Expresión Libre

lunes, 4 de agosto de 2014

San Jordi



Daniel Zazueta



Con la espada en mano y el escudo en el otro brazo, se puso en marcha, siempre tenas y audaz, sin temor, con la templanza que lo acompañará durante el camino. Nuestro valiente guerrero empieza su recorrido, montado a caballo, a toda marcha con el tiempo a favor, contemplando el amanecer, las puestas de sol y el anochecer, cada vez escuchando más el alarido de aquel Dragón, su enemigo por naturaleza.



La situación es diferente, la batalla tendrá su desventaja, el pobre Dragón piensa que luchará con un hombre de aldea, alguien que tiene todo por perder, piensa que dejó a su familia, a su comunidad, ilusamente cree que es otra ofrenda como la que se le acostumbra dar año con año. Pero este olvidó que ya le habían dado a una princesa, pero como él no la comió pensó que la había robado para hacer lo que se suele hacer con una princesa, contemplarla día y noche, siempre dejándola en una torre aprisionada.



Mientras el caballero aquel hombre con espada en mano y el escudo en el otro abrazo, en el momento que decidió entregar su vida por ir a rescatar a la princesa, dejó de ser un hombre de aldea, Eh ahí donde la batalla se tornará injusta para el Dragón, el no sabe que tiene que pelear, el cree que sólo comerá.



Al llegar al castillo, la rampa baja lentamente, como un gesto de invitación del Dragón para entrar, mientras el caballero mantiene el paso firme y seguro, con la tenacidad que lo acompañó durante el camino, entra, cuando el alarido del Dragón resuena a la par que la rampa cerrándose de golpe.



En la sala, con oscuridad, sólo con una vela que alumbra el lugar, el caballero escucha los pasos de una bestia, mientras que la bestia escucha el salir de su espada. De pronto cuando el caballero y el Dragón se encuentran, la bestia abre sus alas, se pone de pecho erguido, y lo mira desde lo alto, lo que ve es un aldeano pequeño con una espada de juguete, mientras que el Caballero lo que ve, es un Dragón cegado por el hambre, y el caballero sabe que el dragón ve en él un alimento, uno de los tantos que ha consumido a lo largo de su existencia, siempre como ofrendas para mantener a la aldea en paz.



En un momento de tranquilidad, los dos se miran, cada uno ve algo diferente, pero en el momento que el Dragón estira su cuello para lanzar fuego, el caballero se cubre con su escudo, al terminar su espada va directamente donde está el corazón, sin dudarlo y en un acto de valentía, donde el tiempo transcurrió lentamente su espada entra y detiene los latidos del corazón de la bestia, el caballero siempre supo que no luchaba con un Dragón sino con una bestia, por eso no dudo en ir al ataque, al finalizar. El caballero rasgó con su espada todo el pecho del Dragón saliendo de él rosas rojas, con un color sangre, de pasión, marcadas con el acto de valentía que acompañó al caballero en su lucha.

Al subir las escaleras y llegar a la torre más alta del castillo estaba ahí contemplando la luna la princesa, al escuchar la puerta, asustada por no saber que había pasado la princesa trata de ocultarse en vano, pero cuando la puerta se abrió totalmente y vio la figura de un caballero, a ella llegó la tranquilidad, corrió a abrazar la salvación, entre los brazos del caballero se acurrucó, después el caballero solo mirándola le dio la rosa, y ella al no saber que hacer, le dio al caballero un libro, lo único que tenia en esa torre.



Al bajar para ir de camino a la aldea, encontraron en la sala donde se dio la gran batalla, rosas que cubrían todo el piso, rosas que habían salido del Dragón. Al llegar a la aldea le comentaron a todos lo que vieron, y lo que ocurrió, entonces todos los aldeanos fueron al Castillo que después e convirtió en el Castillo de San Jordi y su princesa, y ahí todos los hombres de la aldea le dieron una rosa a sus mujeres.



Fue ahí donde comenzó la tradición del día de San Jordi, donde los enamorados le dan una rosa a sus princesa, y las princesas le dan un libro a sus caballeros.

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