Por eso decidí buscar un nuevo ambiente.

Fui a muchos conciertos, pero ninguno tenía lo que buscaba: madrazos y chicas lindas. Seguí yendo y viniendo, pero solo encontraba trancazos o mujeres demasiado atractivas y bien vestidas, y muy seguramente no me hubieran hecho caso.

Estaba harto y cansado, mientras caminaba hacia mi casa un viernes por la noche, cuando me pareció oír unos tarolazos y una guitarra eléctrica que se encendía, muy cerca de donde yo estaba. Me acerqué y vi a unos "greñudos" bajando instrumentos de una camioneta. Fueron llegando más y más personas; todas traían cabello largo, hombres y mujeres. Usaban camisas de diablos y monstruos. Me habían dicho en mi casa, "-Está bien que vayas a tus conciertos, mientras no sean de música satánica o alguna de esas "chingaderas"-. Pero hasta ese día creí que solo eran "cuentos", que no existían esos toquines prohibidos… pero estaba muy equivocado.

Empezó la banda a tocar y pa´ pronto todos se acercaron. Yo me traté de acoplar, pero en poco tiempo todos notaron mí presencia. Era el único con una camisa de Cuca. Se me quedaban viendo raro y algunos hasta se reían, pero nadie me decía nada. La carrilla poco me importaba a mí: todos parecían "jotos", con su pelo a media espalda.
La música no estaba mal, me recordaba algo al punk, pero me di cuenta que era más pesado; hasta la voz, era como escuchar a un diablo cantar y se entendía muy poco. Entonces comencé a ondearme con todo lo que me habían dicho en mi casa de estos conciertos, o más bien "ritos" y poco me faltó para irme de ahí. Hasta que me di cuenta de que las "greñudas" estaban de muy buen ver. Sé que les dije que todos se parecían, pero la verdad estaba exagerando un poco; estas chicas se maquillaban, como vampiras pero no se les vía nada ridículo, usaban pantalones pegaditos al cuerpo y tomaban más cerveza que las punks…por eso me quedé.

La primera banda había terminado y todos estaban muy tranquilos. Hacer amigos siempre se me ha dado muy bien por ser "fijado", como dice mi mamá. Cuando voy a la casa algún compa pongo atención en todo lo que hay y lo que no hay, pero lo hago para no ser confianzudo. Esta vez me di cuenta que solo había un par de seises para todos y fui rápido a la tienda para comprar lo suficiente. Repartí la mayoría y el resto de las cervezas las puse enfrente de todos, para que agarraran. Así compré a mis nuevos amigos, con doscientos pesos de chela.

Ya tomados, nosotros y los de la banda que seguía, comenzaron los madrazos. Pero había algo diferente: todas las "vampiritas" se hacían a un lado para que sus novios bailaran slam, pero no era un baile, eran chingadazos reales, en la cara, en los huevos, en la panza, al ritmo de los guitarrazos, mientras ellas movían sus melenas de un lado a otro; ¡ hasta las tiraban al suelo y ellas solo se reían!. No me imaginaba esto; hasta las punks se ponían como locas si las empujábamos, aunque fuera sin querer. Esto para mí fue como volver a nacer: golpee y me golpearon como nunca. Al final, mi labio estaba roto y tenía un ojo cerrado, pero me invitaron a muchos toquines de este nuevo "tipo" de música: Metal.

En poco tiempo tenía tantos amigos que ni siquiera me acordaba de sus nombres. Todos mis fines de semana estaban reservados y mi vida se volvió a normalizar, sólo que ahora usaba camisas negras, de bandas que ni conocía y ni me importaba conocer, y mi pelo estaba más largo de lo que acostumbraba. En mi casa estaban muy preocupados, pero yo los calmaba y les decía que solo era una "moda". Después de unos meses mi plan resultó y tuve la novia más sensual de todo mi grupo de amigos. Le encantaba verme en el slam, pero ella nunca mateaba para no despeinarse. Era perfecta. Lástima que haya sido precisamente ella la que comenzó todo este trauma.


A veces me daba la impresión de que no disfrutaba los conciertos tanto como yo y por eso le pregunté si escuchaba otra clase de música. Ella solo me sonreía y me contestaba: - metal-. Pero yo sabía que no oía el metal común y corriente: con guitarrazos, solos y voces de "diablo". Escuchaba algo que la mayoría de los metaleros despreciaban: porno-gore.
Las fiestas con sus amigos eran muy raras. Esta música era insoportable: la guitarra y el bajo solo hacían ruido, sin sentido para mí, porque tocaban muy rápido. Pero lo más extraño de todo fue la voz: era igual a la de un "puerco". En estos "toquines" el slam era lo menos violento: muchos se cortaban con navajas, vidrios o cualquier cosa afilada y bailaban mientras les escurría la sangre; otros se quemaban con un encendedor hasta que la piel les burbujeaba y gritaban, lloraban, pero no dejaban de hacerlo. El colmo de estos "amigos" de mi novia fue un cabrón que todos llamaban "el Polilla": le gustaba comer caca. Yo no lo creía, hasta que lo vi a él y a su "hembra", porque esa chingadera no era una mujer, hacerlo.


Cuando le pregunté a mi "vampirita" porqué le gustaba venir a estos lugares y juntarse con estas personas. Ella sólo solo me dijo: - Me prende-. Yo ya estaba encabronándome y le conteste muy seco: - ¿La caca? ¿Te gusta la mierda?... pero me interrumpió y se me quedó viendo a los ojos. Yo sentía que me había hechizado, nunca la vi más guapa antes. –La sangre, es excitante ¿no crees?-. Y se empezó a reír, pero diferente, con maldad.

Después de eso decidí cortarla. Esas cosas a mí no me gustaban, ni me gustan. "-No vaya a ser, y un día me mate esta pinche loca"-. Me repetía y me repetía para animarme a decirle… pero estaba buena. Era todo lo que había buscado en una mujer, pero era malvada, lo presentía.

Continuará...

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