Expresión Libre

sábado, 21 de junio de 2014

Lecciones sobre fiestas subterráneas

 
Sergio Vidal Uribe

La cuestión es que todos moriremos, no es reconfortante lo sé, y más si la chica de tacones rojos que acabas de conocer la invitas a una fiesta y muere en un trágico accidente por culpa de un automovilista que no entiende la locura. La muerte cierra puertas pero abre ventanas a mí se me abrió una ventana de fiesta, fiestas subterráneas, digo subterráneas no por el hecho de que la fiesta sea en una cueva o adentro de la alcantarilla sino porque tienes que dejar de creer en lo que dicen allá arriba, esos seres de luz que no han probado hasta donde es capaz de mutar y transformarse el hombre en oscuridad pura, en volverse naturaleza propia: Animales, no en una dama convencional que dice que no puede mantener una relación conmigo porque tiene la línea delgada entre la razón y la locura, ven, entonces te invito un día a una fiesta subterránea para que por primera vez seas honesta le digo a la chica de tacones rojos que acabo de conocer. Hoy estoy en una fiesta en forma de pecera, y todos bailan y saltan, porque el ser humano tiene 6.8 megaherzt de energía, lo mejor es cuando hacen mi posición favorita, alzan su pecho hacia adelante colocando sus hombros hacia atrás, estiran todo su cuello y voltean hacia arriba para recibir el alimento de pescado,  miles de papelitos caen en la pecera y todos comen, sin saber que es LSD, bailar es lo único que les queda a mis locos, nosotros bailando ocasionamos maremotos en Tokio, porque sitiado en mi epidermis, el dios de la danza improvisa movimientos en mi cuerpo, este lenguaje corporal no es propiamente ballet, pero si lo suficiente como para revelar que los de allá arriba utilizan máscaras y caminan tensos como robots hacia el trabajo, siempre, siempre con la cabeza llena de prejuicios, acá abajo tienes que sacar lo peor de ti, tienes que liberarte de todas las cadenas que te han impuesto, la mayor parte del tiempo son las mujeres, las mujeres como tú le digo, a la chica con tacones rojos y minifalda pero ella bailaba y se perdía y para encontrarla tenía que pasar unas aspas de luz, que eran miles de foquitos que prendían y apagaban, luz roja, luz azul, luz verde, combinación de luz roja y luz azul, combinación de luz verde y luz roja, y todos los colores combinados a una velocidad que solo la música dictaba, e intento buscar a mi chica de tacones rojos y buscando una línea que nos conecte entre tanto loco,  me doy cuenta que la definición del amor es un cuadrante del círculo, es decir un cuarto de círculo obtenido por dos radios en ángulo recto y el arco que los conecta, son líneas que se cruzan para llegar a un fin y un fin justifica los medios para llegar a él, bailo para romper cánones,

porque no hay ningún Hércules que libere mis cadenas como a Prometeo, tengo que valerme por mí mismo, me ahogo, me estoy ahogando y la única manera de respirar, de sobrevivir, es dejar de ser una sardina en esta pecera y convertirme en un tiburón, así que buscaré a mi chica de tacones rojos para decirle que me bese y si espera sexo, solo será un accidente y no lo esencial. Cuando me encontró bailando me dijo: Ícaro estas volando muy alto, muy muy alto, y le respondí extasiado con tanto LSD : "No sé de cuanto es capaz de soportar el hombre, ni siquiera el lobo estepario sabia, por eso vengo aquí, a las fiestas subterráneas a encontrarme con lo peor de la humanidad, con lo mejor de mí mismo, porque nunca entenderás lo que es la locura, lo tuyo es juego y obsesión, ya no podrás succionarme más, porque ni siquiera sabes dónde está la pecera,  ni siquiera sabes lo que es bailar moviendo lo inmóvil, solo eres una  estrella de mar insignificante y yo quería que entendiera, en serio, lo que era estar en una verdadera fiesta, mi chica de tacones rojos se enojó no porque me sobrepasara con mis palabras sino porque desconfió del lenguaje de los locos, desconfió de las fiestas subterráneas, salió corriendo con una bolsa de cervezas en la desolada calle con una noche que parecía una eternidad, y corría para alcanzarla para decirle que me besara porque los besos son veneno y salvación y el viento estaba muy oscuro pero mi baile se sofocó cuando vi que un automóvil pasaba encima de ella, y también vi como la destrozaba entre sus infernales llantas y la desvanecía de este mundo, de esta fiesta, de mi baile, no distinguí el color del auto ni su forma, las personas ya no saben conducir un auto en estos días y más si están llenas de prejuicios, solo me quedé con sus tacones rojos, yo no quería que muriera, quería ser su guía en esto de la locura, así que absolví mis pecados y regresé a la fiesta a donde pertenezco a seguir ardiendo y bailando y ocasionando maremotos, y la cuestión es que todos moriremos y no sé cuánto dure la fiesta o mi vida, ni cuando llegue la luz o qué pasará cuando el submarino llegue a la superficie, no sé ni me importa, pero a mí, pendejos, a mí déjenme seguir bailando.

1 comentario:

  1. Es lo más trainspotting, aunque con esa ligera acidez del constante LSD... ¡qué texto mas visceral, Vidal! El frenesí realmente me hizo caer en una espiral de lectura, las numeraciones vacilaban en su calidad de adjetivo y me sentí en la fiesta, ahí, bailando.

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