Expresión Libre

lunes, 7 de abril de 2014

La Sombra del Imperio

 
 
(Europa frente el Imperio Otomano 1453-1529)
Parte final
Joel Eliasib López Velasco
 
Tomados los Balcanes, solo los reinos de Hungría, y el Sacro Imperio Romano Germánico se interponían entre los otomanos y Roma. Aunque estos últimos baluartes europeos hicieron frente a los avances otomanos, especialmente el reino de Hungría, la victoria no había sido definitiva. En Europa Occidental existía una situación muy tensa y un movimiento anti turco surgió. Fue el rey de Francia Carlos VIII el que finalmente en el año de 1494 propuso una cruzada contra Estambul[1]. Los otomanos se prepararon para el ataque a su capital pero las huestes cristianas jamás llegaron. Era claro que los europeos estaban tan ocupados en sus querellas internas que no lograban formar un frente unido ante los otomanos. Tras muchos acuerdos diplomáticos finalmente en el año de 1501, la asediada Venecia logró una alianza cristiana con el Papado y el reino de húngaro. En 1502 los ejércitos cristianos encontraron su primera victoria en la isla de Leucas. Este aparente cambio de marea a favor de los reinos Europeos duró muy poco pues el sultán Bayazid tomó el vital puerto veneciano de Durrës. Para buena fortuna de Europa, los otomanos decidieron concentrar su atención en el Levante, especialmente en las ricas provincias de Siria y el tesoro del Este del Mediterráneo, Egipto. Esto le dio a los agobiados reinos europeos en especial, Venecia y Hungría dos décadas de paz. Dicha paz terminó cuando el nuevo sultán Suleyman I, llamado el Magnifico, reanudo sus campañas en territorio europeo. El objetivo de las fuerzas otomanas era el reino de Hungría y en especial la estratégica ciudad de Belgrado. La invasión otomana de los territorios de Europa del Este se encontró finalmente ante  dos rivales que tenían la capacidad y fuerza para enfrentársele, el reino de Hungría y el Imperio de los Habsburgo. Sin embargo, ambas potencias europeas atravesaban una terrible crisis que había mermado su vitalidad y recursos para contender efectivamente con las huestes turcas. Suleyman tomo la importante ciudad de Belgrado el 8 de agosto de 1521, obteniendo una plaza importante en las profundidades de Europa del Este. El rey de Hungría, Luis II, no pudo contener a las fuerzas otomanas debido a las querellas internas en su reino. Los húngaros estaban enfrentados y divididos entre sí, incapaces de hacerle frente a las bien organizadas fuerzas de Suleyman. Solo en la Batalla de Mohacs, librada cinco años después de la caída de Belgrado, Hungría fue capaz de organizar un ejército efectivo. Aun así, el ejército húngaro sufrió una terrible derrota, una derrota que el reino de Hungría tuvo que pagar a un gran precio. El gran sultán incorporó el sureste húngaro a su imperio por un tiempo mientras los Habsburgo ocupaban lo que restaba


[1] Imber Colin. El Imperio Otomano (1300-1650). Barcelona: Vergara, 2004 p 56.
 
del reino. Parecía que la independencia de Hungría llegaba a su fin. La situación en el Este europeo era precaria, sin el reino húngaro que protegiera la entrada oriental de la Cristiandad, el inmenso peso de la defensa caía sobre los hombros del Sacro Imperio Romano Germánico. La situación no hubiera sido tan crítica si no fuera porque el Imperio de los Habsburgo atravesaba un terrible conflicto religioso entre católicos y protestantes. El Imperio, fragmentado y dividido, no estaba en la mejor posición para presentar una oposición efectiva. Las tropas de Suleyman  penetraron el territorio de los Habsburgo mientras los reinos germánicos parecían no poder contenerlos y mucho menos expulsarlos.  Para los alemanes protestantes, la invasión de los turcos había sido permitida por Dios para castigar los pecados de la Iglesia. Martin Lutero sostenía que los alemanes tenían que reformar sus vidas y su Iglesia antes de poder enfrentar a los turcos. Hasta que esto sucediera los alemanes serian capaces de vencer al ejército infiel[1]. La crisis para los  Habsburgo llegó a su clímax cuando el 27 de septiembre de 1529 las tropas otomanas sometían a sitio su capital. Toda Europa tembló cuando las noticias del sitio se dieron a conocer. Los reinos europeos alarmados ante la amenaza turca llamaron a reunir una fuerza capaz de “arrojar de Grecia al demonio[2]”. Pese a estas proclamas de guerra, estas no dejaban de ser palabras, pues no lograban unirse para enfrentar al ejército otomano. El rey Francisco I en una de sus cartas habló de reunir sus tropas y convencer a su “hermano, el rey de Inglaterra” para ir juntos a la guerra en contra del turco[3]. El monarca francés estimaba reunir la nada desdeñable fuerza de 60,000 hombres de guerra. Sin embargo, como condición Francisco I exigía que el Emperador Carlos V le condonara parte de una deuda. El Emperador no aceptó la propuesta del rey de Francia, pero planteo como solución que el Papa permitiera la secularización de los bienes de la Iglesia. Una vez hecho esto se vendería al mejor postor para así obtener los recursos para reclutar a un poderoso ejército. Finalmente, quedó claro para los vieneses que dependía de ellos su propia defensa pues las potencias extranjeras no lograban reunir un ejército de defensa. Para los reinos cristianos parecía que la historia de Constantinopla volvería a repetirse en Viena. La situación de la ciudad no era muy prometedora, pues sus murallas estaban en ruinas, sus cañones no se equiparaban a los otomanos y sus pozos y silos no estaban preparados para soportar un largo sitio. Aun así Maximiliano el soberano de Austria, mando fabricar artillería y fortificar los muros de la ciudad. Los cañones otomanos pondrían a prueba las nuevas defensas de Viena. La ciudad no podía aceptar otro resultado que la victoria, tenía que resistir la embestida de los turcos. Los ejércitos otomanos mantuvieron el sitio hasta el 15 de octubre de 1529, cuando Suleyman el Magnifico ordenó la retirada. Los defensores observaban, con una mezcla de incredulidad y alegría, como se alejaban en silencio los ejércitos otomanos; Viena había resistido, la sombra del Imperio retrocedía, por el momento.                        


[1] Karlsson, Igmar. “The Turk as a Threat and Europe’s “other””
[2] Von Ranke, Leopold. “Los Otomanos ante Viena”. Pueblos y Estados en la Historia Moderna. 
[3] Lettres de Gilles de Pommeraye
 
Conclusión
            Solo les tomó setenta y seis años a los ejércitos otomanos avanzar de Constantinopla hasta las puertas de Viena. El 27 de septiembre de 1529 fue una fecha que puso a temblar a toda Europa, pues la amenaza otomana había dejado de ser un lejano rumor, para convertirse en una terrible realidad. La sombra del Imperio se había cernido sobre la última fortaleza que protegía la puerta oriental de Europa. La toma de Constantinopla y el sitio de Viena fueron dos acontecimientos que tienen puntos en común y me atrevo a sostener que el segundo es consecuencia del primero. No pretendo que este articulo sea visto como la verdad absoluta de los acontecimientos pero mis investigaciones me han llevado a creer que la toma de Constantinopla le abrió el camino a los ejércitos otomanos al punto más vulnerable de Europa, los Balcanes. Abandonar a su suerte a la antigua capital del Imperio Romano del Este fue un error estratégico de los europeos pues como dice el historiador Colin Imber “dio al Imperio Otomano una capital en la confluencia de sus territorios europeos como asiáticos[1]”. Es cierto, que los ejércitos otomanos ya habían logrado algunas victorias en los Balcanes, pero fue hasta después de la toma de Constantinopla cuando se logró la conquista de los reinos balcánicos y finalmente el sitio de Viena. Los europeos  creyeron que la conquista de la ciudad más rica de la Cristiandad satisfacería las ambiciones de los otomanos, no pudieron haber estado más equivocados. Constantinopla sirvió para consolidar el poder de los turcos  y servir como base  para la expansión en Europa. Los reinos cristianos divididos en sus querellas jamás pudieron presentar un frente unido ante los otomanos. Tanto los bizantinos como los vieneses se vieron obligados a defenderse por sí solos, las fuerzas prometidas por los reinos cristianos jamás llegaron. Es verdad, los resultados de ambas batallas fueron diferentes; mientras Constantinopla cayó, la ciudad de Viena sobrevivió el asedio otomano. Para fortuna de Europa, Viena pudo repeler el ataque de Suleyman el Magnifico y convertirse en el baluarte europeo frente a las invasiones musulmanas. Sin embargo, la victoria vienesa no se debió a la superioridad militar o estratégica europea sino algo más simple, los otomanos se habían quedado sin recursos para continuar la guerra. No pretendo subestimar la victoria de los vieneses sin embargo, la razón por la cual los otomanos no pudieron tomar la ciudad fue por encontrarse lejos de sus bases de abasto. Es cierto, en Viena se detuvo el avance musulmán pero no fue por la superioridad militar europea, sencillamente los otomanos habían alcanzado su límite de expansión. Estambul decidió poner fin a sus conquistas en el Occidente de Europa por fines estratégicos ya que su imperio se extendía hasta Siria. Viena solo marcó el final de la expansión otomana en Europa Occidental más no el declive del Imperio. El fracaso en Viena afectó muy poco el poderío otomano en Europa del Este y los Balcanes. Esto quedó claro con la incapacidad de las fuerzas europeas de expulsar a los otomanos del continente. Gran parte del territorio húngaro y toda la península balcánica formaría parte del Imperio Otomano durante varios siglos.


[1] Imber, Colin. El Imperio Otomano.
 
 
 
 
 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario