Expresión Libre

miércoles, 30 de octubre de 2013

De pianos

Génesis Jezabel

Siempre sin paraguas, siempre a merced del aguacero.

J.S.

 

Bip Bip. La tierra se alborota, provoca un espeso nubarrón, cubre rocas y cuevas, plantas y cielo. Ya pasa corriendo el ave de largas patas, de mueca tierna y amigable; no suda ni parpadea. Pobre coyote, que persigue erguido a la presa, a la comida, a su propósito. "Tú lo vas a enloquecer y en el desierto lo vas a matar de sed". Quizás mejor hubiera sido para el villano de la escena que el burlesco correcaminos lo hubiese asesinado de cansancio, de hambre o de lo que fuera. Lamentablemente para Coyote, su cena, además de resultar imposible de alcanzar, también se comportaba maquiavélicamente; levantando la carretera del suelo o dejando boquiabierto al cazador. Jamás mató de sed al can, prefirió perturbarlo con sus trampas imposibles de esquivar. Bip Bip. La escopeta falla cuando Correcaminos atraviesa la cuerda unida al gatillo. ¿Por qué fracasó de nuevo el impecable plan? Coyote jala del hilacho roto y la bala es disparada. Lleno de tizne y decepción, el colmilludo mamífero observa directamente al espectador, luego al piso, luego al círculo negro que se forma debajo de él, cada vez más grande y amenazador. El piano le ha caído al coyote otra vez, dejándole dientes blanquinegros de marfil. No te escondas, desdichado; es tu destino, la visión de Tiresias, tu círculo vicioso, la tragedia que es tu vida, tu mala suerte, la bofetada que te regala la espalda de tu dios.  

 

"Y ni a base de golpes quiere entender…Si sigue con sus tontas trampas se va a matar". Es verdad, los hambrientos personajes siguen siempre sus instintos, no les importa mentir con tal de conseguir su más sincera ambición. Pero Jerry también disfruta la desdicha de Tom y Piolín no se guarda reproches para Silvestre, cuando éste es acorralado terriblemente entre un par de bandidos fuma-puros o abuelitas cuatro-ojos. Y qué decir del sonidillo bufo que hace el correcaminos cada vez que Coyote presiente la venida de ese instrumento musical tan delicado y tan pesado a la vez. Bip Bip. ¿Es posible escapar de aquello que crees es tu propósito en la vida? 

 

Es casi como afirmar que el hombre puede vivir sin amor. Amamos hacer ciertas cosas: danzar, leer, escuchar, comer –sobre todo comer-, sobrevivir. Seguir instintos es, en una buena manera, aferrarse a la vida. Ni siquiera se trata de ser egoístas y buscar lujos; más bien es amar primero y hacer cualquier otra cosa después. Lo dice San Agustín, no el gato de nariz roja que está debajo de la viga ni el felino otro cuya cara ha tomado la forma de una ratonera. Buscamos atiborrarnos de objetivos y metas, de ocupaciones que mantengan nuestra existencia en una línea bien marcada. No podemos escapar de la curiosidad que salta a nosotros en forma de binoculares, de observatorios. Nos gusta tener bien en claro lo que hay al final del sendero. Llenar de gozo el camino, sí, pero también tener la completa certeza de que hay un mensaje oculto por descifrar; más camino luego por recorrer y muchos muchos más rompecabezas que le hagan preza su nombre.

 

"La vida no podía ser esa cosa que se nos imponía y que uno asumía como un arriendo, sin protestar. Pero ¿qué podía ser?" (J. Ramón Ribeyro) Una meta. Bip Bip. La Vida es solo el medio que usa Coyote para atrapar a Correcaminos, que es el Propósito. El Propósito es lo que lleva a Coyote a seguir su Instinto. Y el Instinto se transforma en Tragedia para Coyote, el sujeto que intenta huir de su Destino (marca ACME). El enunciado de la desgracia. La fórmula que le ha servido a Metro Goldwyn Mayer, a Warner Brothers y a los Dioses que niegan con labios pero confirman con acciones su favoritismo hacia algunos.  

 

La tragedia conforme dicen algunos ha de alcanzar hasta al que menos se lo espere. Según las Santas Escrituras, por ejemplo, el infortunio juega roña con todos. No excluye. A los veloces los toca, a los poderosos y a los sabios. Pero eso no puede ser cierto. Al canario Piolín jamás le dio sarna ¿o sí? 

 

Entonces lo que quieren decirnos las caricaturas es que no debemos confiar demasiado en nuestro instinto. No se dan cuenta de que ese instinto va más allá de un simple antojo, una seducción por poseer algo, un capricho. Jerry no se distrae con la ratonera. En vez de ponerse a comer, usa las trampas para pellizcarle la cola a Tom. Pero esas comparaciones "villano-víctima" son injustas. El pedazo de queso no representa el propósito de vida de Jerry, es solo una tentación fácil de evitar. Tom se puede poner a régimen para adelgazar, pero no le pidan que olvide la razón por la que abre los ojos todos los días, aun sabiendo que su fatal destino lo espera al fondo de un pasillo o en la casita del Bulldog.  

 

No me opongo a que sus presas no se dejen atrapar. Probablemente sería peor. Algo así como descifrar el mensaje oculto de nuestro camino, cumplir nuestro mayor objetivo y no saber qué hacer después. Les llegaría "la melancolía de morir en este mundo y de vivir sin una estúpida razón" (Páez). Con lo que no estoy de acuerdo es con el destino. No me convencen sus modos de elegir a quién le caerán los pianos. No hay razón por la cual Instinto sea un imán para Tragedia. 

 

La constancia no tiene por qué ser llamada terquedad. No debe de haber culpa ni desaliento después de haber intentado cumplir nuestro más ferviente deseo. Naturalmente, nuestro instinto por buscar la felicidad nos llevará a tomar decisiones apresuradas, pero, después de todo; es el consejo que todos han recibido o recibirán:

 

 

 Sigue tu corazón. A eso mismo se refieren. Un impulso que nos mantenga con vida. Un instinto que quizás esté peleado con ese que decide lanzarnos pianos desde las alturas.

Y a fin de cuentas puede que un adivino nos advierta que jamás encontraremos eso que estamos buscando; que el mensaje que intentamos decodificar parezca más difícil de comprender que uno escrito en chino o en morse; que el Bip Bip se escuche cada vez más lejano mientras que el silbido del piano cayendo nos resulte familiar y cotidiano. Al término del día no es que los coyotes sean masoquistas, es más bien que no pueden dejar escurrírseles por los dedos la razón de su existir. 

 

Ya se muere de miedo Coyote por estar a punto de estampar su cara contra el suelo. Ha fallado una vez más, pero rápidamente idea otro boceto en su caballete. Algo en su interior le dice que va a terminar muy mal. Un golpe, una explosión y un círculo negro que se forma debajo de él, cada vez más grande y amenazador. No importa, no mientras lo siga escuchando. Bip Bip.



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