Expresión Libre

viernes, 16 de octubre de 2015

El Reloj / Elizabeth Altamirano


Me dolió.
No me preguntes dónde, no sabría decirte. Me dolía todo y nada. Y que me doliera nada era peor a que me doliera todo.
En ese momento me convertí en un robot;
¿un robot?
Un reloj.
Callen ese tic-tac. Iba a despertarme.
Estaba a punto de despertarme de este sueño, un sueño en el que lo único que hacía era caer. Me iba, tómame de la mano, no me dejes caer.
¡Suéltame!
Y entonces volvió a doler. La caída fue más profunda. Los tic-tacs casi insoportables. El sueño una pesadilla.
Me dolió.
No me preguntes cuánto, no sabría decirte. Dolió desde que nací, no dolió hasta que morí. Y que no doliera hasta que morí era peor a que doliera desde que nací.
Cuando estaba a punto de identificar el dolor, me sacudió. Millones de descargas eléctricas. Razones no había, tampoco respuestas.
Cerré los ojos y me dejé llevar. El dolor ya me conservaba.
Yo pertenecía al dolor.
Dolor. Qué palabra tan extraña.
Dolor, dolor, dolor.
Caí.
Tic-tac.
Desperté.
¿Por qué ahora que estoy despierta nada parece real? Cierro los ojos.Recordar el sueño hace mi corazón latir deprisa. Muy deprisa.
No puedo respirar. ¡Suéltame! ¡Tómame!
Boom.
Caí, exploté.
No era nada más que un reloj, una bomba de tiempo de dolor.

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