Expresión Libre

miércoles, 30 de octubre de 2013

Embrujo

Alejndro Farias
 
 
Nunca calculé el eco

que definiría las formas

de las medusas que danzan

entre estivales afónicos

y periscopios de bruma.

Nunca en silencio

dimití a la noche

su poder de infancia

que en recelo terciaba

con mis sueños de hojarasca.

Nunca en vida

mi desaliñado fantasma

abandonó el juego

que yo juzgaba de vida o muerte.

Nunca entonces me desprendí altanero:

De las cosas que me tocaban como si se salieran de su empaque y se introdujeran por mis poros hasta extenderse inevitables dentro de mis deseos más enraizados.

Jamás solté la pelota sin la certeza de que rasgaría el viento antes de perderse tras una azotea.

Por ende me convenzo día a día de que las brújulas que enterré la mañana anterior se elevarían al cielo en forma de suspiros áureos.
Dorados como los charcos que me resultaban la gloria después de que la lluvia nos mostraba impávida su retirada.

Por eso jamás solté la canica que me llevó a la tierra de las quimeras donde la luna me respiraba estrujándome hasta desaparecer en la niebla que se colaba por las grises chimeneas.
Y es por lo tanto y por lo dicho que las remembranzas suelen ser un artefacto que te eclipsa encantando los puentes que la bruma devora.

Ante el pasmo de la mirada inválida. Ante el fruto roído que te llevaste a la boca antes de cerrar los ojos y darte cuenta que todo se reducía a correr hasta desfallecer y caer embelesado ante el profundo y delicado aroma que despide el horno de la cocina, contigua.

A pesar de todo cruzaste los mil mares que se te echaron encima cuando abandonaste el hogar primero, no el formado por ladrillos y cemento sino el que te reguardaba de la luz ¿primigenia?
Jamás se saldarán las dudas.

Las cosas son sólo guijarros que el tiempo escupe gustoso y altivo, creando senderos ruidosos y húmedos, entre los que nace lo que esta detrás del cielo que hoy de nuevo decide abrir sus manos deshiladas y acuosas.

Esas manos que ahora añoran ser más pequeñas y no poder sostener el vaso de whisky que mi mano no esta cargando por estar enfundada en dedos que saltan entre los vagones del tren

 
 
 
 
 
que parece no querer detenerse, nunca.

Nunca, sólo en el embrujo que resuena fresco e instantáneo cada vez que se reproduce desperdigado.

En efluvios de trigo que chisporrotean en la hoguera.

En caramelos de lengua que desorbitan mis bolsillos apretujados.

En el sin saber de la consciencia que se derrite a cuentagotas.

En tristezas que hacen erupción sin el aviso oportuno que se esconde adormilado entre sonidos prehispánicos.

Es el horizonte que se ensancha aminorándonos sin pudor alguno.

Son los insectos que devoran mi despertar anquilosado.

Es el río que fluye agónico y desventurado.

Es el tuerto que recoge del suelo la moneda extraviada.

Es la pesadilla intacta que se encarama en tu cuello de paquidermo abstraído.

Es la voz que se alza para caer en el papel que es
flamígero resuello.
 

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