Expresión Libre

lunes, 4 de agosto de 2014

El borrachazo


Jesús Alfonso Silva Iñiguez


Era temprano para mí. No tenía un lugar fijo a donde ir. Pensé primero en ir a un bar a echarme una cheve. Ningún lugar en específico, mi único parámetro para decidirme es que tocaran rock. Primero busqué por internet los lugares que ya conocía y para confirmar que hubiera una banda en vivo. Me subí al carro y el clima era perfecto, no se veían nubes grises ni nada, todo en orden. Era tarde noche aún con sol pero ya se estaba metiendo en el horizonte. Llegué al bar y apenas estaban acomodando los meseros, dividiéndose el bar en secciones para poder atender las mesas de una manera ordenada. Llegué y me encontré al dueño que solía tener una cafetería en la escuela, pero por lo alto de la renta no le fue posible continuar ahí, a decir de él ya no era negocio. Lo saludé con efusividad pues gracias a él me mantenía despierto en la escuela y siempre me prestaba los juegos de meza para pasar el rato en horas muertas. Un buen tipo. Por fin me tomé la primera cerveza y todo el estrés de la semana se fue viendo más lejano. Esas preocupaciones por lo que iba a hacer, los pendientes, las deudas y sobre todo mi mujer que ya me tenía cansado y no me dejaba en paz siempre quejándose de que no hago nada bien. Pero esa noche, no tenía nada mejor que hacer sólo beber hasta la inconciencia. Y así empezó la peda, me tomé la segúnda cerveza sin el compromiso de llevar a nadie a su casa, venía solo y no tenía intenciones de ligar. Yo ese día sólo pensaba en beber, beber como los grandes. Llegó la tercer cerveza y las ideas empezaron a fluir, pensaba en las cosas que cambiaría si tuviera la oportunidad, primero que nada no me hubiera casado, el error más grande de mi vida, pero no era lo que más me causaba remordimientos, recordaba momentos en los que debía hacer algo que cambiaría mi vida actual, cómo cuando salí de bronca con mi mejor amigo que ahora ya no lo puedo más que llamar conocido. Otros recuerdos que me llegaban eran las cosas que no hice, una de ellas era ver a Black Sabbath en vivo, a mi ciudad vinieron varias veces y por una u otra razón no iba a los conciertos y ahora con la parca rondando a los venerables ancianos la posibilidad se ve lejana. Y llegó la cuarta y la quinta cerveza, ya en este punto no me reprochaba nada, pensaba: "por una parte he dejado de hacer cosas y he hecho otras que no debía pero siempre pudo irme peor."
-Me traes una jarra.
-Claro ¿obscura o clara?
-Obscura por favor.
-En un segundo te la doy.
-Gracias – conteste sin mucho aspaviento-.

Llegó a los pocos minutos mi jarra de cerveza obscura y empecé a darles sorbos, mientras en el bar la banda empezaba a instalar sus instrumentos, llegó el baterista con toda su indumentaria y poco a poco, como el que construye un barco a escala terminó de colocarse, los demás hicieron pruebas y afinaron los instrumentos de cuerdas, era una banda como me gusta, elemental batería, bajo, guitarra y voz, no se necesita más. Ya cuando me terminé mi jarra empezaron a tocar y yo pedí otra jarra igual. Tocaban las canciones clásicas de los bares, el repertorio incluía, Cuca, Héroes del Silencio, Fabulosos Cadillacs, Jaguares, Soda Estéreo y muchos otros, y les daba tiempo pues tocaban tres horas y yo pensé en quedarme hasta el final, y así lo hice, después de mi cuarta jarra se terminó, la música y ya muy briago salí como pude del bar, y busqué mi carro, que era un bocho blanco modelo 83, caminé en círculos por un rato hasta que la blancura del carro me llamó en la noche, por la peda que traía me costó trabajo abrirlo pero lo hice, me subí y noté que el carro estaba más limpio de lo acostumbrado. No le di importancia a la pulcritud de mi bocho y seguí mi camino. Mientras intentaba salir del lugar donde me estacioné al echarme en reversa golpee al auto que estaba tras de mí, en mi mente las cosas se pusieron color de hormiga, la peda se me bajó de pronto y como salido de película rápido y furiosos salí echo la chinga, aceleré todo el camino, hasta llegar a unas cuadras de mi casa, conté con la fortuna de que no me pararon en el trayecto. Por fin me bajé del auto a unas cuadras de mi casa porque no encontré estacionamiento cerca. A los tumbos llegué a mi casa y me metí a la cama y me quise dormir pero mi vieja me corrió a patadas y dormí en la sala. A la mañana siguiente todo me daba vueltas y tenía que ir a un mandado en la mañana aunque fuera domingo, lo pensé un momento y por fin tuve una iluminación recordé donde dejé mi carro y fui tras un desayuno típico de domingo de torta ahogada, mi sorpresa fue que el carro en el que llegué la noche anterior resulto no ser el mío, así que lo más disimuladamente que pude me alejé del que por una noche fue mi auto y tomé un taxi en busca de mi verdadero bocho, el palomo como lo llamaba, mientras iba en el taxi pensé " pinche peda me puse, lo bueno que ahora no terminé en colima como la última vez".

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