Expresión Libre

lunes, 4 de agosto de 2014

Silencio, acompáñame a morir

 
Elena Aguilar.

 

Miradas penetrantes sobre rostros vacíos de cualquier emoción. 

Imagen supuestamente indecente y varias botellas de ron.

Un espíritu encerrado entre ropas oscuras y brazaletes de cuero. 

Un par de tenis gastados de tanto recorrer el mismo callejón.

Nadie nunca lo vio cruzar las puertas dobles de aquel bar, 

ni un alma cruzó palabra con él. Viajaba discretamente con el susurro de las voces charlando bajo.

Siempre en busca de una presa, vulnerable y vacía, alguien sin nada que perder.

Alguien a quien ofrecer protección, porque ¿Qué otra cosa podía hacer? 

Cada noche en busca de un alma suicida.

Unos labios rojos permanecen entreabiertos, sin hablar.

Brillante cabello rubio cae hacia ambos lados de un rostro joven, suave y… vacío.

El repiqueteo agudo de los tacones de una mesera al parecer francesa, suena lejano en dirección a la barra.

La coca desaparece en menos de dos pestañeos, un brazo magullado levanta la botella de vodka y entre unos labios rojos, desaparece el resto del alcohol, el cristal se rompe al caer de lleno al suelo.

Las botas de la chica suenan mejor que la música del recinto mientras corre.

"Es ella" se escucha a si mismo mientras camina con paso firme en su búsqueda. 

Con la máscara de chico amable perfectamente ajustada bajo sus cejas abre la pesada puerta de madera, los gemidos leves llegan desde la esquina, gemidos y maldiciones pronunciadas entre dientes.

Varias mujeres ríen y lanzan miradas pícaras en dirección a un hombre negro sentado en la barra. Un muchacho entra en el bar y corre a abrazar al hombre de la barra haciendo que las mujeres permanezcan atónitas.

Un inodoro sucio, paredes húmedas, el espejo roto por la mitad como único testigo y el suave ruido de una fuga de agua como música de fondo. 

Como un animal que se sabe en peligro ella calla, escucha los pies deslizándose en las baldosas y se sorprende de la ligereza de su paso. Lentamente asoma sus verdes ojos, con el maquillaje manchado y el cabello revuelto ¿Podía lucir un poco más hermosa?

Un autobús cruza la avenida, haciendo que las hojas muertas del otoño bailen en la oscuridad. La lámpara en el techo parpadea y un insecto cruza la pared.
Él se acerca veloz hasta que sus narices casi se tocan, ella permanece inmóvil con la respiración entrecortada. 
No mueven un solo dedo, es el viento helado de la noche quien hace la magia.

Ni siquiera la pólvora habría causado tal reacción. Fue una lágrima la que inicio el proceso.

Suena la charla de dos hombres en el callejón al lado del bar, al parecer el éxtasis es cada vez más caro.
Él pasó su mano por las piernas de labios rojos, encontró algo  pequeño y metálico en interior de su falda, pudo ver la liga negra con encaje rodeando su pálido muslo, sosteniendo firme aquel objeto.

Él puso el artefacto en sus delicadas manos,  la besó profunda y sensualmente.

La urgencia de ella al saber que los segundos están siempre contados, se notaba el temblor de sus rodillas y las ansias en sus labios.
Él sonrió malicioso, lo había conseguido de nuevo.
Ella asintió lentamente con la cabeza, 

vio su reflejo en el espejo roto y se sintió en paz.
Él desplegó sus negras alas y enseguida la cubrió con ellas.
Se miraron a los ojos y ella sonrió, 

justo antes de pasar el brillante filo por su garganta.

Muerta, al fin muerta. 

Minutos más tarde él salió del bar, igual de silencioso,

Igual de oscuro, pero un poco menos vacío. 

"Estos suicidas, siempre eligiendo el mismo lugar" pensó mientras caminaba calle abajo, en la búsqueda alguien más a quien acompañar en ese momento tan íntimo de terminar con la propia vida. Buscando un nuevo rostro, un nuevo vacío para llenar el suyo.

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