Expresión Libre

martes, 25 de junio de 2019

Luis Mario Chávez Aceves



Enardece errante cenicero, toma cuanto vicio te corrompa la cordura. Con ojos de universo contempla el libro maligno de la eternidad, fenecerás soldado de arena y hueso pulverizado. Piel calcárea, piel vívida y cuerpo maldito calcinado por la iracunda combustión espontánea de silencios lacerantes. Hombre del polvo, hombre de nada, de pertenencia anhelada y nunca alcanzada, vives una guerra interna con el cuerpo y la almohada, se atan los espejos húmedos en la cara de la luna, y lo tórrido se vuelve horrido sin desahogo. Desempolvar la cara es desdibujar la sonrisa que le das a la inocuidad de no moverte, el letargo se cierne sobre la fantasía y fabrica su propio punto de quiebre. Revientas y quieres besar la nada como agradecimiento a no caer desmayado, inventas amasijos de carne les pones nombre y fecha como si concebir se te diera, despiertas e imaginas lo desierta que es la carne, la podredumbre por debajo de una tierra que es de nadie y quisieras nutrirla con torrentes invocados por danzantes suplicantes que han frenado su última gota de sangre para que libremente la voluntad de otro, divague. Salvarte, mejor menospreciarte, personaje de arcilla en un mundo de hostilidades, un mundo de fantasía que se burla de los mortales, sus pupilas dilatadas por magníficas obras de arte, sus parientes encadenados por seres pensantes. Creaturas inconclusas, creaturas ignorantes se clavan libros cómo estacas al cuerpo, rompiendo su ilusión de mortalidad con razonamiento. Encadenado a placer, descrito nunca experimentado, su tactilidad en la cabeza, arañando el tejado sus manos en el fuego imaginando lo prohibido. Incapaz de tocar su propio cuerpo a juzgar por el desdén que siente su piel, ennegrecidas o pigmentada, manchada o condimentada piel muerta disuelta en el aire es vida de cuerpo reflejo. Mirando de lejos un guiñapo que envejece con los años, quisieras ser sonrisa perpetua o una lágrima que toma vuelo fuera de estas cuatro paredes de arrepentimiento que conservan la piel con un semblante perfecto mientras extraña lo que es necesario y ve ajenas sus entrañas. Cuerpo lamento que seas sólo para mí, imaginar más no puedo, la intimidad no es lo mío, y tú pronto ya no estarás aquí.

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