El fuego que no hace combustión / Sergio Vidal

en la fiesta
cuando los perros
están bailando,
o andan de románticos
con las señoritas
o viendo las cosas diferentes
o extremadamente locos
destruyendo todos los paradigmas,
y la fiesta es Dios,
en ese preciso momento
en el que me quedo solo
siempre hay un invitado que se me acerca
y dice
“¿Eres el qué se robó los ochenta libros de la Fil?”
Todo se queda en silencio
y la cerveza está quemada.
Soy ochenta Uribe,
Soy el Robin Hood de los libros,
Soy todos los ladrones.
Me acuerdo qué los tornados
siempre van para abajo
como los hoyos negros
como la FAMA.
Uno que otro invitado
comienza a reírse
cuando paso junto a él,
otros hablan en voz baja
(pareciera que la raza humana
estuviera hecha para la doble moral)
o simplemente se quedan callados
para hacerme
sentir incomodo,
confuso
y me pregunto si la redención
o es un camino lleno de árboles
con dientes de león
que al pasar por él todas
las partículas se desprenden
y te envuelven en un suspiro
o es como una terrible,
terrible resaca.
Puedo hablar si quiero
con ellos, los invitados,
puedo discutir, negar, coincidir
si robar libros
está bien
o
está mal
incluso puedo
pelear a golpes con ellos,
si lo deseo,
pero en todas las veces,
en las que estoy a punto de asumir
el papel que “ellos” quisieren que asuma
los perros me gritan
desde el otro lado de la fiesta:
“¿Qué eres?”
puffffffffffffffff splashhhhhhhhh
y la música tiene de nuevo su beat
la cerveza está helada
y les grito:
“¡Soy el que se robó los libros!”
y los perros se alborotan
y me señalan,
asienten,
aúllan,
y les grito extasiado:
“¡Soy un perro romántico!
ar ar argwww arrrrrrggg,
y se miran entre “ellos” perdidos
y les grito desesperadamente:
“A nosotros,
los perros,
nos invitaron a la fiesta
para invadirla de fuego
del único fuego
que no hace combustión”
y los invitados no entienden,
dicen tonterías,
siempre va haber ruido
y locura
la fiesta es nuestro motivo de existencia
y los perros aúllan
y por momentos
en serio creo que
explotamos.