Expresión Libre

domingo, 1 de septiembre de 2013

Bolo contra las sombras


Jesús Alfonso Silva Iñigues

Bolo, bolo, bolillo era un perro que con sus pocos meses de vida pasaba mucho tiempo solo. Su única visita en el día era la suegra de su dueña y el hermano loco de su papá adoptivo. No se caracterizaba por ser un perro ruidoso pero cuando jugabas con él era incansable. Sus energías las gastaba jugando con sus muñecos, que eran unos peluches muy afelpados eran a su vez sus amigos y sus rumis.  El hermano loco de su papá postizo  había notado comportamientos extraños en el perro, notó por ejemplo que bolo o bolillo como lo nombraban de cariño, tenía la costumbre de arrimarles comida a sus peluches. Este pensamiento conmocionó al hermano loco de su papá pues le recordaba sus tiempos en el psiquiátrico donde obtuvo el bien ganado mote de Siquistriquis de un paciente conocido como Satanás. A pesar de sus comportamientos  peculiares bolo no era un animal raro al contrarío era un cachorro que entraba dentro de las convenciones, con la salvedad de que fue muy enfermizo cuando contaba con solo unos días de vida.

El pequeño Bolillo casi no la cuenta  en sus primeros días, pero gracias a las atenciones médicas se logró recuperar, no obstante se hizo un poco nervioso. En una de las visitas que hacía Siquistriquis a Bolo para verificar si tenía comida y jugar un poco con él, observo que el pequeño can no le saltaba encima, pero el continuo fumando un cigarro que era parte del ritual de la visita al Bolillo al que a él le gustaba decirle Cañas con el disgusto de su papá postizo. Todo parecía normal hasta que el perro empezó a ladrarle con mucha insistencia a algo que el Siquistriquis no pudo ver, en eso momento pensó el desconcertado paranoico en todos los relatos de terror que conocía, pensó en El Horla de Guy de Maupassant, y su monstruo que nunca se sabe si es un ser producto de la imaginación del protagonista o un ser invisible que atormente al pobre personaje, recordó tantos y tantos leyendas de aparecidos como el de la moja número 31, pensó en los seres terribles de la mitología de Lovecraft, pero siguió fumando, incluso le llegó a la memoria una muy mala película que vio de poseídos en la que más que poseídos parecían zombis por la facilidad con la que los demonios pasaban de un cuerpo a otro, al final lo primero que hizo fue llamarle la atención al perro.

         Cállate Bolo.

Y le dio otra fumada al cigarro.

          A que le ladras Cañas.

Mendigo perro loco -pensó- y apagó el cigarro. Siguió con el pensamiento pensando a que le ladraba el perro. Por fin se acerco a él e hizo que lo siguiera. Ya sentado en una silla junto a las escaleras, frente al cuarto donde vivía el pequeño french puddle con sus padres humanos, reflexionó en que a lo que le ladraba el perro con tanta vehemencia era a las sombras. Riendo mientras acariciaba al cachorro le pareció tan clara la situación pues el enemigo más grande del Bolo, Bolillo, Volován, eran las sombras.

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