Expresión Libre

viernes, 31 de mayo de 2019

¡Me cae! / Demetrio Ruvalcaba





Sí, güey, caí un rato en el pintón, ¿cómo ves?... Apenas llevo unas horas libre, por eso no me habías visto…Sí, barrio, me cae.  No llevo ni un día libre, palabra… ¡Oh! Si no me crees, es tu pedo… ¡Ya te dije que sí! Me guardaron tres años, cabrón. Voy a creer que no te haya dicho ninguno de estos perros… Pues, ya ves, güey, por la misma razón que encierran a todos: por pendejo.
Yo y el Garcés  nos metimos a una de esas tiendas de computadoras, juegos de nintendo, “gemboysy chingaderas de esas. Sometimos al viejo en putiza, sin necesidad de violencia, me cae; no quería pedos y nosotros menos. Y hasta aquí todo bonito… Lo malo fue que aquel cabrón no me avisó que iba a llevar a un compa, para “tirarnos esquina”, pero solo vino a cagarla… Llegó todo cristaleado, acelerado y paranoico. Trompeó al ruco nomás porque se asomó por la ventana… El Garcés trató de bajarlo de huevos pero no entendía y no entendía y no entendió. El don se estaba asomando porque su doñita había quedado en pasar por él. Y cuando por fin llegó la señora, encontró a su esposo en el suelo y a nosotros tumbándonos todo; pegó un pinche gritote que se escuchó por toda la plaza… Y, pues, el bato este, le pegó un plomazo… ¿Dónde? No mames, cabrón morboso, esas mamadas no se preguntan… en la frente… ¡sí, güey, me cae! Y como traía una 22 la doñita no se murió luego, luego, no… se le quedó viendo al Garcés “de clavo” y luego a su compa… ¿Yo? Estaba atrás, agarrando la merca en chinga. Salí corriendo, con las llaves de la troca, la feria y dispuesto a dejar a esos hijos de su puta madre… me cae.
 Para mi mala suerte, siempre he sido pendejo para correr: casi al llegar me tropecé con un pinche tope, de los morritos, los amarillos, y caí de pura geta. Me desmayé al instante. Desperté en la Cruz Verde esposado a la camilla… ¿Y el Garcés y su compa? La libraron... Por eso te digo: el pintón está lleno de pendejos, las lacras están afuera… me cae.
Pero, la neta, Puerta Grande no es como la pintan: es una ciudad, o más bien, un “bisnesote”. Tiene de todo: gimnasio, canchas de fucho y frontón, tiendas, fonditas, cantinas, picaderos y hasta puteros… ¡Me cae, güey, no es mamada! Nomás, como en cualquier lado, necesitas baro.
 La banda con billete vive en las mejores “habitaciones” del reclusorio: camas “kingsais”, baño con “yacusi”, cocina equipada, refri propio, tele, estéreo; ¡como si fuera un hotel, barrio! A esa zona le dicen “Beverly Hills”. Ahí guardan a los licenciados, los apalabrados, los narquillos y gente con paros. Pero si no tienes ni un quinto, como aquí tu servidor, te retacan con la perrada en el “Barrio chino”. Las celdas son chiquititas, las camas de piedra, el baño está ahí mismo, meten como a treinta cabrones en cada una; es un pinche infierno…
 Pero no creas, ni tanto, la banda que es fiera caga la verga ahí. Si llegas creyéndote el chingón, en breve te bajan de huevos; pero, al fin y al cabo, siempre hay un gandalla… La neta me agarró de su puerquito un hijo de su puta madre. Diario me la hacía de pedo por todo, o me trataba de tumbar feria… ¡Claro que tenía dinero! Si hay muchos talleres dentro, y aunque pagan una mamada, mínimo estás chambeando; también puedes estar de huevón, total, ahí te dan de tragar… A mí me jaló un sicario del cártel que estaba entambado por aventar unas granadas al hospital Colonias… Me pagaba una feria por arreglarle su cuarto, hacerle mandados, a veces favores riesgosos; por eso la libré… Pero, bueno, el chiste es que ese cabrón que te cuento, el gandalla, en una de esas se alocó y me malagueñó: me dio un madrazo en la nuca y caí como santocristo; me acomodó una chinga, que pa´ que te cuento… En eso llegó mi patrón con sus guaruras y me lo quitaron de encima… El señor estaba festejando su cumpleaños con toda la familia en su “habitación” y el desmadre les aguó el cotorreo; hasta norteño traían… ¡Me cae!... En breve me levantaron. Al otro puto lo tenían bien agarrado.  Y en eso, el patrón le dijo: “Bien pasado de verga con el morro; él es de mi gente y a mi gente nadie la toca, mijo”. Nos soltaron a los dos y yo, con todo el coraje guardado, le di la putisa de su vida: quedó sin dientes, la maceta le chorreaba sangre; uno de los guaruras le metió unos patines en las costillas que lo dejaron medio muerto… ¿Y los puercos? Pues no hicieron nada, nomás ver. Al final me tuvieron que llevar a la enfermería porque me madree los nudillos; el otro güey se aventó un mes. Cuando salí, el patrón me hizo una comida. Yo estaba bien “sacado de onda”, pero le di las gracias por todo. Me preguntó dónde vivía y a lo que me dedicaba antes de caer aquí. Dijo que cuando saliera iba a tener chamba segura, porque él se iba a encargar ahora del desmadre en las calles… Uno de sus licenciados revisó mi caso y se dio cuenta que ni siquiera me habían dado condena: seguía “en proceso”. Y de ahí se agarró para ampararme de todos los cargos… Al final salí por falta de evidencias… Y por eso estoy aquí, barrio… Entonces, dime ¿cuántas piedras vas a querer?

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