Expresión Libre

lunes, 18 de mayo de 2015

La carrera / Jesús Alfonso Silva Iñiguez


Los autos son una pasión que muchos comparten, forman grupos, clubs y demás asociaciones. Las más importantes son transmitidas por televisión; pero hay otras, unas de las que nadie quiere hablar. Son las de las carreras callejeras, donde ganar no es cuestión de dinero o prestigio mundial, ganar es algo que te llena de adrenalina, esa adrenalina que solo las cosas prohibidas te dan. Quizás el dinero en juego es muy poco en comparación a lo que se disputa en lo profesional, pero la sensación que dan las carreras clandestinas es muy adictiva. Y esa adicción llevó a nuestro amigo, Chip, a un lugar desierto por tratarse de una carretera poco usada, las carreras son concurridas pero no publicitadas. La carrera de autos a la que me refiero incluía dos bólidos de más de 500 caballos de fuerza, con una relación peso potencia que los hacía volar. La carrera terminaba en apenas 10 segundos o menos.
El carro de Chip era un Camaro 67 modificado para carreras cortas, pero exteriormente parecía un auto restaurado, para no llamar tanto la atención de las autoridades, pero el contrincante tenía un auto que parecía predestinado a competir con el Camaro; el Mustang 67, al igual que, el Camaro, potenciado de tal manera que pareciera más un carro, para museo, que para carreras. Los contrincantes se conocían de toda la vida, al ser primos hermanos. Se vieron uno al otro sin cruzar palabras; pues una rencilla familiar los alejó años atrás, ahora las carreras los juntaban uno al lado del otro, y volvieron a intercambiar miradas pero ahora desde los autos. Uno, dos, tres, una fanática de la velocidad daba la largada:
 
los primos aceleraron a fondo, los carros se comportaron como lo que eran Bólidos con una potencia infernal, que re rebasaban uno al otro, llegando a la meta, marcada únicamente con el espray usado en los partidos de fútbol, para marcar la distancia de la barrera, pero no era la única marca se colocaba una cámara en la línea de llegada, y Chip, ganó por poco, al mismo tiempo su primo golpeaba el volante lo más fuerte que podía y maldiciendo su suerte, pero en ese momento las sirenas de las patrullas sonaron fuerte y ellos continuaron acelerando, ahora para escapar de la policía. Cuando, Chip, escapó fue en una dirección y su primo en otra, para tener más posibilidades de perder a los patrulleros, Chip, corrió como si lo siguiera el demonio y pudo meterse en el taller de un amigo al que le marcó mientras huía, desde su llegada tuvo la impresión de que algo andaba mal, pese a su escape exitoso.
Al siguiente día supo que su primo no logró escapar, perdió el control y terminó estrellado bajo un puente y se llevó una imagen de la Virgen María, que servía de lugar de oración, para los camioneros; Chip, recuerda con tristeza a su primo, pues aunque las disputas familiares los separaron, su primo fue su mejor amigo de la infancia y adolescencia, pensar que la reunión familiar, que se dio entre los primos fue para seguir a disputa ahora en formato de diez segundos, pudieron por última vez pensar en el otro mientras corrían y pensar más después de la carrera, Chip sabe que su primo murió como siempre quiso, yendo rápido corriendo como siempre soñaron que sería, quizás, Chip, ganó la carrera, pero su primo llegó primero a lo que ellos llamaban, el Valhalla, de los corredores.

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