Expresión Libre

viernes, 5 de diciembre de 2014

El doble


Jesús Alfonso Silva Íñiguez

En la vida me han pasado muchas cosas raras. Coincidir con alguien en el que estoy pensando; pensar lo mismo que otra persona decirlo en voz alta y que nos coordinemos para decirlo. Terminar trabajando con personas que conociste de niños. Viajar a la playa y encontrarte con amigos o parientes, cosas de esas, pero ningún encuentro se compara al que me sucedió cuando tenía algo así como ocho años. Visitábamos a la comadre de mi mamá y uno de sus hijos conocido como el Mike, siempre que me veía decía eres igualito a un morrillo de por mi casa y yo sólo pensaba que quizás por ser niños tendríamos algún parecido, la altura el color de piel algo; las facciones típicas de los niños las mejillas gorditas, los rasgos de infante. Y en esta ocasión de la visita se nos ocurrió jugar a los boxeadores, quizás por tener a uno de los más grandes de la historia en activo cómo lo es Julio César Chávez González, el Box estaba en su apogeo a pesar de privatizar las peleas y llevarlas al pago por evento.
Las cosas se pusieron de la siguiente manera: convertimos la visita en un mini torneo. Primero me enfrenté a un vecino de la zona muy moreno que por razones prácticas era conocido como el More, después enfrenté a mi hermano mayor sólo un año, pero los combates marcaron un record de una victoria sobre el More y una derrota a manos de mi hermano el Calvo. Ya cansado de las peleas fuimos por refrescos y comida, reposamos la comida y volvimos a buscar oponentes como en una pelea callejera pero con guantes. Y justo buscábamos contrincante cuando, pasó mi supuesto gemelo perdido, pero la verdad no podía creer la similitud que tenía conmigo, la cara era prácticamente igual: los ojos, la nariz, la boca y la forma de la cara; cuando nos presentaron fue una sensación indescriptible fue como conocerme a mí mismo. ¿Pero qué hacer cuando conoces a tu idéntico? Pues al más puro estilo de la película de Jet Li llamada El único, tratamos de descubrir quién era el más fuerte. Y nos pusimos los guantes creo que el Mike tendría un problema para distinguirnos pues hasta la ropa era parecida, la única diferencia es que él tenía un tono de piel un poco más claro que el mío. Y comenzó la pelea fue algo así como tres minutos, soltamos los puños como si no existiera un mañana, golpes por todos lados, principalmente a la cara, en un intento por recuperar mi rostro. Al final el Mike decretó un empate. La decisión no me importó fue como pelear frente al espejo. Desde ese día me preguntaba que fue de mi doble, y la respuesta me llegó años después cuando me dijeron que igual que yo se dejó el pelo largo y engordo, el Mike puntualizó – No chingues siguen igualitos –. Este combate me lleva a considerar otra cosa, es muy común que me digan que me parezco a alguien, siempre conozco gente nueva, misteriosamente surge el comentario, pero hay una conclusión a la que se puede llegar o realmente tengo un rostro muy común o tengo muchos parientes traviesos dejando primos por el mundo o la última y más perturbadora: existe un programa secreto del gobierno que trata de estandarizar a la población en un intento bizarro por crear un ejército para la dominación mundial algo así como los clones de Star wars.

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