Expresión Libre

lunes, 7 de abril de 2014

El derrumbe

 
Engel Islas.

Posó las manos burdas sobre sus pechos y pensó que eran suaves pero groseros, enormes y sin sentido. No le importó mucho. Acarició su espalda y bajó un poco la cabeza, hacia su cuello. Él tembló un poco y ella, frágil y desquiciadamente sexy, aceleró su respiración mientras buscaba su boca. "Hay pequeños lujos que se sienten con las manos" Pensó.
En el comedor, con su charola y platillos preferidos, Víctor refrescaba su memoria y engullía con frenesí los alimentos. Frente a él, afuera, la ciudad enorme parecía una nube en el cielo y, los edificios, vistos desde ese quinto piso, eran una maravilla.
El elevador subió deprisa, las tripas se le encogieron cuando aquél se detuvo. "Piso 10" rezaba el letrero. Salió con paso lento, brincó la ventana y se quedó parado en el resquicio, a un paso del vacío. Pensó en toda su vida, en lo que fue de joven y lo que sería de su vejez si se quedaba.
Sentado, la pantalla iluminada y la música de Paganini de fondo, escribía: "La escritura, en estos tiempos, es como intentar suicidarse desde un quinto piso y no ser visto; morir y que las noticias no te nombren; anhelar ser conocido, ser escándalo. Pero escribir la realidad circundante es un verdadero reto. El ser objetivo, dejar detrás esas novelas rosas y esos mundos donde la fantasía es lo que predomina. La realidad como juego de la escritura, como un modo de saber que eres único y que hay algo más que importa, pues intentas, no conocerte a ti mismo en lo que los demás verán en ti, sino dar a conocer esa realidad cruda, como es, no como la intentas plasmar, porque hay algo que caracteriza estos tiempos: Si te escondes en una fantasía, en un mundo donde nadie entra, te golpearán hasta que salgas, y saldrás, pero casi muerto, con miedo" Termina, fuma un cigarrillo y, al final como dedicatoria: "Para K. N"
Laura miró en derredor, todo tranquilo. Las mesas comenzaron a moverse y bajo sus pies el piso comenzó a temblar. Se dio cuenta de que el edificio estaba por derrumbarse. Corrió hacia la ventana y miró, ahí estaba Don Max, serio y demacrado, en el resquicio de la ventana, sonreía. "El edificio se derrumba, baje de ahí Don Max". Entre el sonido de las alarmas y sus propios nervios escuchó las tenues palabras de él: "Hay pequeños lujos que sólo los viejos podemos darnos, el quitarse la vida es uno de ellos". Laura corrió por las escaleras, llegó al quinto piso y estaba cansada. En el lavadero, donde los del aseo lavan sus trapeadores, José y Rocío parecían uno sólo. "Siempre lo supe" pensó. "¡Vámonos!" Rocío la miró y pudo leer en sus ojos casi lo mismo que le dijo Don Max: "Hay pequeños lujos que sólo las mujeres cachondas podemos darnos, el follar con el gerente es una de ellas"
Se detuvo en el comedor, nadie. Miró mejor. Sentado, aún con su vaso de jugo y un plato de papaya con queso cotagge, Víctor disfrutaba de sus alimentos. Un pedazo de madera cayó sobre su plato, lo retiró y siguió comiendo. No quiso preguntarle nada, sabía lo que le diría. "Hay pequeños lujos que sólo los del aseo podemos darnos, el comer algo verdaderamente bueno es uno de ellos"
Terminó su cigarrillo y escribió: "Pienso que las cosas que nos pasan tienen un sentido exacto. Traicionamos nuestros ideales, no porque lo deseemos, sino porque otros, como huracanes, nos engullen en sus juegos. Somos humanos y por ende, tenemos errores". Miró el humo que aún quedaba en la estancia. Luego, por la ventana, vio como el edificio de Celulares Tapatíos se derrumbaba. Salió de casa, cerró la puerta y fue a ver. Por la banqueta, corriendo y gritando como loca, una mujer le golpeó la cara y le dijo: "Hay pequeños lujos que sólo las locas como yo podemos darnos, el golpear a cualquiera es una de ellas. Pero ver a gente morir por sus pequeños lujos, es para mí, un horroroso delirio"

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