Expresión Libre

lunes, 4 de agosto de 2014

Mi rosa y yo


 
José Ildefonso Ruiz Esparza



Cierto día, decidí tomar una rosa, de mi jardín. Desde el primer día que la toqué, sus espinas me lastimaron, me hicieron brotar sangre, pero ¿Cómo podría yo enojarme con mi rosa favorita? ¿Acaso no se estaba defendiendo apenas con sus espinas su delicado vestido de pétalos? Era una rosa hermosa, tan hermosa como el color de mi propia sangre. La puse en un florero de cristal cortado, que sólo uso cuando se trata de algo especial.

Me senté en mi silla favorita, le di agua, le puse la música clásica mas bonita, ya que, yo en mi saber las rosas crecen mejor cuando les pones música clásica. No me importó ver que ni siquiera había raíces en ella, yo creía que de todos modos con el cariño y la atención que le daba, seguiría creciendo. Era mi rosa predilecta.

Pasaron los días y yo le seguía poniendo más y más atención y cuidados a mi rosa, sin embargo, ella, se seguía secando, ella quería morir. Yo me entristecí demasiado, no quería ver a mi rosa morir. Ella era mi amiga, ella era la rosa que yo mismo corté, era la flor que adornaría la mesa donde como, era parte de mis amigos la alegría y la tristeza. Mi rosa con el tiempo seguía cada vez más marchita.

Pasaron más días y mi rosa, aquella misma que me hirió de principio y me hizo tan dichoso, partió hacia otro mundo, yo, tenía el corazón desecho.

Mientras lloraba a mi rosa, sentado en mi silla favorita, con mis amigos la alegría y la tristeza haciéndome compañía, me cuestionaba ¿Por qué mi rosa se habría de ir?. Detrás de mi, por la ventana que da al jardín, ya tenía un jardín de colores rico y rebosante de flores bellas, y justo de tras de mí, se encontraba un rosal del tamaño de la puerta repleto de rosas.

Pero yo me quede llorando, viendo mi flor marchita, y preguntándome ¿Por qué mi flor? Mientras algunos vecinos, se robaban mis flores.

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